En otras ocasiones os hemos contado como hemos descubierto nosotros esta necesidad de hacer vida la Palabra de Dios y de compartir las experiencias entre nosotros, como pequeños frutos que florecen cuando los compartimos. Chiara Lubich tenía otra gran pasión: "su pasión por la Iglesia", pasión que nace de su amor por la Palabra, una pasión que era vida, pues la Palabra la hacía vida y no una vida individual, ella continuamente compartía lo efectos que la Palabra producía en ella, durante muchos años, muchísimas personas se han alimentado de ese comentario que ella administraba después de pasarlo por su corazón para que fuera mejor comprendido. Su pasión era el Verbo, la Palabra, Jesucristo.
Hay un pensamiento muy bello de Chiara que recoge esta idea: “La tensión de mi vida es vivir siempre la Palabra, ser la Palabra, la Palabra de Dios. La amo tanto, que desearía llegar al punto en que, si me preguntasen: “Pero tú, ¡quién eres?”, quisiera responder: “Palabra de Dios”.
En otra ocasión decía Chiara: “Viviendo una Palabra y luego otra y otra más, habíamos comprobado que al poner en práctica cualquier Palabra de Dios, los efectos al final eran idénticos; el hecho de que cada Palabra, a pesar de estar expresada en términos humanos y distintos es Palabra de Dios; pero como Dios es Amor, cada Palabra es caridad. … Y cuando una de estas Palabras caía en nuestra alma, nos parecía que se transformaba en fuego, en llamas, que se transformaba en amor”.
Leyendo los comentarios de Chiara, el Evangelio adquiere para nosotros un nuevo colorido y se nos abre en su dimensión más profunda. Jesucristo es la Palabra, en quien el Padre lo ha dicho todo.
“SER PALABRA VIVA”, Chiara Lubich
ED. Ciudad Nueva. Madrid 2008
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