La desunión, el enfrentamiento, la
enemistad, las rencillas o los odios, surgen con facilidad de nuestra
naturaleza dañada. No pienso sólo en política, donde parece que la esencia de
la democracia es el estéril juego de destruir al adversario, en lugar de la
unión de esfuerzos para el bien común.
Pienso también en la Iglesia, que dedica
los días 18 al 25 de enero para la oración por la unidad de los cristianos. Los
que vamos a misa cada domingo, cuando rezamos el credo, decimos creer en la
unidad de la Iglesia, cuya cabeza es el mismo Cristo y los que nos decimos
cristianos tendríamos que estar unidos entre nosotros y con Él, formando un
solo cuerpo.
San Juan nos ha dejado en su evangelio
la despedida de Jesús, antes de su Pasión, en la cual pide al Padre que todos
sean uno, al igual que Jesús y el Padre también son uno, e insiste en la
necesidad de la unidad para que el mundo crea. No es fácil transmitir nuestra
fe desde la desunión.
En las primeras iglesias, no tardaron en
surgir problemas y divisiones. En las cartas que San Pablo dirige a las
iglesias que va fundando encontramos sus amonestaciones a los que atentan contra
la unidad. No puede admitirse que unos digan: yo soy de Pablo o yo soy de
Apolo, porque sólo se puede ser de Cristo, cabeza de la Iglesia, de cuyo cuerpo
somos miembros los cristianos que
vivamos unidos a Él. Sus recomendaciones insisten en la necesidad de mantenerse
unánimes y concordes, con un mismo amor y un mismo sentir, de no obrar por
rivalidad ni por ostentación, guiándose siempre por la humildad y considerando
siempre superiores a los demás, sin encerrarse en los propios intereses, sino
buscando todos el interés de los demás.
Los anteriores consejos y otros muchos
que adornan sus epístolas no han perdido un ápice de actualidad. Muchos
cristianos, incluso practicantes, viven de espaldas unos de otros. No se da
demasiado sobrellevarnos mutuamente y perdonarnos cuando alguno tengo quejas de
otro,
.
.
La falta de unidad de los cristianos no
es sólo por la ruptura con los orientales hace mil años o con los de la reforma
hace quinientos, sino por nuestra falta de fe y vida interior. No estamos
abiertos a recibir los dones del Espíritu Santo y obrar en consecuencia. En
cambio estamos abiertos demasiadas veces a opiniones adversas, a doctrinas
dudosas, a críticas demoledoras, a prácticas esotéricas sospechosas. Nos
etiquetamos unos a otros como progresistas o anticuados, para rechazar
cualquier acercamiento o unidad. Ser devoto de un teólogo u otro, se convierte
en bandería, cuando lo único importante es seguir las huellas de Jesús, cada
cual con su cruz, unirnos a Él en la eucaristía, en la oración, en la adoración
o en el servicio al prójimo.
En este año de la fe, me parece
importante que nos comprometamos en la tarea de la unidad de los cristianos
entre sí y con Cristo, para que el mundo crea.
FRANCISCO RODRÍGUEZ BARRAGÁN.
Publicado en DIARIO SIGLO XXI, el 21 de
enero de 2013
NOTA DEL BLOG. Aunque el artículo de
Paco es de casi hace un año, nos parece de una muy adecuado para estos días que
nos acercamos a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario