Artículo publicado por Francisco Rodríguez Barragán en ANALISISDIGITAL.
En mi anterior artículo “Un futuro que ya es
presente” manifesté mi voluntad de seguir comentando las cosas que Alvin
Toffler anticipó, y las que no anticipó, en su obra El “shock” del futuro,
especialmente en lo relacionado con la familia.
En el apartado “la familia reducida” de su
capítulo XI, habla del paso ya producido de la familia extensa, ─abuelos, tías, primos─, propia de una
cultura agrícola, a la familia nuclear compuesta solo del matrimonio y los
hijos, propia de una cultura industrial y
ciudadana.
Pero esta familia nuclear también anticipa
que cambiará y será cada vez más reducida debido a las carreras profesionales
de los cónyuges y la transitoriedad de las uniones matrimoniales. Dice que la
decisión de engendrar un hijo se irá posponiendo y retrasando hasta la edad del
retiro, en cuyo momento las técnicas de reproducción pueden facilitarle la
implantación de un embrión congelado a un vientre de alquiler.
Lo de tener hijos después de jubilarse no
parece que se haya producido, pero el retraso en la primera maternidad es cada
vez más acusado. Se tiene el primer hijo bien pasada la treintena que, a
menudo, será el único. La tasa de natalidad en el mundo occidental es bastante
baja y más acusada aún en España, donde se está produciendo un proceso de
rápido envejecimiento de la población.
Cada vez hay más viejos y menos niños y
aunque los viejos sobrevivan a edades cada vez más avanzadas, terminarán
muriendo, sin que existan generaciones jóvenes para sustituirlos. Toffler no
anticipó el problema del envejecimiento imparable de la población, que hace
insostenible el mantenimiento del estado de bienestar. Estamos asistiendo al
suicidio de una civilización, que será sustituida por otros pueblos diferentes
y más prolíficos, que ya están creciendo entre nosotros y otros que vendrán.
La ideología de género, el feminismo radical,
la contracepción, el aborto o el miedo a la superpoblación del planeta, que
Toffler no menciona, están produciendo efectos devastadores sobre la familia,
auspiciados por los organismos internacionales que, manejados por importantes
minorías y bajo exitosos eufemismos como la salud sexual y reproductiva o la
lucha contra las discriminaciones, la explosión demográfica, la ecología, los
derechos de los animales, y otras cosas por el estilo, están actuando como
motores del cambio que se está produciendo ante nuestros ojos.
Si siempre estuvo claro que las personas
somos biológicamente varones o mujeres, dejó de estarlo desde aquel exabrupto
de Simone de Beauvoir: “No se hace mujer: llega una a serlo”, el sexo pasó a
ser algo cultural, disponible, cada uno puede elegir la sexualidad que se le
antoje, con la aquiescencia de los gobiernos, dizque progresistas. No hay ya
dos sexos complementarios en el amor, sino un sinfín de modalidades que se
están inculcando a los niños desde los jardines de infancia.
Aunque siempre me gustaron los libros que
imaginaban el futuro nunca leí ninguna anticipación de esta clase, que ya es
presente. El niño puede elegir ser niña o la niña ser niño y nos dicen que hay
obligación de tratarlos como tal, según la ley de mi comunidad autónoma.
Hay sin duda un shock de futuro, un futuro
chocante, que se nos está imponiendo todos los días y se va aceptando por unos
con satisfacción, por otros con estupor. Merece la pena pensar en todo ello
para tener ideas claras, si es posible.
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