En la homilía de este viernes, el Santo Padre
invita a edificar la Iglesia con las virtudes de la humildad, la magnanimidad,
la dulzura y la mansedumbre.
FUENTE ZENIT.
Todo cristiano está llamado a
trabajar por la unidad de la Iglesia. Es la exhortación formulada por el papa
Francisco en la misa de esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. El
Pontífice ha subrayado que debemos ser guiados por el Espíritu Santo, que hace
la unidad de la Iglesia en la diversidad de las personas.
"Yo,
prisionero, os exhorto a construir la unidad en la
Iglesia". El papa Francisco ha desarrollado su homilía a partir de
esta exhortación de san Pablo en la Carta a los Filipenses. "Hacer la
unidad de la Iglesia --ha observado el Santo Padre-- es el trabajo de la
Iglesia y de cada cristiano en la historia". El apóstol Pedro, ha añadido,
"cuando habla de la Iglesia, habla de un templo hecho de piedras
vivas, que somos nosotros". Al contrario, ha advertido, "de ese otro
templo de la soberbia que era la Torre de Babel". El primer templo, ha
insistido, "trae la unidad", el otro "es el símbolo de la
desunión, del no entendernos, de la diversidad de lenguas":
"Hacer la unidad de la
Iglesia, construir la Iglesia, este templo, esta unidad de la Iglesia: esta es
la tarea de cada cristiano, de cada uno de nosotros. Cuando se tiene que
construir un templo, un edificio, se busca un terreno edificable,
preparado para esto. La primera cosa que se hace es buscar la piedra basal, la
piedra angular dice la Biblia. Y la piedra angular de la unidad de la Iglesia,
o mejor, la piedra angular de la Iglesia es Jesús, y la piedra angular de la
unidad de la Iglesia es la oración de Jesús en la Última Cena: '¡Padre, que
sean uno!'. ¡Y esta es la fuerza!"
Jesús, ha reiterado, es "la
roca sobre la que edificamos la unidad de la Iglesia", "sin esta
piedra no se puede. No hay unidad sin Jesucristo como base: es nuestra
seguridad". Pero, ¿quién, entonces, --se ha preguntado el Papa--
"construye esta unidad"? Este, ha sido su respuesta, "es el
trabajo del Espíritu Santo. Es el único capaz de hacer la unidad de la Iglesia.
Y por eso Jesús lo ha enviado: para hacer crecer la Iglesia, para que sea
fuerte, para que sea una". Es el Espíritu, ha proseguido, el que hace
"la unidad de la Iglesia" en la "diversidad de los pueblos, las
culturas, las personas". ¿Cómo, entonces, se "construye este
templo"?, se ha preguntado nuevamente Francisco. Si el apóstol Pedro,
cuando hablaba de esto, "decía que éramos piedras vivas de esta construcción",
san Pablo "nos aconseja que no seamos piedras, sino más
bien ladrillos débiles". Los consejos del Apóstol de los
gentiles para "construir esta unidad son consejos de debilidad, de acuerdo
con el pensamiento humano":
"La humildad, la dulzura, la
magnanimidad: son cosas débiles, porque el humilde parece que no sirve para
nada; la dulzura, la mansedumbre, parece que no sirven; la magnanimidad,
estar abierto a todos, tener un gran corazón... Y luego dice más: 'Soportándoos
los unos a los otros en el amor'. Soportándoos los unos a los otros en el amor,
¿dando importancia a qué? A conservar la unidad. Y nos convertimos en
piedras más fuertes de este templo mientras más débiles nos hacemos con estas
virtudes de la humildad, la magnanimidad, la dulzura, la mansedumbre".
Este, ha recalcado, es "el
mismo camino que ha hecho Jesús", que "se ha hecho débil" hasta
la Cruz "¡y se convirtió en fuerte!" Y así debemos hacer nosotros:
"El orgullo, la suficiencia, no sirven". Cuando se hace una
construcción, ha afirmado, "es necesario que el arquitecto haga el plano.
¿Y cuál es el plano de la unidad de la Iglesia?":
"La esperanza a la que hemos
sido llamados: la esperanza de ir al Señor, la esperanza de vivir en una
Iglesia viva, hecha de piedras vivas, con la fuerza del Espíritu Santo. Sólo
sobre el plano de la esperanza podemos avanzar en la unidad de la Iglesia.
Hemos sido llamados a una gran esperanza. ¡Vamos allí! Pero con la fuerza que
nos da la oración de Jesús por la unidad; con docilidad al Espíritu Santo, que
es capaz de transformar los ladrillos en piedras vivas; y con la esperanza de
encontrar al Señor que nos ha llamado, encontrarlo cuando ocurra la
plenitud de los tiempos".
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