El obispo de
Bilbao, Mario Iceta Gavicagogeascoa ha pronunciado la última meditación ante
los padres sinodales que participan en la XIV Asamblea General Ordinaria del
Sínodo sobre la Familia que se clausuró la mañana del domingo con la solemne
misa celebrada por el Santo Padre en la Basílica de San Pedro
FUENTE ALFA Y OMEGA.
«Vamos
concluyendo el trabajo sinodal como una experiencia de gracia, de comunión, de
colegialidad y de servicio –dijo el obispo de Bilbao–. Hemos pedido el don del
Espíritu Santo y hemos querido que sea Él quien guíe nuestra labor. El Santo
Padre afirmo al comienzo de este acontecimiento que «el Sínodo podrá ser un
espacio de la acción del Espíritu Santo sólo si nos revestimos de coraje
apostólico, de humildad evangélica y de oración confiada». Por eso, ante las
decisiones que en el ejercicio del ministerio episcopal hemos de tomar, viene a
mi memoria el pasaje de la elección de Matías para ser integrado en el colegio
apostólico: «Entonces oraron así: Tú, Señor, que conoces los corazones de
todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido. Este es nuestro método:
muéstranos lo que Tu quieres, haznos conocer tu voluntad. Sumidos en la
oración, pedir a Dios que nos muestre sus caminos, que nos haga ver cuál es su
designio y no el mío propio, y cuáles son los caminos que hemos de recorrer
para acompañar a las familias en la fidelidad a la vocación a la que han sido
llamadas».
«Junto a la
oración –continuó monseñor Iceta– se nos recordaba la necesidad de la humildad
evangélica para conocer la voluntad de Dios: Te doy gracias Padre, Señor de
cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se
lo has revelado a la gente sencilla… Como afirma el libro de los Proverbios, la
arrogancia acarrea la deshonra; pero por la humildad se accede a la sabiduría…
Y santa Teresa de Ávila, cuyo quinto centenario de nacimiento acabamos de
celebrar nos dirá sabiamente: Andar en humildad es andar en verdad».
«Esta vida
orante, esta humildad evangélica, nos permitirá actuar con coraje apostólico,
la parresia de la que nos habla san Pablo, puestos los ojos en Cristo y por
amor a Él sirviendo a las familias de este mundo, iluminando su caminar con la
Palabra de Dios y la Tradición viva de la Iglesia, sosteniéndola y
acompañándola en sus gozos y tristezas, para que vivan en plenitud la alianza
de amor que disipa la oscuridad, vence la soledad y el individualismo, recrea
la humanidad, genera vida y esperanza, acoge y sana lo que parece perdido,
construye la Iglesia y el mundo», afirmó el presidente de la Subcomisión de
Familia de la Conferencia Episcopal Española, quien concluyó invocando la
intercesión de la Virgen María: «Las madres son las que transforman la casa en
un hogar. Ella hace que la Iglesia no sólo sea Templo, sino también hogar,
lugar cálido, familiar, de acogida y misericordia. A Ella acudimos esta mañana.
Es la Esposa del Espíritu Santo, que la hizo concebir de modo virginal. Bajo su
protección nos acogemos esta mañana. En Ella aprendemos a acoger el don de
Dios, el Santo Espíritu, la Persona Amor, que nos ilumine y nos asista en la
tarea que hoy se nos ha encomendado».
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