El Santo Padre preside la celebración conmemorativa del 50 aniversario de Sínodo de los Obispos.
FUENTE ZENIT
En un
Iglesia sinodal, el Sínodo de los Obispos es solo la manifestación más evidente
de un dinamismo de comunión que inspira todas las decisiones eclesiales. Lo ha
recordado el papa Francisco en el discurso que ha pronunciado durante la
ceremonia de conmemoración del 50ª aniversario del Sínodo de los Obispos, que
ha tenido lugar esta mañana en el Aula Pablo VI.
Asimismo, el
Santo Padre aseguró que el mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a
amar y a servir también en sus contradicciones, “exige de la Iglesia el
fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión”. Precisamente
--indicó-- el camino de la sinodalidad es el camino que Dios se espera de la
Iglesia del tercer milenio.
Lo que el
Señor nos pide, en un cierto sentido, está ya todo incluido en la palabra
Sínodo. Caminar juntos --laicos,
pastores, Obispo de Roma-- es un concepto fácil de expresar en palabras, pero
no tan fácil de poner en práctica, advirtió.
Reconociendo
el propio “olfato” del Rebaño para discernir los nuevos caminos que el Señor
abre a la Iglesia, el Papa aseguró que esta convicción le guio cuando quiso que
el Pueblo de Dios fuera consultado en la preparación de la doble cita sinodal
sobre la familia. ¿Pero cómo habría sido posible hablar de familia sin
interpelar a las familias, escuchando sus alegrías y sus esperanzas, sus
dolores y sus angustias? Se preguntó Francisco.
Además,
quiso subrayar que una Iglesia sinodal “es
una Iglesia de la escucha, en la conciencia de que escuchar ‘es más que oír’”.
El Papa explicó que el camino sinodal “empieza escuchando al Pueblo”, prosigue
“escuchando a los Pastores” y finalmente “culmina en la escucha del Obispo de
Roma, llamado a pronunciarse como Pastor y Doctor de todos los cristianos”,
pero “no a partir de sus convicciones personales”.
Es más,
indicó que el hecho de que el Sínodo actúe siempre cum Petro et sub Petro -con
Pedro y bajo Pedro- no es una limitación de la libertad, sino una garantía de
la unidad.
Por otro
lado, el Santo Padre indicó que “la sinodalidad, como dimensión constitutiva de
la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el
mismo ministerio jerárquico”. A propósito, el Pontífice recordó que “para los discípulos de Jesús, ayer, hoy y
siempre, la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el
poder de la cruz”. Del mismo modo, subrayó que el primer nivel del
ejercicio de la sinodalidad se realiza en las Iglesias particulares --haciendo
referencia al Sínodo diocesano y los organismos de comunión-- aseguró que
solamente en la medida en la que estos organismos permanecen conectados con el
“bajo” y parten de la gente, de los problemas de cada día, puede comenzar a
tomar una forma de Iglesia sinodal. El Papa precisó que el segundo nivel es el
de las Provincias y las Regiones Eclesiásticas, de los Concilios Particulares y
de forma especial de las Conferencias Episcopales. Al respecto, el Santo Padre
indicó que “debemos reflexionar para realizar aún más, a través de estos
organismos, las instancias intermedias de la colegialidad, quizá integrando y
actualizando algunos aspectos del antiguo orden eclesiástico”.
Y así,
recordó que el último nivel es el de la Iglesia universal. “Aquí el Sínodo de
los Obispos, representado el episcopado católico, se convierte en expresión de
la colegialidad episcopal dentro de una iglesia sinodal”, explicó.
También aseguró
que “el compromiso de edificar una Iglesia sinodal --misión a la cual estamos
todos llamados, cada uno en el rol que el Señor le confía-- está cargado de
implicaciones ecuménicas”. Y añadió que está convencido de que, en una Iglesia
sinodal, también el ejercicio del primado petrino podrá recibir mayor luz. “el
Papa no está solo, por encima de la Iglesia; sino dentro de ella como Bautizado
entre Bautizados y dentro del Colegio episcopal como Obispo entre los Obispos,
llamado al mismo tiempo --como sucesor del apóstol Pedro-- a guiar la Iglesia
de Roma que preside en el amor a todas las Iglesias”. Asimismo, reiteró la
necesidad y la urgencia de pensar en “una conversión del papado” mientras
citaba unas palabras de su predecesor Juan Pablo II en la encíclica Ut Unum
Sint: “Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular,
sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las
Comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar
una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo
esencial de su misión, se abra a una situación nueva”.
Para
finalizar, aseguró que nuestra mirada se extiende también a la humanidad. “Una
Iglesia sinodal es como estandarte alzado entre las naciones de una forma que
--aun invocando participación, solidaridad y transparencia en la administración
de lo público-- entrega a menudo el destino de poblaciones enteras en las manos
codiciosas de pequeños grupos de poder”, advirtió en su discurso.
Como Iglesia
que “camina junto” a los hombres, partícipe de las tribulaciones de la
historia, cultivamos el sueño que el descubrimiento de la dignidad inviolable
de los pueblos y de la función de servicio de la autoridad podrán ayudar
también a la sociedad civil a edificarse en la justicia y en la fraternidad,
generando un mundo más bello y más digno del hombre para las generaciones que
vendrán después.
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