«No
es posible contentarse con abolir “un poco” la esclavitud, hay que acabar con
ella. Lo mismo pasa con el aborto. La libertad y la vida son bienes
indivisibles y por ello lo coherente es abolir las leyes que permiten la muerte
de seres inocentes e indefensos»
París, 19 de enero de
2014. Monseñor Juan Antonio Reig Pla junto al Cardenal Primado de Francia Mons. Philippe
Barbarin
ALGO
ESTA CAMBIANDO EN EUROPA
Alfa y Omega,
23-1-2014. Acabo de volver de París y he podido comprobar con mis ojos la
multitudinaria Marcha por la vida organizada por distintos grupos
franceses. En esta marcha se han escuchado diversas voces alentando la iniciativa
del Gobierno de España con su propuesta de reforma de la Ley del aborto.
Resulta curioso que la Francia laica esté ahora mismo continuamente expresando
con estudios serios y con manifestaciones en la calle su deseo de defender la
dignidad de la vida humana y que se respete el matrimonio entre un hombre y una
mujer como una institución básica para el bien común. Llama a su vez la
atención el carácter plural e interreligioso de quienes acuden a las
manifestaciones o levantan su voz a través de libros y escritos.
Todo ello expresa que
algo está cambiando en Europa y que empieza a haber una reacción de las
conciencias ante el aplastamiento que supone la cultura de la muerte. Lo
mismo podríamos encontrar en otros países: Polonia, Hungría, etc. Por
otra parte, la Sentencia del Tribunal de Justicia Europeo a favor de la
vida humana en estado embrionario (Luxemburgo, Gran Sala del Tribunal de
Justicia Europeo, 18-10-2011, sentencia del caso C‑34/10) o la resolución
del Consejo de Europa en contra de la eutanasia y a favor de la vida
(Estrasburgo, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en sesión de
25-01-2012 aprobó la resolución 1859 / 2012), también son expresión de
“cierto” retroceso de la cultura de la muerte. Hay indicios de una mayor
sensibilidad por la vida (p.e. Campaña Uno de nosotros) y ya son
muchas voces las que se oponen a una Educación sexual que propicia los mal
llamados “nuevos derechos sexuales” y al inexistente derecho al
aborto.
Sin embargo, en España
resulta patético el engañoso recurso a la Europa del aborto y la falta de
argumentos ante la imperiosa necesidad de proteger el derecho a nacer del
concebido no nacido. Por una parte se invoca como un mantra el derecho a
decidir por parte de la mujer. Pero, ¿qué se quiere decidir?, ¿matar a su hijo?
Esto, aparte de una incongruencia y un engaño, es lo más opuesto al carácter
femenino que por vocación está abierto a acoger el don de la vida y a
custodiarlo con amor de madre. Quienes vociferan reclamando para la mujer el
derecho al aborto no le prestan ningún favor sino que la conducen a ser otra
víctima provocando una herida profunda en su alma.
Por otra parte si se
compara la abolición de la esclavitud con el aborto hay que sacar todas las
consecuencias. No es posible contentarse con abolir “un poco” la
esclavitud, hay que acabar con ella. Lo mismo pasa con el aborto. La libertad y
la vida son bienes indivisibles y por ello lo coherente es abolir las leyes que
permiten la muerte de seres inocentes e indefensos.
Yo no dudo que la
defensa de la vida humana es un signo de los tiempos que hay que anunciar
proféticamente. El futuro no pasa por la muerte de los niños sino por la
promoción de la mujer y de la maternidad, por la mayor presencia del padre y su
responsabilidad. El futuro viene de la mano de matrimonios que viven con gozo
un amor fiel y una apertura gozosa al don de la maternidad y paternidad. La luz
que se ha encendido en Francia y que puede prender en España y en toda Europa
es una luz que disipa las sombras de la cultura de la muerte.
Con estas afirmaciones
no quiero desconocer los problemas que puedan plantearse a las
mujeres que se sienten tentadas a abortar. Pero los problemas no se solucionan
provocando otros problemas mayores: la muerte de un inocente y la herida
profunda en el alma de la madre. La verdadera solución pasa por aceptar que la
libertad es un dinamismo inteligente y que está necesariamente vinculada a
la verdad y al bien. La libertad utilizada para el mal es la corrupción de la
libertad.
Lo justo es vivir la
sexualidad de manera responsable; lo justo es el derecho a nacer y el derecho a
ser madre y padre con responsabilidad. Para eso se organiza la sociedad y a
ello nos encamina el bien común.
España, como en otros
tiempos gloriosos, tiene la oportunidad de encabezar en Europa la gran marcha
hacia el respeto de la vida humana naciente. Si ganamos otras batallas
difíciles, esta batalla también la hemos de ganar. Se lo merecen los niños y
las madres.
+ Juan Antonio Reig Pla
Obispo de Alcalá de
Henares
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