¡Sí a la
vida, esperanza ante la crisis!
Jornada por la Vida
25 de marzo de 2014
Guion para la eucaristía
Ritos
iniciales
Monición de entrada
En medio de
nuestro camino cuaresmal, que nos conducirá a la celebración gozosa y
esperanzadora de la Pascua, la Iglesia celebra hoy la solemnidad de la
Anunciación del Señor, en la que se conmemora el anuncio del ángel a María y la
Encarnación del Hijo de Dios, el inicio de su vida humana.
La Iglesia
no podría encontrar mejor fecha en el año para celebrar una Jornada por la
Vida que este día, nueve meses antes del día de Navidad, en el que conmemoramos
que, gracias a la acogida de la Palabra de Dios por la Virgen, el Hijo de Dios
se hizo carne de nuestra carne para caminar por nuestro mismo camino y conducirnos
hacia la vida de Dios. Hoy se encarna nuestra esperanza alumbrada en la fe de
María por obra del Espíritu Santo. Acojamos con María a la fuente de la Vida
para acoger toda vida humana.
Acto penitencial
Dios Padre, que nos invita a la
mesa de la Palabra y de la eucaristía, es quien nos llama ahora a la conversión.
Reconozcamos, pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la misericordia
de Dios.
Tú, que iniciaste tu vida humana
en las entrañas de la Virgen. Señor, ten
piedad.
Tú, que has compartido en todo
nuestra condición humana menos en el pecado. Cristo, ten piedad.
Tú, que fuiste fiel hasta la
muerte para que nosotros tengamos vida y vida abundante. Señor, ten piedad.
Liturgia
de la Palabra
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías
(7,10-14;8,10).
En aquel tiempo, el Señor habló a
Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto
del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no
quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha,
casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi
Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está
encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa
"Dios-con-nosotros".»
Salmo
Sal 39,7-8a.8b-9.10.11
R/. Aquí estoy, Señor, para
hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
No me he guardado en el pecho tu
defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos
(10,4-10):
Es imposible que la sangre de los
toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró
en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado
un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo
que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu
voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas,
holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después
añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar
lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la
oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Evangelio
Lectura del Evangelio según
Ean Lucas (1,26-38):
A los seis meses, el ángel
Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una
virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen
se llamaba María.
El ángel, entrando en su
presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras
y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas,
María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás
a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la
casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo
será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a
tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está
de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
Oración de los fieles
Recordando,
hermanos, el momento en que la Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre
nosotros, oremos a Dios, fuente de vida y de todo bien.
Oremos, en primer lugar, por la
Iglesia extendida de oriente a occidente, por el papa, los obispos y los
sacerdotes, para que sigan proclamando el evangelio de la Vida a todos los
hombres. Roguemos al Señor.
Oremos por todos nosotros para
que el Espíritu Santo enseñe a todas las personas que desde el momento de la
concepción existe en el seno materno un ser humano con vida. Roguemos al Señor.
Oremos por los gobiernos y los
legisladores de las naciones para que, iluminados por el Espíritu Santo,
protejan eficazmente el derecho de la vida desde su inicio hasta su fin
natural. Roguemos al Señor.
Oremos, de un modo especial en
esta Jornada por la Vida, por las familias, para que reciban los hijos que Dios
les conceda con responsabilidad y alegría, como María y José recibieron a
Jesús. Roguemos al Señor.
Oremos también por todas las
mujeres que están sufriendo el trauma del aborto en sus vidas. Para que
encuentren el perdón y la paz. Roguemos
al Señor.
Oremos, como hacemos siempre, por
todos aquellos que sufren en su cuerpo o en su espíritu para que reciban la
ayuda que viene de lo alto y no les falte la ayuda fraternal de los
cristianos. Roguemos al Señor.
Oremos por todos aquellos que,
como Cristo, mueren inocentemente, por los no nacidos, los enfermos, los
ancianos, las víctimas del terrorismo y la guerra, para que su dolor sea
redentor, y la Civilización de la Vida triunfe sobre la muerte. Roguemos al Señor.
Y oremos por nosotros, que nos
preparamos para renovar en la noche santa de la Pascua el bautismo por el que
fuimos incorporados a la vida nueva de la gracia para que, animados por esta
Jornada y alimentados con el Pan vivo bajado del cielo, estemos siempre
dispuestos a defender el gran don de la vida humana. Roguemos al Señor.
Oh, Dios, creador y dueño de
todas las cosas, escucha nuestras súplicas confiadas y concédenos a nosotros,
creados a tu imagen y semejanza, anunciar con fidelidad el Evangelio de la
vida. Por Jesucristo, nuestro Señor, y la intercesión de la Virgen María.
Monición a las ofrendas
Señor,
te ofrecemos estos trabajos de los alumnos del Colegio de la Divina Infantita,
son pequeños corazones que se entregarán al concluir la Eucaristía, con ellos
queremos presentar ante Ti todo el trabajo a favor de la vida, en el respeto y
defensa de la vida que se funda en su origen sagrado, con ellos también
queremos poner ante tu altar, todos los niños que están en el seno de su madre.
Señor, te
ofrecemos estas velas, con ellas queremos poner ante el altar a todos los niños
que no han nacido, a las madres que han abortado, a todos los que sufren por la
cultura de la muerte, ante ti que eres la Luz del mundo, que haces de la noche
el día más claro. Presentamos esta luz porque deseamos que el Evangelio de la
Vida sea conocido por todos.
Te
presentamos, Señor, el Pan y Vino que se convertirán en Tu Cuerpo y Sangre. Con
ellos te ofrecemos nuestros deseos de paz y amor para todas las familias del
mundo, sus problemas, sus dolores e inquietudes, nuestros deseos sinceros de
que nuestras vidas den fruto abundante, al unirnos a la ofrenda de Cristo
Resucitado.
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