Tantos testimonios, y la alegría de miles de familias
que llenaron la plaza y vía de la Conciliación
La Jornada Mundial de la Familia fue una fiesta junto al papa Francisco.
El santo padre ingresó acompañado por tantos pequeños. Al lado del altar
presidía la ceremonia un ícono de la Sagrada Familia.
La niña Federica, de unos diez años en
el micrófono le dijo al papa “Te quiero mucho” y le mostró un dibujo, le
confió que su mamá le ha enseñado a cocinar algunas cosas, y a rezar por los
otros. Cientos de globos fueron dejados libres y volaban mientas los
diversos coros entonaron sus cantos y los fieles agitaban sus brazos.
Mons. Paglia le llamó: “papa, Francisco,
o mejor papá Francisco”. Y recordó que los papás abuelos y niños allí presentes
en la plaza le hicieron “recordar el sueño del profeta Zacarías” y de la
alegría de la fe, por la que “hacemos fiesta”, junto "con la presencia de
familias de más de 75 países". Recordó también a las familias en
dificultad como las de Siria, probadas por la guerra y a quienes la plaza les
envió un aplauso de apoyo. En la celebración festiva participaron por algunos
minutos acróbatas circenses y artistas de calle que amenizaron la fiesta con
algunas demostraciones.
Una mamá recordó la gran aventura que es
la familia, y varias pareja de jóvenes indicaron la fecha en que se van a casar
y las dificultades que deberán enfrentar, como una de romanos al confiar que a
pesar de no tener un trabajo seguro y no saber como van a pagar el alquiler,
decidieron casarse en primavera.
También el testimonio de unos abuelos
que desde España vinieron a Roma con toda la familia, sobrinos incluidos. En
medio de todo esto el santo padre le bendijo el niño a una madre en
cinta.
Se escuchó el testimonio de una mujer
siria, que contó el drama y el miedo que les empujó a escapar a Jordania y que
viven el drama del exilio y de la guerra. Y su esposo agradeció al santo padre
la vigilia de oración por la paz en Siria'.
Las familias en misión estuvieron
presentes, fue leída la carta de una familia italiana, de Florencia, en misión
en tierra musulmana; y de otra familia con una niña, del Camino Neocatecumenal,
que ahora están Albania y que dejaron sus trabajos y vida en Italia para servir
allí a la Iglesia.
No faltaron dos abuelos, directores de
películas, de convicciones diversas, que quisieron presentar su testimonio al
papa Francisco. Fueron Pablo y Victorio Taviani, quienes sufrieron la barbarie
del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial, sobre la cual hicieron un film,
como otro sobre el genocidio del pueblo armeno.
También estuvo el testimonio de una
familia, suegros incluidos, que habían llevado a vivir con ellos a la otra
abuela, a pesar de que la casa era pequeña y de las dificultades que esto
significaba.
Una familia joven de Lampedusa, de
pescadores, contaron cuando les llamaron para ayudar a los desesperados que
desembarcaban, con particulares tremendos. Junto al de un ingeniero agrario de
Nigeria que se escapó de África y en la estiva de una barca vio morir a 25
inmigrantes, entre los cuales un primo suyo, antes de llegar a la isla
italiana.
Hacia el final del evento, el papa
dirigió sus palabras al público, que lo interrumpió varias veces con sus
aplausos. Al concluir el santo padre dio su bendición y dijo: "No podemos
irnos sin pedirle a la Virgen que nos proteja a todos", y rezó un Ave
María
A continuación el papa Francisco saludó
a diversas personas y por más de media hora pasó con el jeep abierto, para
saludar a las familias presentes en la plaza y vía de la Conciliazione, desde
donde mucha gente siguió la ceremonia gracias a las pantallas gigantes.
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