Publicada el viernes
23 de septiembre de 2016
A los sacerdotes y
fieles de la Diócesis.
CARTA
SOBRE LA PUESTA EN MARCHA EN LA DIÓCESIS DEL PROYECTO RAQUEL
FRANCISCO
JAVIER MARTÍNEZ FERNÁNDEZ,
POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOTÓLICA
ARZOBISPO DE GRANADA
POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOTÓLICA
ARZOBISPO DE GRANADA
Muy queridos
sacerdotes y fieles de la diócesis:
1. El próximo día 26
de este mes de septiembre, al día siguiente de la solemne celebración en
Granada de la Santísima Virgen de las Angustias, se pondrá formalmente en
marcha en la diócesis de Granada, y a través de la Delegación episcopal de
Familia y Vida, el proyecto RAQUEL.
Se trata de una
iniciativa eclesial católica, que nace y se desarrolla en USA, y que ahora
acogemos en la diócesis, que trata de responder al drama que sufre de diversas
formas la mujer, en las secuelas que se conocen como "síndrome
post-aborto". Tanto en el aborto mismo como en esas secuelas inciden con
frecuencia razones económicas, de inestabilidad laboral, y de falta de una
comunidad de apoyo en su entorno.
Los objetivos del
proyecto son acompañar a estas personas heridas, que con mucha frecuencia
caminan solas con ese peso, para indicarles y facilitarles caminos de sanación
y de reconciliación consigo mismas, con el hijo o la hija perdidos, y con Dios,
mediante el perdón y la reconciliación. Desde la comprensión y la misericordia,
de lo que se trata es de ayudar a estas personas a reconstruir sus vidas,
mediante un equipo de personas coordinadas y preparadas que la Iglesia, por
medio del proyecto Raquel, pone a su disposición.
2. En el designio
divinos sabemos que la vida es un don y vivir es un bien. Los seres humanos
somos creados por amor, un amor que se dirige de forma única a cada uno de
nosotros, y que tiene su cumplimento y su plenitud en la vida eterna, que el
Hijo de Dios ha obtenido para nosotros mediante su sangre preciosa. Cada uno de
nosotros somos amados por nosotros mismos. La vida se nos da por amor y para
que halle su plenitud en el amor. Pero como nosotros somos torpes, y como el
amor de Dios es infinito y eterno, y Dios nunca se cansa de amarnos ni de
perdonarnos, el camino de la vida es en realidad un aprendizaje de la
misericordia divina. Esa certeza de la misericordia infinita –el nombre de Dios
es "misericordia", como ha escrito el Papa Francisco-, nos da, no
sólo la certeza del perdón, sino las razones más sólidas y verdaderas para amar
la vida, la nuestra y la de los demás, en cualquier circunstancia. Apartarnos
de ese camino de aprendizaje es adentrarnos en una vía de oscuridad en la que
al final todo pierde su sentido.
La interrupción de una
vida humana, en cualquier momento de su existencia, siempre supone una negación
de acogida al "otro", y es oponerse al precioso designio divino para
esa vida concreta. Cada niño o niña que nace nos trae la sonrisa de Dios y nos
invita a reconocer que la vida es un don suyo, un don para acogerlo con amor y
para conservar y cuidar con todo esmero. Y sin embargo, el amor de Dios y su
misericordia no se dejan nunca vencer por el mal.
Acompañar y ayudar a
las mujeres que se encuentren en dificultades para acoger una nueva vida es
algo que debiera implicar a toda la sociedad, tanto a las instituciones como a
las personas individuales. Pero es obvio que ese amor a la vida incumbe de
manera especial a quienes, por gracia de Dios, hemos conocido que Dios es Amor,
que nuestro destino es la vida eterna, y que por ello podemos siempre acoger la
vida con gratitud. Por esos mismos motivos, nosotros tenemos razones muy hondas
para acompañar y proporcionar las ayudas necesarias a las personas que ya han
recurrido al aborto y viven luego un profundo drama moral.
San Juan Pablo II, en
la Encíclica Evangelium vitae, del 25 de marzo de 1995, dedica estas palabras
preciosas a las mujeres que viven en esas circunstancias. Les dice: "La
Iglesia conoce cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra
decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión
dolorosa e incluso dramática. Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en
vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente
injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la
esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad...
Con la ayuda del consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis
estar con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del
derecho de todos a la vida" (n. 999).
3. Siempre Dios, Padre
de toda misericordia, tiene sus brazos abiertos para quien acude a Él. Desde la
Encarnación del Verbo, Dios no puede mirar a un ser humano sin ver en él la
imagen de su Hijo, la Pasión y la muerte de su Hijo. Rezamos en el Credo: Que
"por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo y por
obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre, y por
nuestra causa fue crucificado...". Ese Amor, siempre disponible y
accesible a todos, no puede nunca ser vencido por el mal. El mal, por muy
potente que parezca o que sea, en nuestras vidas o en el mundo, no tiene poder
alguno frente a la omnipotencia del amor divino. "Dios no ha enviado a su
Hijo al mundo –decía el Señor- para condenar al mundo, sino para que el mundo
se salve por Él" (Jn 3, 17).
El proyecto Raquel,
que mediante esta carta se inaugura formalmente en la diócesis, con la colaboración
de sacerdotes, consagrados y fieles diocesanos, significará para muchas
hermanas y hermanos nuestros que lo necesitan, un encuentro con el rostro
misericordioso del Señor, que se traduce también en un sincero apoyo espiritual
y psicológico para su recuperación humana completa en todos los órdenes. Su
puesta en marcha es un motivo grande de esperanza.
La ocasión de la
fiesta de la Virgen de las Angustias, que es una fecha tan significativa para
la diócesis, es también un día precioso para poner formalmente en marcha en la
diócesis este proyecto. En este día celebramos, en efecto, los dolores de la
Madre de Jesús, a quien dio muerte la miseria humana, y en esos dolores están
representados los de todas las madres que han perdido un hijo (también los de
quienes han abortado), y en realidad los dolores y los sufrimientos de todos
los hombres, todos nuestros dolores. Pero los cristianos no celebramos el
dolor. Celebramos sobre todo cómo, por esa misteriosa paradoja del amor de Dios
al mundo, esos dolores del Hijo de Dios (y de su madre, siempre unida a Él), se
han convertido en una fuente inagotable de vida y de esperanza, de perdón y de
alegría, de amor sin límites a todos los hombres y mujeres que habitamos esta
tierra.
Ruego, finalmente, a
los sacerdotes, que den a conocer a sus fieles el proyecto Raquel con sus
objetivos y fines, siendo los primeros en ofrecer en cada caso, en la medida de
sus posibilidades y si lo estiman prudente, estas ayudas, por medio de la
Delegación Episcopal de Familia y Vida, en la siguiente dirección de internet: www.proyecto-raquel.com ; correo
electrónico: proyectoraquelgranada@gmail.com;
o llamando a este número de teléfono: 618-532-998.
Os
expreso una vez más mi afecto grande en el Señor, y os bendigo a todos de
corazón. Pedid vosotros también por mí.
+ Javier Martínez.
Arzobispo de Granada
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