QUE
DIOS NOS ENSEÑE A RESPETAR A LOS ABUELOS, EN SU MEMORIA ESTÁ EL FRUTO DE UN
PUEBLO, afirma el Papa
Un pueblo que “no respeta a los abuelos” carece de memoria y por lo tanto
de futuro. Fue la enseñanza que ofreció esta mañana el Papa Francisco en su
homilía de la Misa celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta. El Obispo
de Roma comentó la vicisitud bíblica del anciano Eleazar, que eligió el
martirio para ser coherente con su fe en Dios y para dar testimonio de rectitud
a los jóvenes.
Elegir la muerte, en lugar de
salvarse, con la ayuda de amigos complacientes, con tal de no traicionar a Dios
y también para no mostrar a los jóvenes que, en el fondo, la hipocresía puede
volverse útil, aunque se trate de renegar la propia fe. Todo esto se encuentra
en la vicisitud del noble Eleazar, figura bíblica del Libro de los Macabeos
propuesta en la liturgia del día, que a los verdugos que querían obligarlo a la
abjura prefiere el martirio, el sacrificio de su vida antes que una salvación
arrancada con la hipocresía. “Este hombre – observó el Papa – ante la elección
entre la apostasía y la fidelidad no duda”, rechazando “esa actitud de fingir,
de fingir piedad, de fingir religiosidad…”. Es más, en lugar de pensar en sí mismo
“piensa en los jóvenes”, en lo que su acto de coraje podrá dejarles como
recuerdo:
“La
coherencia de este hombre, la coherencia de su fe, pero también la
responsabilidad de dejar una herencia noble, una herencia verdadera. Nosotros
vivimos en un tiempo en el que los ancianos no cuentan. Es feo decirlo, pero se
descartan, ¡eh! Porque dan fastidio. Los ancianos son los que nos traen la
historia, nos traen la doctrina, nos traen la fe y nos la dan en herencia. Son
los que, como el buen vino envejecen, tienen esta fuerza dentro para darnos una
herencia noble”.
Francisco también recordó una historia que escuchó cuando era chico.
Protagonista es una familia – “papá, mamá, tantos niños” – y el abuelo, que
cuando tomaba la sopa “se ensuciaba la cara”. Fastidiado, el papá explica a los
hijos porqué el abuelo se comporta así. Por eso compra una mesita donde aislar
a su padre. Ese mismo papá, un día regresa a su casa y ve a uno de sus hijos
que juega con la madera. “¿Qué haces?”, le pregunta. “Una mesita”, responde el
niño. “¿Y para qué?”. “Para ti, papá, para cuando tú te vuelvas viejo como el
abuelo”:
“Esta
historia me ha hecho tanto bien, toda la vida. Los abuelos son un tesoro. La
Carta a los hebreos... nos dice: ‘Acuérdense de sus mayores, que les han
predicado, aquellos que les han predicado la Palabra de Dios. Y considerando su
fin, imiten su fe’. La memoria de nuestros antepasados nos lleva a la imitación
de la fe. Verdaderamente la vejez tantas veces es un poco fea, ¡eh! Por las
enfermedades que trae y todo esto, pero la sabiduría que tienen nuestros
abuelos es la herencia que nosotros debemos recibir. Un pueblo que no custodia
a los abuelos, un pueblo que no respeta a los abuelos, no tiene futuro, porque
no tiene memoria, ha perdido la memoria”.
“Nos hará bien – comentó el Papa Francisco hacia el final de su homilía –
pensar en tantos ancianos y ancianas, tantos que están en casas para ancianos,
y también en tantos – es fea la palabra, pero digámosla – abandonados por sus
familiares. Son el tesoro de nuestra sociedad”:
“Oremos por nuestros abuelos, nuestras abuelas,
que tantas veces han tenido un papel heroico en la transmisión de la fe en
tiempo de persecución. Cuando papá y mamá no estaban en casa y también cuando
tenían ideas extrañas, que la política de aquel tiempo enseñaba, han sido las
abuelas las que han transmitido la fe. Cuarto mandamiento: es el único que
promete algo a cambio. Es el mandamiento de la piedad. Ser piadoso con nuestros
antepasados. Pidamos hoy la gracia a los viejos Santos - Simeón, Ana, Policarpo
y Eleazar - a tantos viejos Santos: pidamos la gracia de custodiar, escuchar y
venerar a nuestros antepasados, a nuestros abuelos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario