En
la homilía de este viernes: Dios es como el padre de la parábola del hijo
pródigo, un padre que espera, perdona y hace fiesta
El Santo Padre ha
desarrollado su homilía tomando como referencia la primera lectura del día, del
libro del profeta Oseas. El Señor nos habla con ternura --ha observado el
Papa-- y "nos invita a la conversión" y si bien esta palabra nos
"suene un poco fuerte", dentro contiene "esta nostalgia amorosa
de Dios". Francisco ha hecho referencia a la exhortación del padre que le
dice al hijo: "Vuelve, es hora de volver a casa". Por ello el Papa ha
indicado que ya "solamente con esta palabra podemos pasar tantas horas de
oración".
Así lo ha explicado:
"Es el corazón de nuestro Padre, Dios es así: no se cansa, ¡no se cansa! Y
durante tantos siglos ha hecho esto, a pesar de mucha apostasía, mucha
apostasía del pueblo. Y él siempre vuelve, porque nuestro Dios es un Dios que
espera. Desde aquella tarde en el paraíso terrestre. Adán salió del paraíso con
dolor y también con una promesa. Y Él es fiel, el Señor es fiel a su promesa,
porque no puede negarse a sí mismo. Es fiel. Y así nos ha esperado a todos
nosotros, a lo largo de la historia. Es el Dios que nos espera, siempre".
Y ha recordado que el
Evangelio de Lucas nos dice que el padre ve al hijo pródigo a lo lejos porque
le esperaba. El padre "iba al camino todos los días a mirar si el hijo
volvía. Esperaba. Y cuando lo vio, fue rápido" y "se le echó al cuello",
ha señalado Francisco. El hijo había preparado las palabras para decir, pero el
padre no le deja hablar, "con el abrazo le tapó la boca". Francisco
ha observado que "este es nuestro Padre, el Dios que nos espera.
Siempre".
'Pero, padre, yo tengo
muchos pecados, no sé si Él estará contento', dirá alguien. "¡Pero
inténtalo! si quieres conocer la ternura de este Padre, ve donde Él y prueba,
después me lo cuentas", dijo.
Es el Dios de la
misericordia: no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de
pedir el perdón, pero Él no se cansa. Setenta veces siete: siempre, adelante
con el perdón. Y desde el punto de vista de una empresa, el balance es
negativo. Él siempre pierde: pierde en el balance de las cosas, pero gana en el
amor".
Francisco ha recordado
que Dios es el primero que cumple el mandamiento del amor. "Él ama, no
sabe hacer otra cosa", ha añadido. Y también ha señalado que "los
milagros que Jesús hacía, con tantos enfermos eran también un signo del gran
milagro que cada día el Señor hace con nosotros, cuando tenemos la valentía de
levantarnos e ir donde Él". Y cuando esto sucede, Dios nos hace fiesta.
"No como el banquete de ese hombre rico, que tenía en la puerta el pobre
Lázaro", ha recordao, sino que "hace otro banquete, como el padre del
hijo pródigo".
Para concluir Francisco
ha afirmado que "'Y que tu florecerás como un lirio', es la promesa, 'Te
haré fiesta'. 'Esparcirán tus semillas y tendrás la belleza del olivo y la
fragancia del Líbano'. La vida de cada persona, de cada hombre, de cada mujer,
que tiene la valentía de acercarse al Señor, encontrará la alegría de la fiesta
de Dios. Así, que esta palabra nos ayude a pensar en nuestro Padre, Padre que
nos espera siempre, que nos perdona siempre y que hace fiesta cuando volvemos".
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