Queridas familias:
Buenas tardes y bienvenidas a Roma.
Han llegado en peregrinación de muchas partes del mundo para profesar su fe
ante el sepulcro de San Pedro. Esta plaza les acoge y les abraza: formamos un
solo pueblo, con una sola alma, convocados por el Señor que nos ama y no nos
abandona. Saludo también a todas las familias que nos siguen por televisión e
internet: una plaza que se ensancha sin fronteras.
Han querido llamar a este momento: “Familia, vive la alegría de la fe”. Me gusta
este título. He escuchado sus experiencias, las historias que han contado. He
visto a muchos niños, muchos abuelos… He sentido el dolor de las familias que
viven en medio de la pobreza y de la guerra. He escuchado a los jóvenes que
quieren casarse, aunque se encuentran con mil dificultades. Y, en medio de todo
esto, nos preguntamos: ¿cómo es posible vivir hoy la alegría de la fe en
familia? Pero además les pregunto: “¿Es posible vivir esta alegría o no es
posible?”.
1. Hay unas
palabras de Jesús, en el Evangelio de Mateo, que vienen en nuestra ayuda: “Vengan a mí todos los que están cansados
y agobiados, y yo les aliviaré” (Mt 11,28). La vida a
menudo es pesada, muchas veces incluso trágica. Lo hemos oído recientemente…
Trabajar cansa; buscar trabajo es duro. Y encontrar trabajo hoy requiere mucho
esfuerzo. Pero lo que más pesa en la vida no es esto: lo que más cuesta de
todas estas cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser
querido. Algunos silencios pesan, a veces incluso en la familia, entre marido y
mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor las dificultades son más
duras, inaguantables. Pienso en los ancianos solos, en las familias que lo
pasan mal porque no reciben ayuda para atender a quien necesita cuidados
especiales en la casa. “Vengan a mí
todos los que están cansados y agobiados”, dice
Jesús.
Queridas familias, el Señor conoce nuestras dificultades: ¡las conoce! Y
conoce los pesos de nuestra vida. Pero el Señor sabe también que dentro de
nosotros hay un profundo anhelo de encontrar la alegría del consuelo.
¿Recuerdan? Jesús dijo: “Su alegría llegue a plenitud” (Jn 15,11). Jesús
quiere que nuestra alegría sea plena. Se lo dijo a los apóstoles y nos lo
repite a nosotros hoy. Esto es lo primero que quería compartir con ustedes esta
tarde, y son unas palabras de Jesús: Vengan a mí, familias de todo el mundo
–dice Jesús–, y yo les aliviaré, para que su alegría llegue a plenitud. Y estas
palabras de Jesús llévenlas a casa, llévenlas en el corazón, compártanlas en
familia. Nos invita a ir a Él para darnos, para dar a todos la alegría.
2. Las
siguientes palabras, las tomo del rito del Matrimonio. Quien se casa dice en el
Sacramento: “Prometo
serte siempre fiel, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la
enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”. Los esposos
en ese momento no saben lo que sucederá, no saben la prosperidad o adversidad
que les espera. Se ponen en marcha, como Abrahán; se ponen en camino juntos. ¡Y
esto es el matrimonio! Ponerse en marcha, caminar juntos, mano con mano,
confiando en la gran mano del Señor. ¡Mano con mano, siempre y para toda la vida!
Y sin dejarse llevar por esta cultura de la provisionalidad, que nos hace
trizas la vida.
Con esta confianza en la fidelidad de Dios se afronta todo, sin miedo, con
responsabilidad. Los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas
y peligros de la vida. Pero no tienen miedo a asumir su responsabilidad, ante
Dios y ante la sociedad. Sin huir, sin aislarse, sin renunciar a la misión de
formar una familia y traer al mundo hijos. –Pero, Padre, hoy es difícil…
-Ciertamente es difícil. Por eso se necesita la gracia, la gracia que nos da el
Sacramento. Los Sacramentos no son un adorno en la vida. “Pero qué hermoso
matrimonio, qué bonita ceremonia, qué gran fiesta!”. Eso no es el Sacramento;
no es ésa la gracia del Sacramento. Eso es un adorno. Y la gracia no es para
decorar la vida, es para darnos fuerza en la vida, para darnos valor, para
poder caminar adelante. Sin aislarse, siempre juntos. Los cristianos se casan
mediante el Sacramento porque saben que lo necesitan. Les hace falta para estar
unidos entre sí y para cumplir su misión como padres: “En la prosperidad y en la adversidad, en
la salud y en la enfermedad”. Así dicen los esposos en el
Sacramento y en la celebración de su Matrimonio rezan juntos y con la
comunidad. ¿Por qué? ¿Porque así se suele hacer? No. Lo hacen porque tienen
necesidad, para el largo viaje que han de hacer juntos: un largo viaje que no
es a tramos, ¡dura toda la vida! Y necesitan la ayuda de Jesús, para caminar
juntos con confianza, para quererse el uno al otro día a día, y perdonarse cada
día. Y esto es importante. Saber perdonarse en las familias, porque todos
tenemos defectos, ¡todos! A veces hacemos cosas que no son buenas y hacen daño
a los demás. Tener el valor de pedir perdón cuando nos equivocamos en la
familia… Hace unas semanas dije en esta plaza que para sacar adelante una
familia es necesario usar tres palabras. Quisiera repetirlo. Tres palabras: permiso, gracias, perdón.
¡Tres palabras clave! Pedimos permiso para ser respetuosos en
la familia. “¿Puedo hacer esto? ¿Te gustaría que hiciese eso?”. Con el lenguaje
de pedir permiso. ¡Digamos gracias, gracias por el amor! Pero dime, ¿cuántas
veces al día dices gracias a tu mujer, y tú a tu marido? ¡Cuántos días pasan
sin pronunciar esta palabra: Gracias! Y la última: perdón: Todos nos
equivocamos y a veces alguno se ofende en la familia y en el matrimonio, y
algunas veces –digo yo- vuelan los platos, se dicen palabras fuertes, per
escuchen este consejo: no acaben la jornada sin hacer las paces. ¡La paz se
renueva cada día en la familia! “¡Perdóname!”. Y así se empieza de nuevo.
Permiso, gracias, perdón. ¿Lo decimos juntos? (Responden: Sí). ¡Permiso,
gracias, perdón! Usemos estas tres palabras en la familia. ¡Perdonarse cada
día!
En la vida de una familia hay muchos momentos hermosos: el descanso, la
comida juntos, la salida al parque o al campo, la visita a los abuelos, la
visita a una persona enferma… Pero si falta el amor, falta la alegría, falta la
fiesta, y el amor nos lo da siempre Jesús: Él es la fuente inagotable. Allí Él,
en el Sacramento, nos da su Palabra y nos da el Pan de vida, para que nuestra
alegría llegue a plenitud.
3. Y para
concluir, aquí adelante se encuentra el icono de la Presentación de Jesús en el Templo. Es un
icono realmente hermoso e importante. Contemplémoslo y dejémonos ayudar por
esta imagen. Como todos ustedes, también los protagonistas de esta escena han
hecho su camino: María y José se han puesto en marcha, como peregrinos a
Jerusalén, para cumplir la ley del Señor; del mismo modo el viejo Simeón y la
profetisa Ana, también ella muy anciana, han llegado al Templo llevados por el
Espíritu Santo. La escena nos muestra este encuentro de tres generaciones, el
encuentro de tres generaciones: Simeón tiene en brazos al Niño Jesús, en el
cual reconoce al Mesías, y Ana aparece alabando a Dios y anunciando la
salvación a quien espera la redención de Israel. Estos dos ancianos representan
la fe como memoria. Y yo les pregunto: “¿Ustedes escuchan a los abuelos? ¿Abren
su corazón a la memoria que nos transmiten los abuelos? Los abuelos son la
sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Y un pueblo que no
escucha a los abuelos es un pueblo que muere. ¡Escuchar a los abuelos! María y
José son la familia santificada por la presencia de Jesús, que es el
cumplimiento de todas las promesas. Toda familia, como la de Nazaret, forma
parte de la historia de un pueblo y no podría existir sin las generaciones
precedentes. Y por eso hoy tenemos aquí a los abuelos y a los niños. Los niños
aprenden de los abuelos, de la generación precedente.
Queridas familias, también ustedes son parte del pueblo de Dios. Caminen
con alegría junto a este pueblo. Permanezcan siempre unidas a Jesús y den
testimonio de Él a todos. Les agradezco que hayan venido. Juntos, hagamos nuestras
las palabras de San Pedro, que nos dan y nos seguirán dando fuerza en los
momentos difíciles:“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de
vida eterna” (Jn 6,68). Con la gracia de Cristo, vivan la
alegría de fe. El Señor les bendiga y María, nuestra Madre, les proteja y les
acompañe. Gracias.
ENTRADAS
RELACIONADAS:
- El santo padre encuentra alos participantes de la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para laFamilia. 25 de octubre de 2013.
- Las familias festejan sujornada junto al Santo Padre: Testimonios. 26 de octubre de 2013
- Homilía del Santo Padre en la Misa de Clausura de laPeregrinación de las familias del mundo a Roma en el Año de la Fe. 27 de octubrede 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario