"El amor de Cristo nos apremia"
19 de enero de 2017
Día 2: Ya no vivan más para sí
mismos (2 Corintios 5, 15)
Miqueas 6, 6-8 Se te
ha hecho conocer lo que está bien
Salmo 25, 1-5 Señor,
muéstrame tus caminos
1 Juan 4, 19-21
Amemos, pues, nosotros porque Dios nos amó primero
Mateo 16, 24-26 El que
entregue su vida por mi causa, ese la encontrará
Comentario Por medio de la muerte y la
resurrección de Jesucristo hemos sido liberados de crearnos nuestro propio
sentido y de vivir solo a partir de nuestras fuerzas. Por el contrario, vivimos
en el poder dador de vida de Cristo, que vivió, murió y resucitó por nosotros.
Cuando «perdemos» nuestra vida por él, la encontramos. Los profetas se
enfrentaron constantemente a la pregunta acerca del modo correcto de vivir cara
a Dios. El profeta Miqueas encontró una respuesta muy clara a esta pregunta:
«respetar el derecho, practicar con amor la misericordia 28 y caminar
humildemente con tu Dios». El autor del salmo 25 sabía que no podemos hacer
esto por nuestra cuenta y clamaba a Dios para que le diera luz y fuerza. En los
últimos años, el aislamiento social y la creciente soledad se han vuelto
asuntos importantes en Alemania, como también en otras sociedades
contemporáneas. Los cristianos están llamados a desarrollar nuevas formas de
vida comunitaria en las que compartimos nuestros medios de sustento con los
demás y afianzamos la ayuda entre las generaciones. El llamamiento evangélico a
no vivir para nosotros mismos sino para Cristo es también un llamamiento a
abrirnos a los demás y a romper las barreras que nos aíslan.
Preguntas
¿De qué manera nuestra
cultura nos tienta a vivir solo para nosotros mismos en vez de para los demás?
¿De qué formas podemos
vivir para los demás en nuestra vida de todos los días?
¿Cuáles son las
implicaciones ecuménicas del llamamiento a no vivir ya para nosotros mismos?
Oración
Dios Padre nuestro, en
Jesucristo nos has liberado para una vida que va más allá de nosotros mismos.
Condúcenos con tu Espíritu y ayúdanos a vivir nuestras vidas como hermanos y
hermanas en Cristo, que vivió, sufrió, murió y resucitó por nosotros y que vive
y reina por los siglos de los siglos. Amén.
FUENTE: CEE
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