El papa Francisco
abre el Sínodo de la Familia con una misa solemne en la basílica de San Pedro.
Dios
bendice al matrimonio que se ama en la unidad y en la indisolubilidad.
Sergio Mora
FUENTE: ZENIT
La Asamblea Ordinaria
del Sínodo de los Obispos se ha abierto este domingo con una
misa solemne en la basílica de San Pedro, presidida por el santo padre
Francisco. Con paramentos verdes en este 27 domingo del tiempo ordinario, unos
170 padres sinodales entre cardenales, obispos y sacerdotes entraron en
cortejo, mientras el Coro pontificio de la capilla Sixtina entonaba la
polifonía sacra. Le seguía el papa Francisco, vistiendo casulla verde
y dorada, y el palio.
Las lecturas fueron en diferentes idiomas,
mientras que el Evangelio cantado en latín, narra cuando Jesús
dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete
adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con
otro, también comete adulterio".
El Papa por ello señaló que “las lecturas
bíblicas de este domingo parecen elegidas a propósito para el acontecimiento de
gracia que la Iglesia está viviendo, es decir, la Asamblea Ordinaria del
Sínodo de los Obispos sobre el tema de la familia que se inaugura con esta
celebración eucarística”. Lecturas se centran en tres aspectos: el drama de la
soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia.
Y recordando la lectura que narra de Adán en
el Paraíso a quien Dios dio una compañera, señaló la soledad, "el drama
que aún aflige a muchos hombres y mujeres: ancianos abandonados incluso por sus
seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y
mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; en tantas personas
que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los
emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en
tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la
cultura del descarte".
“Hoy se vive la paradoja de un mundo
globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura,
pero cada vez menos calor de hogar y de familia” dijo Francisco. “En donde el
amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla”,
en donde las sociedades más avanzadas son las que tienen las más bajas tasas de
natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de
contaminación ambiental y social.
Así Dios al darle a Adán una compañera,
muestra que nada hace más feliz al hombre que "un corazón que se
le asemeje, que le corresponda; para vivir la extraordinaria experiencia
del amor y para ver su amor fecundo en los hijos, como dice el salmo de
hoy".
Así Jesús, indica el Papa, ante la pregunta
retórica que le habían dirigido enseña “que Dios bendice el amor humano, es él
el que une los corazones de dos personas que se aman y los une en la unidad y
en la indisolubilidad”.
El Santo Padre recordó cuando Mateo dice 'Lo
que Dios ha unido, que no lo separe el hombre', una exhortación a “superar el
mezquino egoísmo” y “el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja
y de la sexualidad humana en el plan de Dios”.
Invitó así a defender "la sacralidad de
la vida" y a "defender la unidad y la indisolubilidad del vinculo
conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar
en serio”.
O sea vivir su misión "en la verdad que
no cambia según las modas pasajeras", sin levantar el dedo para
juzgar a los demás, sin olvidar que Jesús también dijo: «No necesitan médico
los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores».
Recordó cuando san Juan Pablo II decía: «El
error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre
que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado».
Concluyó exhortando: “La Iglesia debe
buscar al hombre, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas
cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se
convierte en barrera”. Y pidió al Señor “que nos acompañe en el Sínodo y que
guíe a su Iglesia a través de la intercesión de la Santísima Virgen María y de
San José, su castísimo esposo”.
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