POR
FAVOR, PERDÓN, GRACIAS
El domingo 24,
solemnidad de Cristo Rey, concluiremos la celebración del “Año de la Fe”. Y,
una semana después, como siempre por esas fechas, el ciclo litúrgico. ¡Todavía
se puede hacer un “sprint” en ambos!
ESPÍRITU DE UNIDAD
…cuando Dios creó al
hombre, lo hizo varón y mujer. Es decir, distintos en función de una unidad: la
familia. Y la variedad de culturas, lenguas y tradiciones, entonces, no podemos
sino verlas como queridas por Dios y en función de una unidad superior: la
del género humano, la realización del designio final de Dios para con la
humanidad, de la que la unidad de la Iglesia es el signo precursor.
La síntesis final es el Cristo total, su Cuerpo Místico plenamente realizado.
Los cristianos están
llamados a realizar la unidad escatológica de alguna manera ya desde esta
tierra, viviendo el mandamiento de Cristo: «amaos como yo os he amado», es
decir, amar al otro como Dios lo ama, totalmente y en su identidad
distinta de la nuestra, y esto recíprocamente. He ahí entonces el milagro
de la unidad y con ella la presencia de Jesús, real, prometida por Él a quienes
se aman así (Mt 18, 20). También aquí la unidad de los diversos
produce una realidad de cualidad superior.
Dirigiéndose el pasado
mes de mayo a una representación variopinta de un centenar de movimientos
eclesiales, el Papa Francisco afirmaba: «El Espíritu Santo es el
Espíritu de unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a
la armonía... Sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad
y, al mismo tiempo, realizar la unidad».
Es ciertamente el
Espíritu Santo, como dice el Papa, quien hace la unidad; Aquel que en el seno
de la Trinidad hace la unidad más excelsa entre los dos más distintos posibles
existentes: el Padre y el Hijo…, …el Generante y el Generado. Pero es también
Él, ese Espíritu «que sobrevolaba sobre el caos» original del que nos habla el
libro del Génesis, ordenando, componiendo en unidad progresivamente todas las
cosas.
JORDI MARJANEDAS,
Revista “Ciudad Nueva” noviembre 2013, p.
TRES PALABRAS: “POR
FAVOR”, “PERDÓN”, “GRACIAS”
…necesitan la ayuda de
Jesús, para caminar juntos con confianza, para quererse el uno
al otro día a día, y perdonarse cada día. Y esto es importante. Saber
perdonarse en las familias, porque todos tenemos defectos, ¡todos! A
veces hacemos cosas que no son buenas y hacen daño a los demás. Tener
el valor de pedir perdón cuando nos equivocamos…
…para sacar adelante
una familia es necesario usar tres palabras. Quisiera repetirlo. Tres
palabras: permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave! Pedimos permiso
para ser respetuosos en la familia. “¿Puedo hacer esto?, ¿te gustaría
que hiciese eso?”, con el lenguaje de pedir permiso. ¡Digamos “gracias”,
gracias por el amor! Pero dime, ¿cuántas veces al día dices “gracias” a tu
mujer, y tú a tu marido? ¡Cuántos días pasan sin pronunciar esta palabra:
“gracias”! Y la última: “perdón”. Todos nos equivocamos y a veces alguno se
ofende en la familia y en el matrimonio, y algunas veces –digo yo– “vuelan los
platos”, se dicen palabras fuertes…, pero escuchad este consejo: no
acabéis la jornada sin hacer las paces. ¡La paz se renueva cada día en
la familia!“¡Perdóname!”. Y así se empieza de nuevo.
Permiso, gracias,
perdón. ¿Lo decimos juntos? (Responden: Sí). ¡Permiso, gracias, perdón! Usemos
estas tres palabras en la familia. ¡Perdonarse cada día!
En la vida de una
familia hay muchos momentos hermosos: el descanso, la comida juntos, la salida
al parque o al campo, la visita a los abuelos, la visita a una persona enferma…
Pero si falta el amor, falta la alegría, falta la fiesta, y el amor nos lo
da siempre Jesús: Él es la fuente inagotable. Allí Él, en el Sacramento, nos da
su Palabra y nos da el Pan de vida, para que nuestra alegría llegue a plenitud…
PAPA FRANCISCO,
Discurso a las familias
del mundo con ocasión de su peregrinación a Roma en el Año de la fe, 26 octubre
2013
AMOR ACOGEDOR, PACIENTE
…la verdadera alegría…
no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias
favorables… la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las
personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir
la belleza de estar juntos, de sostenernos mutuamente en el camino de la
vida. En el fondo de este sentimiento de alegría profunda está la
presencia de Dios, la presencia de Dios en la familia; está su amor
acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un amor
paciente: la paciencia es una virtud de Dios y nos enseña, en familia, a tener
este amor paciente, el uno por el otro. Tener paciencia entre nosotros. Amor
paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el
amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los
individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia
que vive la alegría de la fe, la comunica espontáneamente, es sal de la
tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
PAPA
FRANCISCO, Homilía en la Santa Misa de clausura de la peregrinación de las
familias del mundo a Roma en el Año de la Fe, 27 octubre 2013
Fuente: Blog de Vida de la Palabra
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