En la homilía de este lunes, el
Santo Padre recuerda que no se puede servir a dos amos: a Dios y al dinero.
FUENTE ZENIT.
El santo
padre Francisco ha recordado que Jesús no condena la riqueza sino el apego a la riqueza, porque divide a las
familias y provoca las guerras. Lo ha hecho durante la homilía de la misa
celebrada este lunes temprano en Santa Marta, antes del inicio de la asamblea
sinodal.
De este
modo, ha asegurado que no se puede “servir a dos amos”, o se sirve a Dios o a
las riquezas. Jesús --ha explicado-- “no está contra las riquezas en sí mismas”
pero advierte sobre poner la propia seguridad en el dinero que puede hacer de
la “religión una agencia de seguros”. Además, ha indicado, el apego al dinero
divide, como dice el Evangelio que habla de los “dos hermanos que se pelean por
su herencia”.
Y lo ha
explicado así: “Pero pensemos en cuántas familias conocen que han peleado, pelean,
no se saludan, se odian por una herencia. Y este es uno de los casos. Ya no es
más importante el amor de la familia, el amor de los hijos, de los hermanos, de
los padres. No, es el dinero. Y esto destruye”. Del mismo modo, el Santo Padre
ha asegurado que “también las guerras que hoy vemos. Pero sí, hay un ideal,
pero detrás está el dinero: el dinero de los traficantes de armas, el dinero de
los que se aprovechan de la guerra”.
El Pontífice
ha subrayado que “Jesús es claro: ‘guardaos de toda clase de codicia’. La
codicia. Porque nos da esta seguridad que no es verdadera y te lleva sí, a
rezar --tú puedes rezar, ir a la iglesia-- pero también a tener el corazón
apegado, y al final terminar mal”.
Jesús cuenta
la parábola de un hombre rico, “un empresario bueno”, cuya “cosecha había sido
buena” y “estaba lleno de riquezas”. Y en vez de pensar “compartiré esto con
mis trabajadores, para que ellos tengan algo para sus familias”, razona de otra
manera: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Haré lo
siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes". Por
esto, el Santo Padre ha subrayado que “la sed del apego a las riquezas no
termina nunca. Si tú tienes el corazón apegado a las riquezas --cuando tienes
muchas-- quieres más. Y este es el dios de la persona que está atacada a las
riquezas”.
Asimismo, ha
explicado que el camino de la salvación son las bienaventuranzas: “la primera
es la pobreza de espíritu”, es decir no apegarse a las riquezas que si se
poseen son “para el servicio de los otros, para compartir, para ayudar a la
gente”. Y ha añadido que el signo de que no estamos en “este pecado de
idolatría” es dar limosna, es dar “a los que lo necesitan” y no dar lo
superfluo sino lo que me cuesta, “privarse de algo” porque quizá “es necesario
para mí”.
El Santo
Padre ha señalado que esta es una buena señal, eso significa que es más grande
el amor hacia Dios que el apego a las riquezas.
Para
concluir, Francisco ha indicado que podemos hacernos tres preguntas. La
primera: ¿doy? La segunda: ¿cuánto doy? La tercera: ¿Cómo doy? ¿cómo da Jesús,
con la caricia del amor o como quien paga una tasa? Así, ha seguido preguntado:
“cuando ayudas a una persona, ¿la miras a los ojos? ¿Le tocas la mano? Es la
carne de Cristo, es tu hermano, tu hermana. Y tú en ese momento eres como el
Padre que no deja que les falte la comida a los pájaros del cielo. Con cuánto
amor el Padre da”.
Finalmente,
ha invitado a pedir al Señor la gracia de ser libres de esta idolatría, el
apego a las riquezas: la gracia de mirarle a Él, tan rico en su amor y tan rico
en su generosidad, en su misericordia; es la gracia de ayudar a los otros con
el ejercicio de la limosna, pero como lo hace Él.
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