Un sacerdote responde a las dudas a
jóvenes parroquianos e invita a tener confianza en el Sínodo. Incluso si tomara
"decisiones erróneas", porque la Iglesia no podrá nunca fallar.
Por Don Antonio Grappone
Don Antonio, ha comenzado el Sínodo
extraordinario sobre la familia, y parece que el problema central sea la
Comunión a los divorciados vueltos a casar...
Por favor, no hagan caso de los periódicos. El papa Francisco ha hablado
del 'pecado' de los periodistas: la desinformación, es decir, el intento de
condicionar a la gente y de llamar la atención manipulando la información,
realmente un pecado grave. En sus diarios del Concilio Vaticano II, De Lubac,
notaba ya entonces este problema, que terminaba por condicionar a los mismos
obispos. También Benedicto XVI, en su último encuentro con el clero romano,
subrayó que el condicionamiento periodístico terminó por obstaculizar
gravemente la recepción del Concilio. El papa Francisco quiere que de este
Sínodo emerja la incomparable belleza de la familia cristiana, como Dios la ha
querido, para que sea signo de esperanza para los hombres de nuestro tiempo.
¡Este es el motivo central del Sínodo!
La Iglesia no está demasiado atrás cuando
insiste en defender la indisolubilidad del matrimonio?
Ningún obispo en el mundo niega la indisolubilidad, es precisamente un
problema creado por los periodistas y por algún "teólogo" un poco
exaltado...
¿Pero es posibile que solo los divorciados
y vueltos a casar no pueden acceder a los sacramentos?
Deberías saber que no es verdad. También tú, si estás en pecado mortal, no
puedes acceder a los sacramentos, antes te debes confesar y recibir la
absolución: como decíamos la otra vez, los divorciados vueltos a casar en ciertas condiciones pueden acceder a
los sacramentos. No pueden acceder los excomulgados hasta que se levante la
excomunión. O, en algunos países de Europa occidental, donde quizá se concede
la comunión con gran amplitud, los sacramentos son negados oficialmente a quien
no ha pagado los impuestos para la Iglesia... El papa Benedicto, durante su
último viaje en Alemania, aconsejó revisar esta disciplina, pero los obispos
prefirieron confirmarla.
Pero, ¿negar la comunión a los divorciados
vueltos a casar no es una falta de misericordia?
Todos sabemos que el término misericordia, como otros, se presta a
equivocaciones. Los Padres de la Iglesia distinguen entre verdadera y falsa
misericordia, hablan incluso de "misericordia del diablo". ¿De qué se
trata? Los padres hacen el ejemplo del médico: si un enfermo tiene una
cangrena, el médico para salvarle la vida debe amputar la extremidad enferma,
pero si se lamenta con gemidos, y quizá da solo un calmante, el enfermo muere.
Esta es la falsa misericordia. Hasta que no se comienza a extirpar el mal que
mata, que es el pecado, la misericordia es solo una hipocresía. Claro que un
divorciado vuelto a casar sufre, no porque no puede hacer la comunión, sino
porque está unido sacramentalmente en Cristo a una persona que no es con la que
vive, una laceración real que los sacramentos no cancelan. Para sanar es
necesario iniciar un camino de conversión para salir de la condición de pecado.
Muchos obispos quisieran que se tomara
como modelo la praxis ortodoxa...
La praxis ortodoxa de las segundas nupcias no sacramentales no es, como
algunos creen, un legado de la Iglesia antigua, sino que ha sido introducida
por la legislación imperial en época medieval. El emperador bizantino para la
Iglesia de oriente era el jefe supremo, a diferencia de la Iglesia occidental,
que nunca ha aceptado la supremacía de la política sobre la Iglesia. Los
intereses del emperador, de hecho, eran sociales, no eclesiales, y del todo extraños
a las situaciones en la que nos encontramos hoy. Así como es, el de la Iglesia
ortodoxa no me parece un modelo al que podamos hacer llamamiento.
Pero si la Iglesia no escucha el mundo,
¿cómo el mundo escuchará a la Iglesia?
Ciertamente escuchar a todos es importante, como ha subrayado el papa
Francisco en la Evangelii gaudium: también quien se equivoca tiene
algo que enseñar. De hecho: ¿cómo se equivoca? El mundo, como enseña el
Concilio, es escuchado para que se pueda anunciar a Cristo de una forma que se
haga entender. Para los contenidos, sin embargo, es necesario escuchar a Dios,
que ha hablado en Cristo. Escuchar al mundo significa comprender el grito de
dolor, la necesidad de salvación. La Iglesia tiene el deber de anunciar la
verdad que salva el mundo, que lo libera. Que el anuncio sea acogido o no, no
depende de la Iglesia, que no tiene la misión de dominar la cultura o los
medios de comunicación; la Iglesia es sal y levadura, una realidad también muy
pequeña, pero capaz de iluminar el universo. La eficacia del anuncio no se mide
por los éxitos mundanos o por el consenso de la mayoría.
¿Pero no es mejor conceder la comunión y
basta? ¿De qué deberíamos tener miedo?
No es un problema de miedos. Se trata de confirmar la Gracia de los
sacramentos, el Espíritu Santo, transforma realmente la vida de las personas,
no la deja así como está. Esta es la experiencia de la Iglesia católica. En
ambientes protestantes sin embargo hay una concepción distinta: la Gracia
"cubre" los pecados, en el sentido que Dios no los mira más, pero no
lo sana, no lo cura, el hombres en sí queda en su estado de corrupción. Quizá
algunos argumentos llevados a favor de una concesión indiscriminada de la
Comunión a los divorciados vueltos a casar se ven afectados por esta concepción.
¿Y si al final el Sínodo toma decisiones
equivocadas? ¿ La Iglesia está destinada al fracaso?
La Iglesia en Cristo ya ha vencido y por tanto no puede fallar. También la
praxis actual, como decían en el coloquio precedente, no es ideal, es
"defectuosa". Esperemos que el Sínodo pueda mejorarla. Pero errores y
contradicciones en cuestiones particulares no han perjudicado nunca la función
salvífica de la Iglesia. Por eso sería absurdo romper la comunión con la
Iglesia porque esta o esa decisión no nos gusta. El Señor está con su Iglesia,
su Esposa, hasta el final del mundo. ¡El Señor no se divorcia!
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