CONOCER
GRANADA EN FAMILIA.
31 de
enero de 2016
“En una noche escura,
con ansias,
en amores inflamada
¡oh
dichosa ventura!
salí sin
ser notada
estando
ya mi casa sosegada”
En esta
nueva edición de Conocer Granada en Familia nos habíamos propuesto profundizar
en nuestras raíces cristianas, conociendo una parte tan importante de nuestra
ciudad como es el Realejo, con la idea de acabar en el Carmen de los Mártires, haciendo
nuestras algunas poesías de San Juan de la Cruz.
Comenzamos
delante de la Iglesia de San Matías, donde a través de las palabras de Mari
Paz, fuimos retrocediendo en el tiempo para ir tomando conciencia de la
transformación que había sufrido el Realejo a lo largo de la historia. Desde
los antiguos conventos y monasterios ya desaparecidos como el de San Francisco,
el del Carmen del Carmelo Calzado o el descalzo del Carmen de los Mártires y el
dominico de la Santa Cruz. Los femeninos han sufrido mejor suerte a lo largo de
la historia y aún perduran, las Carmelitas descalzas de San José, o las
calzadas del Convento de Ntra. Sra. del Carmen, monjas de la antigua observancia.
A las comendadoras de Santiago del Real Monasterio de la Madre de Dios, de las Dominicas nos hablaron en varias
ocasiones, en la plaza de Santo Domingo de las Religiosas dominicas de la
Congregación de Santo Domingo fundadas por la Sierva de Dios Madre Teresa de
Jesús Titos y en el Campo del Príncipe de las Hermanas de la Orden de Predicadores
de Santa Catalina de Siena y las Clarisas Franciscanas de Ntra. Sra. de los Ángeles
en la calle Molinos.
Hasta
los únicos edificios árabes que quedan en la zona se le conocen con nombres que
recuerdan el paso de la historia sobre ellos, como es el caso del Cuarto Real
de Santo Domingo, o el sabor de quienes han vivido en sus plazas y calles, como
el caso de la Plaza de los Campo Eliseos, como seguro no muchos granadinos la
conocen con ese apellido y que recuerda el paso de los franceses por nuestra ciudad. O el
Coristado del Convento de Santa Cruz la Real hoy parte de una Comisaria de la
zona. O con recuerdos tan remotos como el Hospital y Casa de la Seda…
Aquí las
calles se mezclan unas con otras, las parroquias desaparecidas dan nombre a las
antiguas iglesias conventuales, así la Iglesia de Santo Domingo, es también la
Parroquia de Santa Escolástica.
Ya en el Campo del Príncipe hicimos un pequeño alto para recuperar fuerzas al pie de la famosa Cruz del Cristo de los Favores, y después de detenernos delante de San Cecilio, nos dirigimos al Carmen de los Mártires, ya en el recinto Alhambreño.
Ya en el Campo del Príncipe hicimos un pequeño alto para recuperar fuerzas al pie de la famosa Cruz del Cristo de los Favores, y después de detenernos delante de San Cecilio, nos dirigimos al Carmen de los Mártires, ya en el recinto Alhambreño.
Si
Granada tiene lugares donde perderse, uno de ellos el Llamado por los árabes "campo de Ahabul" o Carmen de los Mártires,
como lo conocemos hoy. Fue el lugar desde donde Boabdil partió para hacer
entrega de su amada ciudad a los cristianos. Isabel la Católica construyó una
ermita en el lugar como recuerdo de ese día. Más tarde se levantó un convento
y, sobre sus ruinas, un palacete. En su entorno, un jardín. Un lugar que
ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de la historia y que el día en
el que nosotros estuvimos, continuaba de obras la zona del lago. Construcciones y espacios
verdes que encierran los avatares de un lugar con varios siglos de historia,
donde el jardín que lo rodea y lo embellece llega a nuestros días con una
extensa mezcla de acontecimientos incrustados en su trazado. Trozos de
historia, esplendor y ruina, un caos ordenado. Jardín, huerto, isla, lago,
patio, un jardín de jardines.
Y por fin llegó uno de los momentos más esperados por todos, y después de
recorrer varios senderos y pasar por debajo del acueducto nos encontramos con
el Cedro de San Juan de la Cruz al que un rayo partiera por la mitad y lo
menguara hace varias decenas de años. A nosotros nos daba igual si era un cedro
o una variedad de ciprés, lo cierto es que hoy como hace más de cuatro siglos
nos sentíamos unidos en una única realidad mística no solo entre el numeroso grupo
que allí nos habíamos congregado, junto a San Juan de la Cruz.
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