¿Dar
la vida por los hijos? Sí, pero no por sacrifico mortal, sino como vida diaria
en familia, por ellos. Esto sí es “dar
la vida”
por los hijos.
Publicado por ZENIT el 11 de agosto de 2016.
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El matrimonio para un creyente cristiano es
más, mucho más que un contrato civil, es un compromiso adquirido voluntaria y
conscientemente ante Dios para toda la vida. Si en otras religiones se puede
hacer un divorcio religioso, no en el cristianismo, por eso aclaró Jesús ante
la pregunta sobre el divorcio, que “que lo que Dios ha unido no lo separe el
hombre” (Mc 10:9 y Mt 19:6). Y eso vale para los contrayentes que se casaron
entre sí y para cualquier autoridad religiosa.
En el plano civil, el divorcio es un trámite
que anula un contrato, pero en el plano de Jesús, es un compromiso
irrenunciable. Por eso los cónyuges que tienen conflictos entre ellos deben
buscar la superación, no la destrucción de su vida matrimonial.
La superación de conflictos matrimoniales es
crítica, tanto para los cónyuges como para las familias de ambos, y de aquellas
personas que de alguna forma son afectadas por ese matrimonio. Pero lo más
importante son los hijos.
Los padres de familia suelen decir que darían
hasta la vida por ellos, pero es rarísimo que tengan que tomar esa opción, como
lo es el tener que dar la vida por Cristo. Pero lo que sí es asunto de vida
diaria, es el VIVIR LA VIDA POR LOS HIJOS. No es el martirio lo que se nos
exige, sino la vivencia familiar diaria.
Los hijos merecen un matrimonio vívido entre
sus padres., no verlos a cada uno por su lado. Merecen vivir en la familia
compuesta conforme al deseo manifestado por Dios, con un padre, una madre, los
hijos y en su caso hasta los nietos.
Si se está pues dispuesto a dar la vida por
los hijos, antes hay que estar dispuesto a VIVIR LA VIDA por ellos, día a día,
en familia. Por ellos hay que superar conflictos matrimoniales; no podemos
recurrir a la huida de esa responsabilidad, aun estando enojados o frustrados.
Es cuestión de amor, de escoger entre al amor a sí mismo, que puede ser
egoísta, y el amor debido a quienes se les ha dado la vida, y a quien se le
ofreció amar hasta que la muerte los separe, al otro cónyuge.
El divorcio es un trámite de Derecho civil,
pero para el cristiano no existe para acabar con un compromiso de vida ante
Dios. En algunos casos la separación de cuerpos es una triste solución a fallas
o problemas diversos, pero ello no rompe ni acaba con el compromiso adquirido
de por vida. El matrimonio sigue vigente.
Por ese compromiso vital adquirido conscientemente ante Dios, y por un amor real y responsable hacia los hijos, el
matrimonio debe conservarse, salvando, con ayuda pedida al Señor, las
diferencias y conflictos interconyugales, perdonando ofensas y faltas
cometidas, y con propósito de enmienda, claro.
El matrimonio cristiano es para siempre, y
obedece al amor debido a Dios, al cónyuge y a los hijos, y hasta debido a la
familia ampliada de ambos.
¿Dar la vida por los hijos? Sí, pero no por
sacrifico mortal, sino como vida diaria en familia, por ellos. Esto sí es “dar
la vida” por los hijos.
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