«Que
el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos» (1 Ts 3, 12).
Estas palabras son una
de esas expresiones, habituales en san Pablo, en las que desea y al mismo
tiempo pide al Señor gracias especiales para sus comunidades (cf. Ef 3, 18; Flp
1, 9; etc.).
Aquí pide para los
tesalonicenses la gracia de un amor recíproco siempre creciente, rebosante. No
se trata de un velado reproche, como si el amor recíproco estuviese ausente de
su comunidad, sino más bien de un reclamo a una ley connatural en el amor:
crecer constantemente.
«Que
el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos»
Ya que el amor es el
centro de la vida cristiana, si no progresa, toda la vida del cristiano se
resiente, languidece y hasta puede apagarse.
No basta con haber
entendido en su luminosidad el mandamiento del amor al prójimo, y tampoco con
haber experimentado con entusiasmo sus impulsos y su ímpetu al comienzo de
nuestra conversión al Evangelio. Es necesario hacerlo crecer manteniéndolo
siempre vivo, activo, operante. Y esto sucederá si sabemos acoger cada vez con
mayor prontitud y generosidad las distintas ocasiones que la vida nos ofrece
cada día.
Para san Pablo, las
comunidades cristianas deberían tener la lozanía y el calor de una verdadera
familia.
Así se comprende la
intención del apóstol de poner en guardia contra los peligros que más
frecuentemente las amenazan: el individualismo, la superficialidad, la
mediocridad.
Pero san Pablo quiere
prevenir también contra otro peligro estrechamente ligado al anterior: el de
abandonarse a una vida ordenada y tranquila pero encerrada en sí misma.
Él quiere comunidades
abiertas, ya que es propio de la caridad amar a los hermanos de fe y, al mismo
tiempo, ir hacia todos, ser sensibles a los problemas y a las necesidades de
todos. Es propio de la caridad saber acoger a cualquier persona, construir
puentes, captando lo positivo y uniendo nuestros propios deseos y esfuerzos de
bien a los de quienes muestran buena voluntad.
«Que
el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos»
¿Cómo viviremos
entonces la Palabra de vida de este mes? Procurando también nosotros crecer en
el amor mutuo en nuestras familias, en nuestro ambiente de trabajo, en nuestras
comunidades o asociaciones eclesiales, parroquias, etc.
Esta Palabra nos pide
una caridad rebosante, es decir, una caridad que sepa superar las medidas
mediocres y las distintas barreras que proceden de nuestro sutil egoísmo.
Bastará con pensar en ciertos aspectos de la caridad (tolerancia, comprensión,
acogida recíproca, paciencia, disposición de servicio, misericordia con las
auténticas o presuntas faltas de nuestro prójimo, compartir los bienes
materiales, etc.) para descubrir muchas ocasiones de vivirla.
Y luego, es evidente
que si en nuestra comunidad se da este clima de amor recíproco, su calor
irradiará inevitablemente hacia todos. Incluso quienes aún no conocen la vida
cristiana percibirán su atractivo, y muy fácilmente, casi sin darse cuenta, se
verán envueltos hasta sentirse parte de una misma familia.
Chiara Lubich
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