Esta frase se encuentra al final de la parábola llamada «del hijo pródigo», que sin duda conocerás, y quiere manifestarnos la grandeza de la misericordia de Dios. Concluye un capítulo del Evangelio de Lucas en el que Jesús narra otras dos parábolas para ilustrar el mismo tema.
¿Recuerdas el episodio de la oveja perdida cuyo dueño deja las otras noventa y nueve en el campo para buscarla?
¿Y recuerdas el pasaje de la dracma perdida y la alegría de la mujer que, cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas para que se alegren con ella?
«Pero ahora tenemos que hacer fiesta y alegramos, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado».
Estas palabras son una invitación que Dios te dirige a ti y a todos los cristianos para gozar junto con Él, para celebrar y participar de su alegría por el regreso del hombre pecador, antes perdido y luego hallado. Y estas palabras, en la parábola, se las dirige el padre al hijo mayor, que había compartido toda su vida pero que, después de un día de duro trabajo, se niega a entrar en casa, donde se está festejando el regreso de su hermano.
El padre sale al encuentro del hijo fiel como fue al encuentro del hijo perdido, y trata de convencerlo. Pero es evidente el contraste entre los sentimientos del padre y los del hijo mayor: el padre, con su amor sin medida y su gran alegría, que quisiera que todos compartieran con él; el hijo, lleno de desprecio y de envidia por su hermano, a quien no reconoce como tal. De hecho, al hablar de él, dice: «Este hijo tuyo que se ha gastado tus bienes».
El amor y la alegría del padre por el hijo que ha vuelto ponen todavía más de relieve el rencor del otro, que evidencia una relación fría y, se podría decir, falsa con su propio padre. A este hijo lo que le importa es el trabajo y cumplir con su deber, pero no ama a su padre como un hijo. Se diría que más bien le obedece como a un amo.
«Pero ahora tenemos que hacer fiesta y alegramos, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado».
En esta parábola Jesús pone de relieve el Amor divino y muestra que Dios, que es Amor, da el primer paso hacia el hombre sin tener en cuenta si se lo merece o no, pues quiere que el hombre se abra a Él para poder establecer una auténtica comunión de vida. Naturalmente, como puedes comprender, el mayor obstáculo para Dios-Amor es precisamente la vida de quienes acumulan acciones, obras, cuando Dios querría su corazón.
Chiara Lubich
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