¡NUESTRA ALEGRÍA ES
CRISTO, SU AMOR FIEL E INAGOTABLE! PORQUE VIENE A SOCORRER A LOS
DESCORAZONADOS, DIJO EL PAPA EN EL ÁNGELUS
En el llamado “Domingo
de la Alegría” y antes de bendecir las imágenes del Niño Jesús que las familias
pondrán en el Pesebre el 25 de diciembre, el Obispo de Roma, ante la inmensa
multitud de peregrinos que vinieron a rezar con él la oración del Ángelus en la
plaza de San Pedro explicó que, como una madre, la Iglesia nos anima a
proseguir con confianza el camino espiritual para poder celebrar con renovado
júbilo la fiesta de la Navidad.
Dijo que en la liturgia resuena la invitación
a alegrarse, porque el Señor está cerca. Y afirmó: “¡la Iglesia no es un
refugio para personas tristes, la Iglesia es la casa de la alegría!”.
“Pero la del Evangelio
no es una alegría cualquiera -continuó explicando el Sucesor de Pedro-.
Encuentra su razón en el saberse acogidos y amados por Dios. Como nos recuerda
hoy, el profeta Isaías, Dios es el que viene a salvarnos y presta socorro especialmente
a los descorazonados. Por grandes que puedan ser nuestros límites y nuestra
confusión y desaliento, no se nos permite ser débiles y vacilantes ante las
dificultades y ante nuestras propias debilidades. Por el contrario –dijo-, se
nos invita a fortalecer nuestras manos, a hacer firmes nuestras rodillas, a
tener coraje y a no temer, porque nuestro Dios muestra siempre la grandeza de
su misericordia. Gracias a su ayuda, siempre podemos empezar de nuevo, volver a
abrir los ojos, superar la tristeza y el llanto, y cantar un canto nuevo”.
El Vicario de Cristo
explicó que esta alegría verdadera permanece siempre también en la prueba,
incluso en el sufrimiento, porque no es superficial, sino que llega a lo más
profundo de la persona que se encomienda a Dios y confía en Él. “La alegría
cristiana, como la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en
la certeza de que Él mantiene siempre sus promesas”. Cuantos han encontrado a
Jesús, a lo largo del camino, experimentan en el corazón una serenidad y una
alegría, de la que nada ni nadie puede privarlos –manifestó. “Por lo tanto,
cuando un cristiano se vuelve triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús.
¡Pero entonces no hay que dejarlo solo! Tenemos que rezar por él y hacerle
sentir la calidez de la comunidad”.
Para concluir
exhortando a rogar a la Virgen María que nos ayude a acelerar nuestros pasos
hacia Belén para encontrar al Niño que ha nacido para nosotros, para la
salvación y la alegría de todos los hombres. Y pidió que “ella nos obtenga vivir
la alegría del Evangelio en las familias, en el trabajo, en las parroquias y en
todos los ambientes. ¡Una alegría íntima, hecha de estupor y ternura. La misma
que siente una mamá cuando mira a su niño recién nacido!
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