Celebrar la fiesta de la Inmaculada es ese
preciso acto de fe que afirma que esa humanidad cumplida es siempre posible,
hasta en la cruz. Que la humanidad se cumplió por primera vez un día, en una
mujer “llena de gracia”, tan llena de gracia como para acoger a Cristo sin
reservas y sin fisuras en el corazón. Y desde que Cristo vino a ella, y ella le
dio a luz, la historia de aquella muchacha es siempre la verdadera historia de
ese pueblo que es la Iglesia, y puede ser nuestra historia, la de cada uno. Vivir,
vivir de verdad, es sólo decir que sí al anuncio bueno: “He aquí la esclava del
Señor; hágase en mí según tu palabra”. Vivir de verdad es acoger y amar la
realidad que está delante (o a veces, sólo desear y pedir poder acogerla y
amarla). Porque en ella está Cristo, que viene. Siempre está. Siempre viene. Y
siempre viene para darnos el amor y la libertad y la alegría que nosotros no
sabemos, no podemos darnos a nosotros mismos. ¡Alzad la cabeza! ¡Se acerca
vuestra liberación!
Fiesta de la
Inmaculada de 2006
† Javier
Martínez
Arzobispo de
Granada
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