Homilía
del papa Francisco en la misa del IV domingo de pascua, en la cual han sido
ordenados 13 sacerdotes
Queridos hermanos,
estos nuestros hijos y hermanos han sido llamados al Orden del presbiterato.
Como ustedes bien
saben, el Señor Jesús es el sólo sumo sacerdote del Nuevo Testamento, pero él y
todo el pueblo santo de Dios que fue constituido pueblo sacerdotal. No lo
fueron menos todos discípulos, el Señor Jesús quiere elegir algunos en
particular, para que ejercitando públicamente en la Iglesia en su nombre el
ministerio sacerdotal a favor de todos los hombres, continuaran su personal
misión de maestro, sacerdote y pastor.
Después de una atenta
reflexión nosotros estamos por elevar al orden del presbiterado a estos
nuestros hermanos, porque siriviendo a Cristo maestro, sacerdote y pastor,
cubran las necesidades del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, el pueblo de
Dios y el templo santo del Espíritu.
Ellos serán de hecho
configurados en Cristo, sumo y eterno sacerdote, o sea come herederos
sacerdotes del Nuevo Testamento, y este título que los une al sacerdocio a su
obispo, serán predicadores del evangelio, pastores del pueblo de Dios, y
presidirán las acciones de culto especialmente en la celebración del Sacrificio
del Señor.
En cuanto ustedes,
hermanos e hijos dilectísimos, que están por ser promovidos al Orden del
presbiterio, consideren que ejercitando el ministerio de la sagrada doctrina,
serán partícipes de la misión de Cristo, único maestro. Dispensen a todos
aquella palabra que ustedes mismos recibieron con alegría de vuestras mamás y
de vuestros catequistas. Lean y mediten asiduamente la palabra del Señor para
creer en aquello que han leído, enseñar lo que han aprendido en la fe, para
vivir aquello que han enseñado. Sea por lo tanto nutrición para el pueblo de
Dios vuestra doctrina, que no es vuestra: ustedes no son dueños de la doctrina,
es la doctrina del Señor y ustedes tiene que ser fieles a la doctrina del
Señor.
Sea por lo tanto
nutrición al pueblo de Dios vuestra doctrina. Alegría y apoyo a los fieles de
Cristo y perfume de vuestra vida, para que con la palabra y el ejemplo
edifiquen la casa de Dios y la Iglesia. Y así ustedes continuarán la obra
santificadora de Cristo. Mediante vuestro ministerio el sacrificio espiritual
de los fieles se vuelve perfecto, porque unido al sacrificio de Cristo que por
vuestras manos y en nombre de toda la Iglesia se ofrece en modo incruento en el
altar en la celebración de los santos misterios.
Reconozcan por lo tanto
lo que hacen, imiten lo que celebran porque participando al misterio de la
muerte y resurrección del Señor lleven la muerte de Cristo en sus miembros y
caminen en con él en novedad de vida.
Con el bautismo
añadirán nuevos fieles al pueblo de Dios. Con el sacramento de la Penitencia
perdonarán los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia.
Aquí quiero detenerme y
pedirles por amor de Jesucristo, nunca se cansen de ser misericordiosos, ¡por
favor! Tengan esa capacidad de perdón que ha tenido el Señor, que no vino a
condenar pero a perdonar. Tengan misericordia, tanta, y si les viene el
escrúpulo de ser demasiado perdonadores, piensen en aquel santo cura del que
les hablé, que iba delante del tabernáculo y decía: 'Señor, perdóname si he
perdonado demasiado, pero eres tú que me has dado el mal ejemplo'. Es así. Y
les digo de verdad, me da tanto dolor cuando encuentro gente que no va más a
confesarse porque fue apaleada, retada. ¡Han sentido que las puertas de las
iglesias se le cerraban en la cara! Por favor no hagan esto, misericordia,
misericordia.
El Buen Pastor entra
por la puerta, y la puerta de la misericordia son las llagas del Señor, y si
ustedes no entran en vuestro ministerio por las llagas del señor, no serán
buenos pastores.
Con el olio santo darán
alivio a los enfermos, celebrando los sacros ritos y elevando en las diversas
horas del día la oración de alabanza y súplica, se harán voz del pueblo de Dios
y de toda la humanidad.
Siendo conscientes de
haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en su favor para atender
las cosas de Dios, ejerciten en letizia y caridad sinceridad la obra sacerdotal
de Cristo, únicamente con la intención de agradar a Dios y no a ustedes mismos.
Y piensen a lo que
decía san Agustín a los pastores que buscaban de gustarse a sí mismos: que
usaban a las ovejas del señor como comida, para vestirse y para endosar la
majestad de un ministerio que no se sabía si era de Dios.
Para concluir,
participando a la misión de Cristo hecho pastor en comunión filial con vuestro
obispo, empéñense a unir a los fieles en una única familia, para conducirlos a
Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Tengan siempre adelante
de sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, pero para
servir y para intentar salvar aquello que estaba perdido.
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