Texto
completo de la homilía del Santo Padre en el Consistorio para la creación de
nuevos cardenales
Publicamos a
continuación la homilía del Santo Padre en el Consistorio ordinario público
para la creación de nuevos cardenales. Celebrada en la basílica de San Pedro y
con la presencia del papa emérito, Benedicto XVI.
También en este momento Jesús camina delante
de nosotros. Él siempre está por delante de nosotros. Él nos precede y nos
abre el camino... Y esta es nuestra confianza y nuestra alegría: ser
discípulos suyos, estar con É́l, caminar tras É́l, seguirlo...
Cuando con los
cardenales hemos concelebrado juntos la primera Misa en la Capilla Sixtina,
«caminar» ha sido la primera palabra que el Señor nos ha propuesto: caminar, y
después construir y confesar.
Hoy vuelve esta
palabra, pero como un acto, como una acción de Jesús que continúa: «Jesús
caminaba...».Nos llama la atención esto en los evangelios: Jesús camina mucho
e instruye a los suyos a lo largo del camino. Esto es importante. Jesús no ha
venido a enseñar una filosofía, una ideología..., sino una «vía», una senda
para recorrerla con él, y la senda se aprende haciéndola, caminando. Sí,
queridos hermanos, esta es nuestra alegría: caminar con Jesús.
Pero esto no es fácil,
no es cómodo, porque la vía escogida por Jesús es la vía de la cruz.
Mientras van de camino, él habla a sus discípulos de lo que le sucederá en
Jerusalén: anuncia su pasión, muerte y resurrección. Y ellos se quedan
«sorprendidos» y «asustados». Sorprendidos, cierto, porque para ellos subir a
Jerusalén significaba participar en el triunfo del Mesías, en su victoria,
como se ve luego en la petición de Santiago y Juan; y asustados por lo que
Jesús habría tenido que sufrir, y que también ellos corrían el riesgo de
padecer.
A diferencia de los
discípulos de entonces, nosotros sabemos que Jesús ha vencido, y no
deberíamos tener miedo de la cruz, sino que, más bien, en la Cruz tenemos
nuestra esperanza. No obstante, también nosotros somos humanos, pecadores, y
estamos expuestos a la tentación de pensar según el modo de los hombres y no
de Dios.
Y cuando se piensa de
modo mundano, ¿cuál es la consecuencia? Dice el Evangelio «Los otros
diez se indignaron contra Santiago y Juan». Ellos se indignaron. Si prevalece
la mentalidad del mundo, surgen las rivalidades, las envidias, los bandos...
Así, pues, esta
palabra que hoy nos dirige el Señor es muy saludable. Nos purifica
interiormente, proyecta luz en nuestra conciencia y nos ayuda a ponernos en
plena sintonía con Jesús, y a hacerlo juntos, en el momento en que el Colegio
de Cardenales se incrementa con el ingreso de nuevos miembros.
«Llamándolos Jesús a
sí...». He aquí el otro gesto del Señor. Durante el camino, se da cuenta de
que necesita hablar a los Doce, se para y los llama a sí. Hermanos, dejemos
que el Señor Jesús nos llame a sí. Dejémonos convocar por él. Y
escuchémosle con la alegría de acoger juntos su palabra, de dejarnos enseñar
por ella y por el Espíritu Santo, para ser cada vez más un solo corazón y
una sola alma en torno a él.
Y mientras estamos
así, convocados, «llamados a sí» por nuestro único Maestro, también yo os
digo lo que la Iglesia necesita: tiene necesidad de vosotros, de vuestra
colaboración y, antes de nada, de vuestra comunión, comunión conmigo y entre
vosotros. La Iglesia necesita vuestro valor para anunciar el evangelio en toda
ocasión, oportuna e inoportunamente, y para dar testimonio de la verdad. La
Iglesia necesita vuestras oraciones, para apacentar bien la grey de Cristo, la
oración, no olvidemos, que, con el anuncio de la Palabra, es el primer deber
del Obispo. La Iglesia necesita vuestra compasión sobre todo en estos momentos
de dolor y sufrimiento en tantos países del mundo. Queremos expresar nuestra
cercanía espiritual a las comunidades eclesiales y a todos los cristianos que
sufren discriminación y persecución. Debemos luchar contra toda
discriminación. La Iglesia necesita que recemos por ellos, para que sean
fuertes en la fe y sepan responder el mal con bien. Y que esta oración se haga
extensiva a todos los hombres y mujeres que padecen injusticia a causa de sus
convicciones religiosas.
La Iglesia también
necesita de nosotros para que seamos hombres de paz construyamos la paz
con nuestra obras, nuestros deseos, nuestras oraciones. Hacer la paz, artesanos
de paz. Por ello imploramos la paz y la reconciliación para los pueblos que en
estos tiempos sufren la prueba de la violencia, de la exclusión y de la guerra.
Gracias, queridos
hermanos. Gracias. Caminemos juntos tras el Señor, y dejémonos convocar cada
vez más por él, en medio del Pueblo fiel, al santo Pueblo fiel de Dios, a la
Santa Madre Iglesia.
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