Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino
mediante la debilidad y la pobreza
« Pues conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros
para enriqueceros con su pobreza » Estas son las palabras del apóstol San Pablo
que el Santo Padre propone como referencia para la reflexión por la Cuaresma.
Palabras que "nos dicen
cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la
riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza".
Francisco recuerda que Cristo se hizo pobre, se acercó a cada uno de nosotros,
se desnudó, se "vació" para ser en todo semejante a nosotros. Y la
razón de todo esto es "el amor divino, un amor que es gracia, generosidad,
deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a
las que ama". Porque "la caridad, el amor es compartir en todo la
suerte del amado" y "el amor nos hace semejantes, crea igualdad,
derriba los muros y las distancias". De este modo, el Papa indica que
"la finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma,
para enriqueceros con su pobreza". Por este motivo, "Dios no hizo
caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da
parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica".
El Pontífice recuerda en este mensaje que Jesús se hizo bautizar para estar en
medio de la gente y "cargar con el peso de nuestros pecados".
Y esta pobreza con la que Jesús
nos libera y enriquece - observa el Santo Padre - es su "modo de amarnos,
de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano". Es más, "lo que
nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su
amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros".
En este punto, Francisco subraya que "la pobreza de Cristo es la mayor
riqueza:
la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre"
Tras reflexionar sobre la pobreza
de Jesús, Francisco invita a pensar en nuestro propio camino. "En toda
época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo
mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la
Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres", afirma el Pontífice.
Asimismo recuerda que "los cristianos estamos llamados a mirar las
miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar
obras concretas a fin de aliviarlas". Observa además que "la miseria
es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza".
Francisco señala tres tipos de
miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.
En primer lugar habla de la
miseria material, la que habitualmente llamamos pobreza y "toca a cuantos
viven en una condición que no es digna de la persona humana". Frente a
esta miseria "la Iglesia ofrece su servicio, su diaconía, para responder a
las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la
humanidad". Por ello, "nuestros esfuerzos se orientan asimismo a
encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad
humana, las discriminaciones y los abusos"
En segundo lugar está la miseria
moral, es decir "convertirse en esclavos del vicio y del pecado". Y
habla de las personas que "han perdido el sentido de la vida, están
privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza" Y
también hace referencia a las "personas se ven obligadas a vivir esta
miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les
priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad
respecto de los derechos a la educación y la salud". En estos casos,
Francisco afirma que la miseria moral bien podría llamarse casi "suicidio
incipiente".
Y finalmente habla de la miseria
espiritual, la "que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y
rechazamos su amor". El Santo Padre advierte que "si consideramos que
no necesitamos a Dios", "nos encaminamos por un camino de
fracaso". Porque "Dios es el único que verdaderamente salva y
libera".
Recordando que en cada ambiente
el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el
perdón del mal cometido, Francisco afirma que "es hermoso experimentar la
alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha
confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos
hermanos y hermanas sumidos en el vacío".
Para concluir, el Pontífice nos
recuerda que la Cuaresma "es un tiempo adecuado para despojarse; y nos
hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer
a otros con nuestra pobreza". Asimismo señala que la "verdadera
pobreza duele" y advierte "desconfío de la limosna que no cuesta y
no duele".
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