LA ALEGRÍA DE ANUNCIAR EL EVANGELIO
Hay argumentos de los que no nos cansamos de hablar y uno de ellos es la necesidad de presentar familias que ofrezcan signos de esperanza, familias enamoradas de su vida de familia, familias que liberen y hagan atractiva y creíble la vida de familia. Son necesarios los grandes ideales de vida, y uno solo es el Ideal: “Dios”. Dios, al contrario de los otros ideales que la sociedad nos plantea y que nos llevan a falsas ilusiones de felicidad, además de realizarnos y hacernos felices, es el único IDEAL que puede hacer de la humanidad una familia de familias.
Y hoy, más que hablar, tenemos que hacer ver a los demás a Jesús en nuestra vida de familia, y asi ser familias que sea “evangelios vivos que todos puedan leer” como nos decía el Papa Benedicto XVI a las familias en México en el VI EMF.
Para todo esto, además de la conversión personal, es necesaria una conversión de la familia, una conversión comunitaria y pastoral. Querer más la vida del otro que la propia, la casa del otro que la propia, la patria del otro más que la propia. Pedir la gracia de que El esté en medio nuestro, solo con Jesús en medio de cada familia, podemos ser familias creíbles y dar razón de la Esperanza que está entre nosotros.
El domingo comenzamos el Adviento, ese tiempo tan particular de espera al Rey de nuestra vida, que nos pide con delicadeza que quiere ser uno de nosotros, vivir en nuestra casa. Y, ¿cómo prepararnos? hay una escuela preciosa, esa a la que fueron María y José, la escuela de hacer la voluntad de Dios, la escuela de tenerlo como nuestro único bien, la escuela de su Amor, un amor grande, un amor que viene directamente de la Trinidad. Un amor que si llega a ser recíproco es como ir directamente a la "Escuela de la Trinidad", un amor que nos llevará a gozar de la alegría del Evangelio, aun amor fuerte, vivo, intenso.
Un amor que nos llevará a las familias
a ser testigos de esperanza,
familias evangelizadoras.
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