VIVIR LA PALABRA
Estamos al comienzo del Sínodo, y en la distancia a veces no sabemos como "hacer nuestra parte" para que el Espíritu Santo ilumine a los Padres Sinodales.
Este próximo sábado, el día 10, nos juntaremos para rezar por el Sínodo en el Santuario de Nuestra Señora de Fátima, Lo haremos juntos como una única Familia de familias.
Mientras, sentimos que tenemos que ser como decía el Santo Padre en la Vigilia de oración por el Sínodo, esas pequeñas luces que iluminan en nuestro entorno, de manera suave, sin violencia, como decía refiriéndose al pasaje del Profeta Elías: “La gracia de Dios no levanta la voz, es un rumor que llega a cuantos están dispuestos a escuchar la suave brisa: los exhorta a salir, a regresar al mundo, a ser testigos del amor de Dios por el hombre, para que el mundo crea...”.
¿Cómo hacerlo?, siendo testigos de la Palabra con nuestras vidas, tanto a nivel personal como familiar, compartiendo nuestras pequeñas experiencia con los nuestros. Porque cuando las vivimos y compartimos, sucede una cosa maravillosa: empezamos a pensar como pensaba Jesús, empezamos a amar como amaba Jesús, empezamos a ver todo como lo ve Jesús. El se hace cada vez más fuerte en nosotros y nosotros dejamos cada vez más de ser nosotros con nuestros defectos y pecados para ser más otro Jesús.
Este próximo sábado, el día 10, nos juntaremos para rezar por el Sínodo en el Santuario de Nuestra Señora de Fátima, Lo haremos juntos como una única Familia de familias.
Mientras, sentimos que tenemos que ser como decía el Santo Padre en la Vigilia de oración por el Sínodo, esas pequeñas luces que iluminan en nuestro entorno, de manera suave, sin violencia, como decía refiriéndose al pasaje del Profeta Elías: “La gracia de Dios no levanta la voz, es un rumor que llega a cuantos están dispuestos a escuchar la suave brisa: los exhorta a salir, a regresar al mundo, a ser testigos del amor de Dios por el hombre, para que el mundo crea...”.
¿Cómo hacerlo?, siendo testigos de la Palabra con nuestras vidas, tanto a nivel personal como familiar, compartiendo nuestras pequeñas experiencia con los nuestros. Porque cuando las vivimos y compartimos, sucede una cosa maravillosa: empezamos a pensar como pensaba Jesús, empezamos a amar como amaba Jesús, empezamos a ver todo como lo ve Jesús. El se hace cada vez más fuerte en nosotros y nosotros dejamos cada vez más de ser nosotros con nuestros defectos y pecados para ser más otro Jesús.
Podríamos, a igual que hicieron los apóstoles, volver a escribir los Evangelios, pero con nuestras vidas, si vivimos el Evangelio, porque no basta con conocer el Evangelio, hay que vivirlo, y animarnos a vivirlo contándonos como lo vivimos.
Ponemos todos estos deseos en María, la Madre de Jesús, ella que había aprendido de su Hijo a hacer lo que Dios quiere en cada momento del día, y también ella había elegido,
Que sea la Palabra el "vestido" que como familia llevemos siempre, pero de manera especial en estos días que juntos pedimos y oramos por el Sínodo de Obispos sobre la Familia.
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