El
Papa indica que este es un tiempo de misericordia para la Iglesia. Y cuenta
algunas experiencias personales
Cuando junto al
cardenal vicario hemos pensado a este encuentro, le dije que habría podido
hacer una meditación sobre el tema de la misericordia. Al inicio de la Cuaresma
reflexionar juntos, como sacerdotes, sobre la misericordia nos hace bien. Todos
nosotros tenemos necesidad y también los fieles, porque como pastores tenemos
que darles tanta misericordia, tanta.
La estrofa del
Evangelio de Mateo que hemos escuchado nos hace dirigir la mirada a Jesús que
camina por la ciudad y los pueblos. Esto es curioso, ¿cuál es el lugar en donde
se podía encontrar a Jesús con más frecuencia, con más facilidad? En las
calles, podría parecer un 'sin techo' porque siempre en la calle, la vida de
Jesús era por la calle.
Sobre todo nos invita a entender la profundidad de su corazón, sea lo que él probaba por las multitudes, por la gente que encuentra: esa actitud interior de 'compasión', viendo las multitudes sintió compasión, porque ve a las personas “cansadas y agotadas, como ovejas sin pastor”. Hemos escuchado tanto estas palabras que a veces no nos entran con fuerza, pero son fuertes. Un poco como a tantas personas que se encuentran hoy por las calles de nuestros barrios. Después el horizonte se amplia y vemos que estas ciudades y estas poblaciones no son solamente Roma e Italia, pero son el mundo y esas multitudes enormes son poblaciones de tantos países que están sufriendo situaciones aún más difíciles.
Sobre todo nos invita a entender la profundidad de su corazón, sea lo que él probaba por las multitudes, por la gente que encuentra: esa actitud interior de 'compasión', viendo las multitudes sintió compasión, porque ve a las personas “cansadas y agotadas, como ovejas sin pastor”. Hemos escuchado tanto estas palabras que a veces no nos entran con fuerza, pero son fuertes. Un poco como a tantas personas que se encuentran hoy por las calles de nuestros barrios. Después el horizonte se amplia y vemos que estas ciudades y estas poblaciones no son solamente Roma e Italia, pero son el mundo y esas multitudes enormes son poblaciones de tantos países que están sufriendo situaciones aún más difíciles.
Por tanto, comprendemos
que nosotros no estamos aquí para hacer un bonito ejercicio espiritual al
inicio de la Cuaresma, sino para escuchar la voz del Espíritu que habla a toda
la Iglesia en este nuestro tiempo, que es precisamente el tiempo de la
misericordia. También en este tiempo estoy seguro, y no solamente en la
cuaresma, nosotros estamos viviendo un tiempo de la misericordia. Desde hace
treinta años o más hasta ahora.
En toda la Iglesia es
el tiempo de la misericordia. Esta ha sido la intuición del beato Juan Pablo
II. Él ha tenido la intuición que este es el tiempo de la misericordia.
Pensemos en la beatificación y en la canonización de sor Faustina Kowalska,
después introdujo la fiesta de la Divina Misericordia. Y poco a poco ha ido
adelante con esto. En la homilía de la canonización que tuvo lugar en el 2000,
Juan Pablo II subrayó que el mensaje de Jesucristo a sor Faustina se coloca
temporalmente entre dos guerras mundiales y está muy unido a la historia del
siglo XX. Y mirando al futuro dijo: "¿Qué nos depararán los próximos años?
¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo,
es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia,
experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor
quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará
el camino de los hombres del tercer milenio".
Aquí especifica en el
2000 pero en su corazón maduraba desde hacia tiempo, en su oración, toda esta
intuición. Hoy olvidamos todo demasiado rápido, ¡también el Magisterio de la
Iglesia! En parte es inevitable, pero los grandes contenidos, las grandes
intuiciones y las indicaciones dejadas al Pueblo de Dios no podemos olvidarlas.
Y la de la divina misericordia es una de estas. Es una indicación que él nos ha
dado. Está en nosotros como ministros de la Iglesia, tener vivo este mensaje
sobre todo en la predicación en los gestos, en los signos, en las elecciones
pastorales, y por ejemplo la elección de restituir prioridad al sacramento de
la reconciliación, y al mismo tiempo a las obras de misericordia. Reconciliar,
hacer la paz, con el sacramento, con las palabras pero también con las obras de
misericordia.
¿Qué significa
misericordia para los sacerdotes?
Me vienen a la mente
algunos de vosotros que me han llamado o hablado por teléfonos, o escrito una carta,
pero Papa, ¿por qué usted la tiene con los sacerdotes? (ríe) decían que yo
regaño a los sacerdotes... No quiero regañar aquí.
¿Qué significa
misericordia para los sacerdotes? Preguntémonos qué significa misericordia para
un sacerdote, permitidme decir para nosotros sacerdotes. Los sacerdotes se
conmueven delante de las ovejas, como Jesús, que veía a la gente cansada y
agotada como ovejas sin pastor. Jesús tiene las "vísceras" de Dios.
Isaías lo dice mucho, está lleno de ternura hacia la gente, especialmente hacia
las personas excluidas, hacia los pecadores, hacia los enfermos que nadie
cuida... Así a imagen del Buen Pastor, el sacerdote es un hombre de
misericordia y de compasión, cerca de su gente y servidor de todos.
Este es un criterio
pastoral que quisiera subrayar mucho, la cercanía, la proximidad. Es el
servicio, pero la proximidad, la cercanía. Quien se encuentre herido en la
propia vida, en cualquier modo, puede encontrar en él atención y escucha... En
particular el sacerdote demuestra entrañas de misericordia en el administrar el
sacramento de la reconciliación; lo demuestra en toda su actitud, en la forma
de acoger, de escuchar, de aconsejar, de absolver... Pero esto deriva de como
él mismo vive el sacramento en primera persona, de como se deja abrazar por
Dios Padre en la confesión, y permanecer dentro de este abrazo... Si uno vive
esto sobre él en el propio corazón, puede también donarlo a los otros en el
ministerio.
Yo os dejo una
pregunta: ¿cómo me confieso, me dejo abrazar? Me viene a la mente un gran
sacerdote de Buenos Aires, tiene algunos años menos que yo, un gran confesor,
tenía siempre cola. Los sacerdotes, la mayoría van confesarse con él, un gran
confesor. Una vez vino donde mí, "'tengo un poco' de escrúpulo porque
perdono, yo sé que perdono mucho", y hemos hablado de la misericordia, y a
un cierto punto me ha dicho: "tú sabes que cuando siento fuerte este
escrúpulo después voy a la capilla delante del tabernáculo y digo, tú tienes la
culpa porque me has dado un mal ejemplo, y me voy tranquilo". Es una bella
oración, es la misericordia. Y si uno en la confesión vive esto sobre él en el
propio corazón lo puede dar a los otros.
El sacerdote está
llamado a aprender esto, a tener un corazón que se conmueve. Los sacerdotes, me
permito la palabra, "asépticos" no ayudan a la Iglesia, los
sacerdotes "de laboratorio". La Iglesia hoy podemos pensarla como un
"hospital de campo", perdonadme si lo repito pero lo veo así, lo
siento así, es necesario curar las heridas. Hay mucha gente herida, por los
problemas materiales, por los escándalos, también en la Iglesia... Gente herida
de las ilusiones del mundo... Nosotros sacerdotes debemos estar allí, cerca a
esta gente. Misericordia significa antes que nada curar las heridas. Cuando uno
está herido, necesita en seguida esto, no los análisis; como el nivel de
colesterol, el azúcar en sangre, primero la herida, después se harán las curas
especializadas, pero primero se deben curar las heridas abiertas. Para mí en
este momento es muy importante, también las heridas escondidas ¿eh? porque hay
gente que se aleja por no dejar ver las heridas escondidas. Y me viene a la
mente la costumbre por la ley mosaica, los leprosos en la época de Jesús que
eran siempre alejados. Sientes que se alejan por vergüenza, y se alejan quizá
un poco con la cara torcida contra la Iglesia. Pero en fondo, dentro está la
herida, quieren una caricia y vosotros queridos hermanos, os pregunto,
¿conocéis las heridas de vuestros parroquianos? ¿Las intuís, estáis cerca de
ellos? Es la única pregunta. Misericordia significa: ni manga ancha ni rigidez.
Volvemos al sacramento de la reconciliación. Nos sucede a menudo a nosotros
sacerdotes, escuchar experiencias de nuestros fieles que nos cuentan que han
encontrado en la confesión a un sacerdote muy "estrecho", o muy
"largo", laxista o rigorista. Esto no va bien.
Que entre los
confesores haya diferencias de estilos es normal, pero estas diferencias no
pueden afectar a la sustancia, es decir, la sana doctrina moral y la
misericordia. Ni el laxista ni el rigorista da testimonio de Jesucristo, porque
ni el uno ni el otro se hace cargo de la persona que encuentra. El rigorista se
lava las manos... De hecho la ata a la ley entendida de forma fría y rígida; el
laxista se lava las manos, solo aparentemente es misericordioso, pero en
realidad no se toma en serio el problema de esa conciencia, minimizando el
pecado. La verdadera misericordia se hace cargo de la persona, la escucha
atentamente, lo enfoca con respeto y con verdad a la situación, y la acompaña en
el camino de la reconciliación. Y esto es cansando sí, realmente. El sacerdote
realmente misericordioso se comporta como el Buen Samaritano... pero ¿por qué
lo hace? Porque su corazón es capaz de compasión, ¡es el corazón de Cristo!
Sabemos bien que ni el
laxismo ni el rigorismo hacen crecer la santidad. Quizá algunos rigoristas
parecen santos, santos, pero pensad en Pelagio, después lo hablamos.
No santifican al
sacerdote y no santifican al fiel. Ni el laxismo ni el rigorismo. La
misericordia sin embargo acompaña al camino de la santidad, la hace crecer...
Es demasiado trabajo para un párroco, es verdad, es demasiado trabajo. ¿De qué
forma? A través del sufrimiento pastoral, que es una forma de la misericordia.
¿Qué significa sufrimiento pastoral? Quiere decir sufrir para y con las
personas, y esto no es fácil, sufrir como un padre y una madre sufren por los
hijos. Y me permito decir, también con ansiedad.
Para explicarme os hago también algunas preguntas que me ayudan cuando un sacerdote viene donde mí, y que me ayudan cuando estoy solo delante del Santísimo. Dime, ¿tú lloras? ¿O hemos perdido las lágrimas?
Para explicarme os hago también algunas preguntas que me ayudan cuando un sacerdote viene donde mí, y que me ayudan cuando estoy solo delante del Santísimo. Dime, ¿tú lloras? ¿O hemos perdido las lágrimas?
Recuerdo en los misales
antiguos, esos de los otros tiempos, había una oración bellísima para pedir el
don de las lágrimas, iniciaba así: 'Señor tú que has dado a Moisés el mandato
de golpear la piedra para que llegara el agua, golpea la piedra de mi corazón
para que vengan las lágrimas' era algo así.
Pero ¿cuántos de
nosotros lloramos delante del sufrimiento de un niño, delante de la destrucción
de una familia, delante de tanta gente que no encuentra el camino?
Y el llanto de un
sacerdote. ¿Tú lloras? ¿O en este presbiterio hemos perdido las lágrimas?
¿Lloras por tu pueblo? ¿Haces la oración de intercesión delante del
tabernáculo? ¿Tú luchas con el Señor por tu pueblo, como Abraham ha luchado: Y
si fueran menos, si fueran 25, 20. Una oración valiente de intercesión.
Nosotros hablamos de parresía de valentía apostólica, pensamos en los planes
pastorales, pero la misma parresía es necesaria en la oración. ¿Luchas con el
Señor? ¿Discutes con el Señor como hizo Moisés? Cuando el Señor estaba cansado,
agotado de su pueblo y decía: 'a estos les destruiré a todos y te haré jefe de
otro pueblo' ¿no? 'Si tú destruyes el pueblo destrúyeme también a mí'. Pero
estos tenían pantalones y yo hago la pregunta: ¿tenemos los pantalones para
luchar con Dios por nuestro pueblo? Y hago otra pregunta: la noche, ¿cómo
concluye tu jornada? ¿Con el Señor? ¿O con la televisión? Y veo muchas sonrisas
aquí, también yo sonrío. ¿Cómo es tu relación con los que ayudan a ser más
misericordiosos? Es decir, ¿cómo es tu relación con los niños, con los
ancianos, con los enfermos? ¿Sabes acariciarles o te avergüenzas de acariciar
un anciano? No tener vergüenza de la carne de tu hermano. Al final, seremos
juzgados sobre cómo hemos sabido acercarnos a "cada carne". Isaías...
no os avergoncéis de la carne de vuestro hermano. "Hacerse prójimo",
la proximidad, cercanía. Hacerse prójimo a la carne del hermano. El sacerdote y
el levita que pasaron antes que el buen samaritano no supieron acercarse a esa
persona abatida por los bandidos. Su corazón estaba cerrado, y tenían sus
justificaciones. Sin embargo aquel samaritano abre su corazón, quizá el
sacerdote ha mirado el reloj y ha dicho 'no puedo llegar tarde a misa...'
Muchas veces tomamos las justificaciones para dar la vuelta al problema, a la
persona.
El otro levita, el doctor de la ley ha dicho 'no puedo hacer esto
porque si hago esto mañana tendré que ir con un testigo, perderé tiempo'. Las
excusas... Tendrán un corazón cerrado, pero el corazón cerrado se justifica
siempre de lo que no hace... Sin embargo el samaritano se deja conmover en las
entrañas y este movimiento interior se traduce en acción práctica, en una
intervención concreta y eficaz para ayudar a esa persona. Al final de los
tiempos, será admitido a contemplar la carne glorificada de Cristo solo quien
no haya tenido vergüenza de la carne de su hermano herido y excluido.
A mí me hace bien
algunas veces leer la lista sobre la cuál seré juzgado, que es Mateo 25. Estas
son las cosas que me han venido a la mente para compartir con vosotros. Un poco
'a la buena' como me han venido.
En Buenos Aires, hablo
de otro sacerdote que era un confesor famoso, este era sacramentino, casi todo
el clero se confesaba con él. Una de las dos veces que fue Juan Pablo II pidió
un confesor y fue él. Era anciano, muy anciano, fue el provincial de su orden,
profesor, pero siempre confesor. Tenía siempre cola en la Iglesia del Santísimo
Sacramento. En aquel tiempo yo era vicario general y vivía en la curia. Cada
mañana pronto bajaba al fax para ver si había algo. Era una mañana de Pascua
cuando leí el fax del superior de la comunidad: ayer, antes de la vigilia de
Pascua falleció el padre Aristi, el funeral será tal día.
Y la mañana de Pascua
tenía que ir a comer a la casa de ancianos con los sacerdotes, y después de la
comida fui a la Iglesia. Es una iglesia muy grande, con una cripta muy bonita,
había solamente dos ancianas y ninguna flor y pensaba: este hombre que ha perdonado
tantos pecados al clero de Buenos Aires, incluido yo. Subí y fui a una
floristería porque en Buenos Aires hay cruces con floristerías por la calle y
compré flores, rosas y volví y comencé a preparar el ataúd con las flores. Y
miré el rosario que tenía en la mano, y ese ladrón que tenemos dentro, mientras
preparaba las flores tomé la cruz del rosario, una cruz así y con un poco de
fuerza la he arrancado, y en ese momento le he mirado y le he dicho: 'dame la
mitad de tu misericordia'.
Sentí una cosa fuerte, que me ha dado la valentía de hacer esto y esto. Oración. Y después esa cruz me la metí aquí en el bolsillo. Pero las camisas del Papa no tienen bolsillo, y yo siempre llevo conmigo una bolsa de tela pequeña, y desde ese día y hasta hoy esa cruz está conmigo. Y cuando me viene un mal pensamiento contra alguna persona, la mano se viene aquí siempre, y siento la gracia, y me hace bien. Pero cuánto bien hace el ejemplo de un sacerdote misericordioso, de un sacerdote que se acerca a las heridas.
Si pensáis en vosotros, seguramente habéis conocido muchos sacerdotes, porque los sacerdotes de Italia son buenos, y pienso que si Italia es todavía tan fuerte, no es tanto por nosotros los obispos, sino por los párrocos, los sacerdotes. Y no es un poco de incienso para vosotros sino porque lo siento así. Y la misericordia.
Pensad en tantos sacerdotes que están en el cielo y pedid esta gracia, que os den esa misericordia que han tenido con sus fieles. Y os agradezco mucho por la escucha y por haber venido aquí, y ahora me despido. Debemos rezar el ángelus.
Y después de la oración
ha añadido:
Y rezad por mí, por
favor, no lo olvidéis.
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