La entrevista a monseñor Vincenzo Paglia en las páginas de “Ad Gentes”,
la revista de la Obra misionera episcopal de Méjico
“La familia no está solamente
para amarse a sí misma, sino que sobretodo está para dar testimonio del amor al
mundo que se encuentra fuera de la familia. La familia cristiana, citando una
frase de Pablo VI dedicada a la Iglesia, ‘o es misionera o no lo es”. Estas
eran las palabras de monseñor Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio
Consejo para la Familia, en una entrevista concedida a la revista “Ad Gentes”,
de la Pontificia Opera misionaria episcopal de Méjico.
“Yo creo que la Iglesia católica posee un tesoro, este tesoro es
la revelación de Dios, el tesoro de la belleza, de lo extraordinario de la
familia – padre, madre, hijos y generaciones precedentes. Tanto es así,
-prosigue monseñor Paglia – que este tesoro ha llegado a ser un sacramento: el
sacramento del matrimonio, sobre el que se funda la familia”. En este sentido
la familia debe “redescubrir que el matrimonio no se trata solamente de la
celebración con la que se comienza, no es una bonita ceremonia de la que se
conservan las fotos y que de vez en cuando, con un poco de nostalgia, se echa
un vistazo al álbum de fotos de la boda. El sacramento del matrimonio, si se me
permite emplear una imagen automovilística, diría que es como el motor de la
familia. Y el motor debe funcionar todos los días, sin el motor el coche no
funciona. Así es, la fuerza del matrimonio debe de ser la fuente de
inspiración, la fuente de energía a la cual se acude cada día para que los
cónyuges y los hijos de estos, y también los diferentes vínculos que la familia
crea en su vida cotidiana, estén realmente inspirados del amor de Dios y la familia
redescubra una vocación amplia, misionera”.
“Iglesia Católica y familia – concluye el presidente del dicasterio –
están doblemente unidos, es por ello que se entiende que la transmisión de la
fe conduzca a una alianza estratégica e indispensable entre la comunidad y la
familia: podríamos decir que no se da la una sin la otra, y la fe – que también
es un don de Dios - nos es transmitida a través de la responsabilidad de la
familia en la que se nace”.
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