EL PAPA FRANCISCO: EN ADVIENTO
DEJÉMONOS GUIAR POR MARÍA QUE ES MADRE
En este primer domingo
de Adviento el santo padre Francisco rezó el ángelus desde la ventana de su
estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la plaza
de san Pedro a pesar del frío y la lluvia.
Queridos hermanos y hermanas:
Comenzamos hoy, primer
domingo de Adviento, un nuevo año litúrgico, o sea un nuevo camino del Pueblo
de Dios con Jesucristo, nuestro pastor que nos guía en la historia hacia el
cumplimiento del Reino de Dios. Por lo tanto este día tiene una fascinación
especial, nos hace probar un sentimiento profundo del sentido de la historia.
Redescubramos la
belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su vocación y misión, y la
humanidad entera, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en
camino hacia los senderos del tiempo. ¿En camino hacia donde? ¿Hay una meta
común? ¿Cuál es esta meta?
El Señor nos responde a
través del profeta Isaías: “Al final de los días, el Monte del Templo del
Señor/ estará firme en la cima de los montes/ y se levantará encima de las colinas/
y hacia éste afluirán todos los pueblos./ Vendrán muchos pueblos y dirán:
/Venid, subamos al monte del Señor, / al templo de Jacob, / para que nos enseñe
sus vías / y podamos caminar por sus senderos”. Esto es lo que dice Isaías
sobre nuestra meta a la que nos dirigimos.
Es una peregrinación
universal hacia una meta común, que en el antiguo testamento es Jerusalén,
donde surge el templo del Señor, porque desde allí, desde Jerusalén ha venido
la revelación del rostro de Dios y de su ley. La revelación ha encontrado en
Jesucristo su cumplimiento, es el 'templo del Señor', se ha vuelto Él mismo, el
Verbo hecho carne: es Él la guía y al mismo tiempo la meta de nuestra
peregrinación, la peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y con su luz también
los otros pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia y de la paz.
Dice aún el profeta: Romperán
sus espadas y las harán arados, /de sus lanzas harán hoces; una nación no
levantará más la espada / contra otra nación, no aprenderán más el arte de la
guerra'.
Me permito de repetir
esto que dice el profeta: escuchen bien: 'Romperán sus espadas y las harán
arados, /de sus lanzas harán hoces; una nación no levantará más la espada /
contra otra nación, no aprenderán más el arte de la guerra'.
¿Pero cuándo sucederá
esto? Qué hermoso día en el cual las armas sean desmontadas y transformadas en
instrumentos de trabajo. Qué lindo día será este, y esto es
posible, apostamos sobre la esperanza sobre una paz que será posible.
Este camino nunca ha
concluido. Como en la vida de cada uno de nosotros es siempre necesario partir
nuevamente, levantarse nuevamente, encontrar el sentido de la meta de la propia
existencia. Así para la gran familia humana es necesario renovar siempre el
horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la
esperanza! ¡Ese horizonte para hacer un buen camino!
El tiempo de Adviento
que hoy de nuevo comenzamos nos restituye el horizonte de la esperanza, una
esperanza que no desilusiona porque está fundada sobre la palabra de Dios.¡Una esperanza
que no desilusiona simplemente porque el Señor nunca desilusiona. Él es fiel y
Él nunca desilusiona! Pensemos y sintamos esta belleza.
El modelo de esta
actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar por el camino es la Virgen
María. Una simple joven de pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de
Dios. En su vientre, la esperanza de Dios ha tomado carne, se ha hecho hombre,
se ha hecho historia: Jesucristo. Su Magnificat es el cántico del pueblo
de Dios en camino, y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en la
potencia de su misericordia.
Dejémonos guiar por
Ella que es madre, que es mamá y sabe cómo guiarnos, dejémonos guiar por Ella
en este tiempo de espera y de vigilancia operosa".
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