«Busca
la paz y anda tras ella» (Sal 34, 15)
David expresa en este salmo su alegría y
su agradecimiento ante la asamblea: ha conocido el peligro y la angustia pero
ha invocado con confianza al Dios de Israel y ha recobrado la paz.
El protagonista de este himno es Dios
con su misericordia, su presencia fuerte y decisiva junto al pobre y al
oprimido que lo invoca.
Para que otros alcancen la misma
salvación, David sugiere varias actitudes del corazón: evitar hacer el mal y en
su lugar obrar siempre el bien. Y subraya la necesidad de no difamar al
prójimo, pues las palabras pueden llevar a la guerra.
«Busca
la paz y anda tras ella»
En el lenguaje bíblico, la paz tiene
numerosos significados, como por ejemplo el bienestar físico y espiritual o el
acuerdo entre individuos y entre pueblos. Pero en primer lugar es un don de
Dios a través del cual descubrimos su rostro de Padre. Por eso es indispensable
buscar intensamente y apasionadamente a Dios en nuestra vida, para experimentar
la paz verdadera.
Es una búsqueda comprometida, que nos
exige hacer nuestra parte siguiendo la voz de la conciencia, la cual siempre
nos incita a escoger el camino del bien y no el del mal. En muchos casos sería
suficiente con dejarnos alcanzar por Dios, que desde hace tiempo se dedica a
buscarnos a cada uno de nosotros.
Como cristianos, tenemos ya una relación
íntima con Jesús por el bautismo: Él es el Dios cercano que nos prometió la
paz; Él es la paz. Y hemos recibido el don del Espíritu Santo, el Consolador,
que nos ayuda también a compartir con los demás los frutos de la paz de Dios
que hemos experimentado. Él nos indicará el camino para amar a las personas que
tenemos alrededor y así superar los conflictos, evitando acusaciones
infundadas, juicios superficiales y maledicencias, y abrir el corazón para
acoger al otro.
Quizá no podamos hacer que callen todas
las armas que tiñen de sangre tantas regiones de la tierra, pero podemos actuar
cada uno personalmente y sanar relaciones heridas en la familia, en nuestra
comunidad cristiana, en donde trabajamos o en el tejido social.
El compromiso de una pequeña o gran
comunidad decidida a testimoniar la fuerza del amor puede reconstruir los
puentes entre grupos sociales, iglesias o partidos políticos.
«Busca
la paz y anda tras ella».
Además, el buscar la paz con convicción
nos dirá cómo comportarnos adecuadamente para proteger la creación, que también
es un regalo de Dios a sus hijos, así como una responsabilidad para con las
nuevas generaciones.
Decía Chiara Lubich en 1990 a Nikkio
Niwano, fundador del movimiento budista japonés Rissho Kosei-kai: «[...] Si el
hombre no está en paz con Dios, la misma tierra no está en paz. Las personas
religiosas perciben el "sufrimiento" de la tierra cuando el hombre no
la usa siguiendo el plan de Dios, sino solo por egoísmo, por un deseo
insaciable de poseer. Este egoísmo y este deseo contaminan el entorno aún más y
antes que cualquier otra contaminación, que no es más que su consecuencia.
[...] Si descubrimos que toda la creación es regalo de un Padre que nos quiere,
será mucho más fácil establecer una relación armoniosa con la naturaleza. Y si
además descubrimos que este regalo es para todos los miembros de la familia
humana -y no solo para unos cuantos-, pondremos más cuidado y respeto en algo
que pertenece a la humanidad entera, presente y futura».
LETIZIA MAGRI
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