El
Santo Padre contó cuando una mamá, la Virgen y un joven resolvieron un problema
escuchando el consejo del Espíritu Santo
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buen día! Hemos escuchado la lectura de esa estrofa del Libro
de los Salmos, que dice: 'El Señor me aconseja, el Señor me habla
internamente'. Es éste otro de los dones del Espíritu Santo, es el don del
consejo.
Sabemos cuánto sea
importante en los momentos más delicados, poder contar con el consejo de las
personas sabias que nos quieren mucho. Ahora, a través del don del consejo, es
Dios mismo con su Espíritu que ilumina nuestro corazón, de manera que podamos
entender el modo justo de hablar, de comportarnos y el camino que debemos
seguir.
Pero, ¿cómo actúa este don en nosotros? En el momento en que lo recibimos y hospedamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza enseguida a volver sensible su voz, a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones, de acuerdo con el corazón de Dios. Y al mismo tiempo nos lleva siempre más a poner nuestra mirada interior en Jesús como el modelo de nuestro modo de actuar y relacionarse con Dios Padre y con los hermanos.
Pero, ¿cómo actúa este don en nosotros? En el momento en que lo recibimos y hospedamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza enseguida a volver sensible su voz, a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones, de acuerdo con el corazón de Dios. Y al mismo tiempo nos lleva siempre más a poner nuestra mirada interior en Jesús como el modelo de nuestro modo de actuar y relacionarse con Dios Padre y con los hermanos.
El consejo es entonces
el don con el cual el Espíritu Santo vuelve capaz a nuestra conciencia de tomar
una decisión concreta en comunión con Dios, según la lógica de Jesús y de su
evangelio. De este modo el Espíritu crece interiormente, positivamente, en la
comunidad. Y nos ayuda a no caer en el yugo del egoísmo y en el modo de ver las
cosas. Así el Espíritu nos ayuda a crecer y también a vivir en comunidad.
La condición esencial
para conservar este don es la oración. Pero siempre volvemos a lo mismo: la
oración. Y es tan importante la oración, rezar; rezar las oraciones que
conocemos desde niños, pero también rezar con nuestras palabras, rezarle al
Señor: ¡ayúdame! ¿Señor qué debo hacer ahora? Y con la oración hacemos espacio
para que el Espíritu venga y nos ayude en ese momento y nos aconseje sobre lo
que nosotros debemos hacer.
La oración, nunca
olvidarse de la oración, nunca. Nadie se da cuenta cuando nosotros rezamos en
el autobús o en la calle, rezamos en silencio con el corazón, aprovechemos
estos momentos para rezar. Rezar para que el Espíritu nos de este don del
consejo.
En la intimidad con
Dios y en el don de su palabra, poco a poco dejamos de lado nuestra lógica
personal, dictada la mayoría de las veces por nuestro encerrarnos, por nuestros
prejuicios y nuestras ambiciones. Aprendamos en cambio a pedirle al Señor
'¿Cuál es tu deseo?', pedirle consejo al Señor. Y esto lo hacemos con la
oración.
Y de esta manera madura
en nosotros una sintonía profunda, casi natural con el Espíritu y se
experimenta cuanto sean verdaderas las palabras de Jesús reportadas en el
evangelio de Mateo: 'No se preocupen de qué o que cosa dirán. porque les será
dado en esa hora lo que deberán decir. Porque de hecho no serán ustedes a
hablar, pero es el Espíritu del Padre vuestro que hablará en vosotros'. Es el
Espíritu que nos aconseja, pero nosotros nosotros debemos darle espacio al
Espíritu para que nos aconseje. Dar espacio es rezar, rezar para que el venga y
nos ayude siempre.
Y como todos los otros
dones del Espíritu, el consejo constituye también un tesoro para toda la
comunidad cristiana. El Señor no nos habla solamente en la intimidad del
corazón, nos habla sí, pero no solamente allí, pero nos habla también a través
del consejo y testimonio de los hermanos. Es verdaderamente un don grande poder
encontrar a hombres y mujeres de fe que especialmente en los momentos más
complicados e importantes de nuestra vida nos ayuden a hacer luz en nuestro
corazón y a reconocer la voluntad del Señor.
Me acuerdo una vez que
estaba en el confesionario con una fila larga adelante, era en el santuario de
Luján, la diócesis de ese obispo que está allí. Estaba en la cola un muchachón,
todo moderno, con aros, tatuajes y todo lo demás. Vino para decirme lo que le
pasaba, era un problema grande difícil, ¿y tú que harías?. Y él me dijo: “Le he
contado todo esto a mi madre y ella me dijo, 've a lo de la Virgen y ella te
dirá lo que tienes que hacer'. Estaba allí una mujer que tenía el don del
consejo. No sabía como salir del problema del hijo, pero le indicó el camino
justo. Ve a lo de la Virgen y ella te dirá. Este es el don del consejo, dejar
que el Espíritu hable. Y esa mujer humilde y simple le dio a su hijo el consejo
más verdadero, porque este muchacho me dijo: 'Hablé con la Virgen y Ella me
dijo, tienes que hacer esto, esto y esto'. Y yo no tuve necesidad de hablar.
Todo lo hicieron la mamá, la Virgen, y el joven. Este es el don del consejo. Y
ustedes mamás, que tienen ese don, pidan este don para sus hijos, el don de
aconsejar a los hijos. Es un don de Dios
Queridos amigos, el
salmo que hemos oído nos invita a rezar con estas palabras: 'Bendigo al Señor
que me ha dado consejo. También de noche mi ánimo me instruye, yo pongo siempre
delante de mi al Señor que está a mi derecha, no podré vacilar'.
Que el Espíritu pueda
siempre infundir en nuestro corazón esta certeza y colmarnos así de su
consolación y de su paz. Pidan siempre el don del Consejo. Gracias.
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