Tener un amor siempre nuevo el uno hacía el otro
Hoy comienza la Mariápolis,
y la sensación que tenemos es la misma que cuando vamos a una ciudad nueva que
no conocemos. Nos han hablado mucho de ella, hemos leído… ¡estamos
entusiasmados por no solo visitarla, sino por vivir en la Mariápolis!
Estamos deseosos de ser una
tesela del “Mosaico de Fraternidad”. No sabemos cual: en una esquina, con
un color determinado, que forma tendremos, que color, que dibujo hará… lo que
si sabemos, estamos convencidos es que queremos ser una tesela de ese mosaico.
Y sabemos que la belleza del mosaico depende de cada una de las teselas: ¡TODAS SON IMPORTANTES, NO PUEDE FALTAR
NINGUNA!. No sabemos cual, pero si que somos una tesela del Mosaico de
Fraternidad.
Y sabemos cual es el cemento
que las une: EL AMOR, una amor nuevo
el uno hacia del otro. Y sabemos, porque Jesús nos lo ha dicho, como tiene que
ser este amor: un amor que nos meve, que nos sugiere cómo responder a las
situaciones y a las opciones que debemos tomar. Es el amor el que nos enseña a
distinguir: esto está bien, lo hago; esto está mal, no lo hago. Es el amor el
que nos impulsa a actuar en función del bien del otro.
Y el artesano que va a ir
componiendo el mosaico y aplicando el cemento, lo conocemos, sabemos quién es,
la fuerza que tiene, sin ninguna violencia: ESL ESPÍRITU SANTO, es el Espíritu que Jesús puesto en cada uno de los
que se adhieren a su mandamiento: “amaos los unos a los otros como yo os he
amado”, los unos a los otros (no especifica, sexo, condición, raza…), pidamos
la gracia de que El nos haga entender el “cómo”.
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