la
mentira nos lleva a la esclavitud
la verdad nos hace libres
la verdad nos hace libres
Publicada el 2 de septiembre de 2016
A menudo se dice que las “mentiras blancas” son compasivas. Y muchos pecados se justifican aludiendo al hecho de que son “necesarios” para alcanzar ciertos fines. En otras palabras: el fin justifica los medios. La mentira, bajo esta perspectiva, puede ser relativamente buena o medianamente mala. Pero los mandamientos de Dios son absolutos. “No mentirás” es una orden, no una sugerencia ni una frase puesta a discusión.
La primera mentira relacionada con los seres
humanos fue perpetrada por Satanás, en el Huerto del Edén. Satanás es el
Príncipe de la Mentira, hacedor de toda maldad, quien “ronda como león rugiente
buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8-9). El engaño del diablo fue exitoso, y
el costo de la caída de Eva y Adán fue ser expulsados del Paraíso, además de
otras muchas consecuencias.
El dibujo es de FANO |
La Biblia habla en muchas ocasiones del
espíritu de mentira, el cual conduce a los hombres, y en ocasiones a algunos
falsos profetas, a decir mentiras con diferentes propósitos, pero todos tienen
por motivación el egoísmo, pues la persona que miente busca obtener algo.
1. El mentiroso
dice lo que es falso, para que le tengan lástima o para que le ayuden.
2. El mentiroso
exagera para hacer creer a otros más de lo que es, o minimiza para hacer ver lo
malo como no tan malo.
3. El mentiroso
quiere deshacerse de la consecuencia de sus acciones pecaminosas, y no pagar el
precio.
4. El mentiroso
cree ser más listo que otros, y abusa de los crédulos; pero no es sino la falta
de integridad lo que lo coloca temporalmente sobre otros, hasta que su mentira
es descubierta y su reputación se viene abajo.
5. El mentiroso
no calcula bien y piensa que no será descubierto, pero tarde o temprano la
verdad siempre sale a la luz.
6. El mentiroso
dice falsedad para manipular a otros y sacar algún provecho, aunque éste no sea
lícito.
7. El mentiroso
va envolviéndose en una red de la que es muy difícil salir si no se detiene a
tiempo. Nadie podrá poner su confianza en él, pues no será digno de ella.
Efesios 4:22-25 dice: “Se les pidió
despojarse del hombre viejo al que sus pasiones van destruyendo, pues así fue
su conducta anterior, y renovarse por el espíritu desde dentro. Revístanse,
pues, del hombre nuevo, el hombre según Dios que él crea en la verdadera
justicia y santidad. Por eso, no más mentiras; que todos digan la verdad a su
prójimo, ya que todos somos parte del mismo cuerpo”. El único espíritu de
verdad es el Espíritu de Dios, el cual nos fue prometido por Jesucristo antes
de ser crucificado, y que llegó como un viento poderoso el día de Pentecostés,
allá en Jerusalén, donde los discípulos y los primeros cristianos esperaban
pacientemente como les había sido ordenado por el Señor.
Aquellos que hablan mentira no tienen el
respaldo de Dios, sino que abren la puerta al enemigo, quien siempre está listo
para entrar, robar, destruir y matar. En cambio, aquellos que son guiados por
el espíritu de verdad viven bajo la protección y el respaldo del Altísimo,
quien es fiel y amante de aquellos que le adoran en espíritu y en verdad.
El mundo de la mentira es un mundo de
esclavitud, mientras que la verdad nos hace libres. Los mandamientos de Dios
son para nuestra protección, y el violarlos nos trae multitud de sufrimientos.
La mentira destruye, la verdad edifica.
Una persona que miente vive angustiada
constantemente, no tiene un buen descanso; pero aquel que dice verdad tiene paz
en su corazón y duerme confiado.
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