sábado, 2 de enero de 2016

EL AMOR QUE RESCATA.

Ser cristiano – algo que nunca sucede en función de lo “bueno” que uno es, sino siempre, como decía el antiguo Catecismo, “por la gracia de Dios” – es haberse encontrado en la vida con la meta, con la plenitud regalada y posible, es haber reconocido con gratitud el camino. Pero no el camino que uno ha hecho para llegar hasta Dios (Dios no es nunca un “logro” del hombre, como una licenciatura o una cátedra), sino el camino que Dios ha hecho para encontrarme a mí, infinitesimalmente perdido en el cosmos, y hoy, sin embargo, alegre. Hoy gozoso y agradecido por una Misericordia que ha salido a mi encuentro, en rostros familiares, amigos, que me han acompañado a lo largo de mi vida. En ellos, en la Iglesia, es Cristo quien me acompañaba, es la Virgen quien cuidaba de la vida. Y es la experiencia de ese cuidado lo que arranca la vida de la desesperanza y de la angustia, y lo que suscita el amor agradecido, el gusto por la vida. La vida, ahora, es toda signo. Las cosas siguen sin ser infinitas, pero todas señalan la meta, todas vienen de allí. Todas hablan del amor de Dios.
† Javier Martínez
Arzobispo de Granada
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