En la
catequesis de Papa del 18 de noviembre sobre el sentido de la puerta santa en
el Año de la Misericordia, el Papa
Francisco alentó a las familias cristianas a ser un signo de la misericordia y
la acogida de Dios.
El Santo
Padre recordó que “la Sagrada Familia de
Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien
espera un hijo, para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro”.
Por ello, el
Papa alentó a que “las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un
pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios”.
“Es así que
la Iglesia deberá ser reconocida, en
cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida
de un Dios que no te cierra la puerta, con la excusa que no eres de casa”,
dijo.
Al llegar al
umbral del Año Jubilar de la Misericordia –que se inicia el 8 de diciembre–
Francisco señaló que “delante de
nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, que acoge
nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón”.
“La puerta
es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral”,
señaló.
El Papa
indicó que tras el recientemente celebrado Sínodo sobre la Familia “todas las
familias, y la Iglesia entera, han recibido un gran aliento para encontrarse
bajo el umbral de esta puerta”.
“La Iglesia
ha sido animada a abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de
sus hijos y de sus hijas en camino, a veces inciertos, a veces perdidos, en
estos tiempos difíciles. Las familias cristianas, en particular, han sido
animadas a abrir la puerta al Señor que espera para entrar, trayendo su
bendición y su amistad”, señaló.
El Santo
Padre señaló que “es un signo negativo” que existan lugares donde las puertas
blindadas se han convertido en normales. “No debemos rendirnos a la idea de
tener que aplicar este sistema en toda nuestra vida, en la vida de la familia,
de la ciudad, de la sociedad”, dijo.
Aplicar este
modelo en la vida de la Iglesia, advirtió, “¡sería terrible! Una Iglesia inhóspita, así como una familia
cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio y marchita el mundo”.
El Papa
explicó que “la puerta debe proteger, cierto, pero no rechazar. La puerta no debe
ser forzada, al contrario, se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece
en la libertad de la acogida, y se oscurece en la prepotencia de la invasión”.
“La gestión
de la puerta necesita un atento discernimiento y, al mismo tiempo, debe
inspirar gran confianza”, precisó el Papa, expresando también su agradecimiento
“para todos los vigilantes de las puertas: de nuestros condominios, de las
instituciones cívicas, de las mismas iglesias”.
Francisco
indicó que “nosotros mismos somos los custodios y los siervos de la Puerta de
Dios, que es Jesús. Él nos ilumina en todas las puertas de la vida, incluso
aquella de nuestro nacimiento y de nuestra muerte”.
“Jesús es la puerta que nos hace entrar y
salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión!”, señaló, y
advirtió que “son los ladrones, aquellos que tratan de evitar la puerta, porque
tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y
aprovecharse de ellas”.
El Papa
precisó que “nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús:
si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos entrar sin
temor y salir sin peligro”.
“Si el
guardián escucha la voz del Pastor, entonces abre, y hace entrar a todas las
ovejas que el Pastor trae, todas, incluso aquellas perdidas en el bosque, que
el buen Pastor ha ido a buscarlas”.
Francisco
explicó que “las ovejas no los elige el guardián, sino el buen Pastor. El
guardián –también él– obedece a la voz del Pastor”.
“Entonces,
podemos bien decir que nosotros debemos ser como este guardián. La Iglesia es
la portera de la casa del Señor, no la dueña”, indicó.
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