EVANGELII GAUDIUM: EL PAPA FRANCISCO Y EL PROGRAMA
EVANGELIZADOR DE SU PONTIFICADO
En los 300 puntos de la
exhortación apostólica se recogen los trabajos del Sínodo 'La nueva
evangelización para la transmisión de la fe' celebrado del 7 al 28 de octubre
de 2012
“La alegría del Evangelio llena el corazón y
la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Estas son las palabras con
las que el papa Francisco comienza su primera Exhortación apostólica “Evangelii
Gaudium” (La alegría del Evangelio).
En ella el santo padre
recoge los trabajos del Sínodo dedicado a “la nueva evangelización para la
transmisión de la fe” celebrado del 7 al 28 de octubre de 2012 en el
Vaticano. Un programa de pontificado, podríamos decir, ya que a lo largo de los
300 puntos que forman la exhortación, el pontífice habla de su visión de la Iglesia
y del mundo, profundizando en ideas que ya ha anunciado durantes estos ocho
meses. Francisco expresa su "sueño con una opción misionera capaz de
transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el
lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la
evangelización del mundo actual más que para la autopreservación".
Al comienzo de la
exhortación, el santo padre hace un llamamiento a todos los bautizados para
que, con fervor y dinamismo nuevos, lleven a otros el amor de Jesús en un
"estado permanente de misión". Y para realizar esta tarea, Francisco
invita a "recuperar la frescura original del Evangelio", encontrando
"nuevos caminos" y "métodos creativos". Del mismo modo habla
de "una conversión del papado" para que sea "más fiel al sentido
que Jesucristo quiso darle" y "a las necesidades actuales de la
evangelización". Sobre las Conferencias Episcopales señala su deseo de que
puedan dar una contribución a fin que "el efecto colegial" tenga una
aplicación "concreta" que aún "no se realizó plenamente".
Signo de la acogida de
Dios es “tener templos con las puertas abiertas en todas partes” para que todos
los que buscan no se encuentren “con la frialdad de unas puertas cerradas”. Y
“tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón
cualquiera", advierte el santo padre.
Deteniéndose sobre los
retos del mundo contemporáneo, el papa critica el sistema económico actual al
que denomina como “injusto en su raíz”. “Esa economía mata” porque predomina
“la ley del más fuerte”, dice. La cultura actual del “descarte” hace que “los
excluidos no son 'explotados' sino desechos, 'sobrantes'”. Del mismo modo
denuncia los “ataques a la libertad religiosa” y las nuevas situaciones de
persecución a los cristianos.
También habla de la
importancia de la familia, que "atraviesa una crisis cultural
profunda". E insiste en "el aporte indispensable del matrimonio a la
sociedad".
El papa enumera las
“tentaciones de los agentes pastorales”: individualismo, crisis de identidad, caída
del fervor. Exhorta a "ser signos de esperanza" poniendo en marcha la
"revolución de la ternura" y a vencer la "mundanidad
espiritual". El papa dedica unas líneas para hablar de los que “se
sienten superiores a otros” por ser “inquebrantablemente fieles a cierto estilo
católico propio del pasado” y, “en lugar de evangelizar" lo que hacen es
"clasificar a los demás”. Y también recuerda a quienes tienen un “cuidado
ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero
sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción” en las necesidades
de la gente.
A las comunidades
eclesiales les advierte del peligro de caer en envidias o en celos “dentro del
Pueblo de Dios y en las distintas comunidades". Subraya la necesidad de
hacer crecer la responsabilidad de los laicos, mantenidos “al margen de las
decisiones” a raíz de “un excesivo clericalismo”. También habla del rol de la
mujer, afirmando que "todavía es necesario ampliar los espacios para una
presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. Recuerda además a los jóvenes
que deben tener “un protagonismo mayor”. Y sobre la escasez de vocaciones en
algunos lugares, el santo padre alerta que “no se pueden llenar los seminarios
con cualquier tipo de motivaciones”.
Por otro lado, el santo
padre ha querido recordar que “el cristianismo no tiene un único modo cultural”
y que el rostro de la Iglesia es “pluriforme”. Del mismo modo reafirma la
"fuerza activamente evangelizadora” de la piedad popular e invita a los
teólogos a llevar en el corazón “la finalidad evangelizadora de la Iglesia” y a
no contentarse con “una teología de escritorio”.
Sobre la forma de
predicar, señala Francisco que la homilía “debe ser breve y evitar parecerse a
una charla o una clase”, debe saber decir “palabras que hacen arder los
corazones”, huyendo de “una predicación puramente moralista o adoctrinadora”.
El santo padre indica
que "nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad
secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social". Y en la
lucha por la justicia, recuerda que "la opción por los pobres es una
categoría teológica" antes que sociológica. Por eso indica, "quiero
una Iglesia pobre y para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos".
Hay un espacio
dedicados también a los más débiles, a quienes -el papa recuerda- debemos
cuidar: "los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los
pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados”, los
migrantes, las víctimas de la trata de personas, mujeres que sufren situaciones
de exclusión. Y deteniéndose en especial en los niños por nacer, recuerda
que "no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre este
tema" y que "no es progresista pretender resolver los problemas
eliminando una vida humana".
Francisco también habla
de la paz y explica la necesidad de "una voz profética" cuando se
quiere construir una reconciliación falsa que “silencie” a los más pobres
mientras “algunos no quieren renunciar a sus privilegios”. Indica cuatro
principios para la construcción de una sociedad "en paz, justicia y
fraternidad": trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados
inmediatos, obrar para que los opuestos alcancen una unidad pluriforme que
engendra nueva vida, evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica y
aunar globalización y localización.
La evangelización
también implica un camino de diálogo que abre a la Iglesia para colaborar con
todas las realidades políticas, sociales, religiosas y culturales, recuerda el
pontífice. Señala el ecumenismo como "un camino ineludible de la
evangelización" y la importancia del enriquecimiento recíproco. Asimismo,
el diálogo interreligioso "es una condición necesaria para la paz en el
mundo".Y frente a episodios de violencia invita a “evitar odiosas
generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del
Corán se oponen a toda violencia”. Por otro lado subraya que "el debido
respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes, no debe imponerse de un
modo arbitrario que silencie las convicciones de las mayorías creyentes, o
ignore la riqueza de las tradiciones religiosas".
Para concluir el santo
padre habla de los "evangelizadores con Espíritu". Ellos son quienes
se "abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” que “infunde la fuerza
para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en
todo tiempo y lugar, incluso contracorriente”. Son evangelizadores que oran y
trabajan, conscientes de que la misión es una pasión por Jesús y por su pueblo.
Y recuerda a los fieles: "Si logro ayudar a una sola persona a vivir
mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida”. Finaliza con una oración
especial a María "Madre del Evangelio", "porque cada vez que
miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño".
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