El Padre Patrick H.
Daly es Secretario General de COMECE
Jorge Nuño Mayer es Secretario General de
Cáritas Europa
Las elecciones europeas
están a la vuelta de la esquina. Con el sueño de los fundadores de la Comunidad
Europea en mente, ambos secretarios generales consideran importante hablar del
proyecto europeo: están convencidos de que, para darle un nuevo impulso, el
proyecto necesita el compromiso renovado de todos los cristianos con
responsabilidad.
P. Daly: El
proyecto europeo es fruto de un sueño. Después de la pesadilla de la guerra,
había que desterrarla para siempre y crear una sociedad en la que los ciudadanos
se sintieran libres y vivieran en paz. Setenta años después, el sueño de
aquellos padres fundadores de la Unión Europea, la mayoría cristianos
comprometidos que trabajaron sin descanso para hacer de esta visión una
realidad social y política, es una realidad que, ciertamente, está yendo más
lejos de lo que habían imaginado. Hace casi cuarenta años, cuando todavía era
joven y universitario, me fui de Irlanda para seguir mis estudios en Bélgica,
seducido también por este ideal europeo. Hoy, en 2014, la Unión Europea está en
su tercera generación pero la crisis bancaria y económica está
ensombreciendo sus perspectivas.
Jorge Nuño Mayer: En
efecto. Muchos europeos se han visto gravemente afectados por la crisis. Desde
nuestra atalaya europea, Cáritas Europa constata día a día el sufrimiento de
muchos ciudadanos. En España, mi país de origen, más del 50% de los jóvenes
está sin trabajo. Y en Europa hay más desigualdad y pobreza que antes. Al mismo
tiempo, cada vez hay más pobres que llegan a las puertas de Europa, buscando la
manera de pasar la frontera. La quinta parte de la población mundial tiene
hambre. Y mientras tanto, para los que están en poder, parece que lo único que
cuenta son los números. ¡Pero no todo es cuestión de PIB y de crecimiento! Las
previsiones económicas apuntan a que demasiados ciudadanos no encontrarán un
empleo en las próximas décadas. En la Unión Europea la situación de emergencia
es real: los pobres no pueden seguir esperando.
P. Daly: ¿Podemos
atribuir la desastrosa situación en la que nos encontramos al hecho que se ha
ido demasiado lejos en integración europea o a que no se ha hecho lo
suficiente? Demos un paso atrás y repasemos los planes iniciales de los padres
fundadores. Robert Schuman, Alcide de Gasperi y Konrad Adenauer tenían un
proyecto en mente basado en la paz y la solidaridad. Un proyecto que hundía sus
raíces en unos valores cristianos. En el informe de COMECE A Europe of
Values (2007) enumeramos estos valores. Al principio, la condición sine
cua non para llevar adelante el proyecto era la reconciliación. Ahora, el
auge del populismo en Europa demuestra que la reconciliación sigue sin poder
darse por conseguida. Nuestra generación, y las generaciones de cristianos que
nos sigan, tendrán que seguir trabajando arduamente y dar testimonio de los
valores evangélicos que nos guían, empezando por nuestras parroquias, a lo
largo y ancho del continente.
Jorge Nuño Mayer: ¡Desde
luego! Si nosotros, alimentados por estos valores cristianos fundamentales, que
se deben poner en valor no solo al entrar en la iglesia, pudiéramos asumir más
responsabilidades en la sociedad a nivel europeo y que nuestra voz se oyera en
las instancias políticas, en los negocios y en los órganos financieros, como se
escucha en nuestros círculos eclesiásticos y en nuestras familias (la “iglesia
doméstica” como la llamaba S. Juan Pablo II), podríamos dar un nuevo rostro a
Europa. Si. Un cariz más humano. El ser humano tiene que volver a ser el centro
en torno al cual giren las decisiones políticas y económicas europeas. Las
empresas y el crecimiento deberían ponerse al servicio de esta misión. El
objetivo último de cada decisión debería ser que sirva a todos y cada uno de
nuestros ciudadanos.
P. Daly: Tienes
razón. La pobreza es efectivamente uno de los muchos asaltos a la dignidad
humana. La vida humana debe ser protegida desde el momento de la concepción
hasta el de la muerte natural. No se trata de un derecho pasivo, algo que
tengamos que padecer, al contrario. Cada ser humano, ciudadano europeo o
emigrante, debería tener la oportunidad de desarrollarse integralmente. Cada
uno tiene derecho a vivir su propia vida. Ciertamente, la educación, la salud,
el trabajo (no sólo el empleo), la cultura son parámetros fundamentales
en nuestro desarrollo personal. El estricto cumplimiento del principio de
subsidiariedad significa que todo ser humano debe ser respetado como se merece
en la Unión Europea y en sus Estados miembros.
Jorge Nuño Mayer: ¡Por
supuesto! La Unión Europea debería concentrarse en la consecución y defensa del
bien común, y debe dejar que los ciudadanos participen todo lo posible en la
construcción de esta comunidad de valores única que es la Unión Europea.
El bien común de mi entorno más cercano está unido a un bien común más amplio,
el de todos los europeos. Si una decisión trae consigo más pobreza o
sufrimiento en cualquier parte del mundo, entonces es que no es una buena
decisión. Ya lo decía Montesquieu “Si supiera algo que resultara
útil a mi país y fuera prejudicial para Europa, o si fuera útil para Europa y
perjudicial para el género humano, lo consideraría un crimen”.
Daly: En efecto,
todos somos miembros de la única familia humana que existe, todos somos
hermanos y hermanas de la misma. Y juntos compartimos la responsabilidad de la
creación. El cambio climático es un tema fundamental para los católicos y
contar con una política europea armonizada, compartida y que cuente con el
apoyo de todos nos permitiría actuar con eficacia y evitar todo desastre
potencial. En 2008 COMECE publicó un informe sobre el clima y el estilo de vida
de los católicos. El mensaje era que deberíamos aspirar a vivir con menos.
Jorge Nuño Mayer: Exactamente.
A largo plazo, templanza y austeridad son la manera más realista y más justa
que debemos adoptar para seguir avanzando. Tenemos que hablar de todo eso entre
nosotros: en nuestras familias, en nuestros vecindarios, en el trabajo.
Deberíamos asegurarnos de que nuestros principios digan mucho sobre nuestras
decisiones económicas y políticas. Nuestras sociedades tienen que ser más
compasivas. No podemos hacer la vista gorda ante el sufrimiento de los demás,
ya sean pobres, desempleados o sin techo. Debemos tener una actitud más
afectuosa y acogedora para los desconocidos que viven en la pobreza, para los
emigrantes o refugiados, también para los que son nuestros vecinos y que lo
están pasando mal en estos tiempos de crisis. Un gesto tan sencillo como
saludar con aprecio o dedicar un poco de nuestro tiempo a otro puede significar
mucho, aunque no transforme radicalmente una vida.
P. Daly: Buscar
una identidad Europea que corresponda a nuestros sueños pone la barra muy alta
a los cristianos. Tenemos que mostrar una actitud abierta a los desconocidos,
lo que al principio puede hacerse raro, comprometernos una y otra vez con
nuestra la tradición católica, permanecer abiertos al diálogo como hiciera
Jesús durante su sacerdocio. El Papa Francisco nos invita a todos a desarrollar
una actitud nueva: “El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos
acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Esta actitud
abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social que
es la que favorece el diálogo.”
Jorge Nuño Mayer: Este
era precisamente el espíritu original del proyecto europeo y de ese camino
hacia la integración iniciado en 1950. Este espíritu será el que nos permitirá
romper los lazos con nuestras individualistas formas de vida, centradas sobre
todo en consumir, y abrirnos al desconocido. Yo soy el guardián de mi hermano.
Tengo que ayudar activamente a conseguir el bienestar de mi prójimo. Eso sí, la
idea de prójimo debe entenderse de otra manera en una sociedad plural y
multicultural. Como el santo Juan Pablo II nos recordaba: “Europa es apertura.”
P. Patrick H. Daly
& Jorge Nuño Mayer: Pedimos a todos los cristianos que tengan una
responsabilidad política, social o económica que reactiven el sueño europeo. Si
los cristianos se comprometen personalmente con los valores que ocupan el
núcleo central del proyecto europeo y la enseñanza social de la Iglesia,
entonces ayudarán a construir un mundo mejor. Hay sitio para un sueño europeo,
a nosotros nos corresponde hacerlo realidad.
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