FUENTE ZENIT.
El cardenal
Péter Erdö, relator general del Sínodo, fue el encargado esta mañana de
realizar la relación introductoria en la que repasó y analizó con detalle los
puntos más importantes a tratar durante las próximas tres semanas. De este
modo, dirigiéndose a todos los participantes del Sínodo Ordinario de los
Obispos sobre la familia, hizo un repaso del Instrumentum Laboris.
LA ESCUCHA DE LOS DESAFÍOS SOBRE LA FAMILIA.
A propósito
del contexto socio-cultural, el purpurado indicó algunas de las problemáticas
actuales como son “los efectos del cambio climático y ambiental” y los de “la
injusticia social, de violencia, de guerras” que empujan a millones de personas
a dejar la tierra de origen y tratar de sobrevivir en otras partes del mundo.
Resulta evidente que el movimiento migratorio “está disgregando las familias o
es un dificultad para su formación”. Así mismo subrayó que en muchas partes del
mundo hay gente que trabaja por un salario tan bajo que “apenas le permite
sobrevivir para poder continuar trabajando, pero que no hace posible la
creación de una familia”.
Reflexionando
sobre el cambio antropológico,
recordó que otra de las dificultades a tener en cuenta es que “la persona en
búsqueda de la propia libertad, trata de hecho a menudo de ser independiente de
cualquier unión, a veces también de la religión, que constituye una unión con
Dios, de las uniones sociales, especialmente de las que están conectadas con
las formas institucionales de la vida”. Si no confiamos --observó-- en poder
conocer las verdades objetivas y los valores objetivos que se basan en la
realidad, corremos el riesgo de buscar orientaciones para nuestro
comportamiento social en base a criterios solamente formales, como una mayoría
numérica, que prescinde del contenido, o una formalidad de procedimiento, ante
varios organismos, como única justificación de una elección. Y un ejemplo de
ello es el creciente número de parejas que viven juntas pero que no quieren
establecer ningún tipo de matrimonio, ni religioso ni civil. Y advirtió cómo los
jóvenes esposos cuidan todos los mínimos detalles de la boda, pero al mismo
“descuida el verdadero significado del matrimonio”.
Sobre la inestabilidad institucional, el
cardenal apuntó que cada vez la gente se casa más mayor y el miedo de los
jóvenes a asumir responsabilidades y compromisos definitivos. A propósito del individualismo
y la subjetividad, aseguró que es necesario evitar la actual tendencia a hacer
pasar lo que son simples deseos, muchas veces egoístas, como verdaderos y
propios derechos, negando al mismo tiempo la base objetiva de cualquier
derecho.
De los aspectos
biológicos y culturales hay que tener en cuenta que la sociedad de consumo
"ha separado sexualidad y procreación y también esta es una de las causa
del descenso de la natalidad".
A propósito
de la “explotación y la violencia contra las mujeres” que en los países en vías
de desarrollo se traduce en “abortos y esterilizaciones forzadas”, en otros en
“consecuencias negativas con prácticas unidas con la procreación”, como
alquiler de vientre y óvulos, forzadas por el “deseo de tener un hijo a
cualquier precio”. La llamada “revolución bio-tecnológica” dijo el purpurado
“ha introducido nuevas posibilidades de manipular el acto reproductivo”
haciendo la vida humana y la transmisión de la vida “realidades modulables y
separables”.
Por otro
lado, señaló la problemática de la inmadurez y fragilidad afectivas, “efecto de
una verdadera falta de educación efectiva y afectiva en familia, en cuanto que
los padres no tienen tiempo para los hijos, o se divorcian”. Y los hijos “no
ven el ejemplo de los adultos, se enfrentan solo con el comportamiento de sus
coetáneos”. Así --subrayó-- “la madurez afectiva queda recortada y no se le
permite desarrollarse”. Se coloca en este contexto la pornografía y la comercialización
del cuerpo favorecida por un uso “desordenado” de internet. Así --advirtió el
purpurado-- la crisis de la pareja desestabiliza la familia y debilita las
uniones entre generaciones.
EL DISCERNIMIENTO DE LA VOCACIÓN FAMILIAR
El cardenal
reflexionó sobre la indisolubilidad
matrimonial como don y tarea indicando que no es algo que se debe entender
como “yugo” impuesto a los hombres sino como “don” hecho a las personas unidas
en matrimonio. Este proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia “ofrece
una posibilidad de plenitud para la vida de las personas interesadas también
hoy, a pesar de la dificultad que se encuentra a la hora de mantener los
compromisos para siempre”.
Sobre quienes conviven o viven solo en matrimonio
civil la misericordia hacia las familias heridas, el relator general
recordó la importancia de una “atención misericordiosa y realista", en
cuanto "no se sienten preparados para celebrar el sacramento, vista la
dificultad que tal elección puede provocar hoy”. Y si la comunidad logra
mostrarse acogedora hacia estas personas y presentar claramente la verdad sobre
el matrimonio, se podrá ayudar “a estos fieles a llegar a una decisión para el
matrimonio sacramental”.
LA MISIÓN DE LA FAMILIA HOY.
Asimismo,
aseguró que la colaboración de la
familia con las instituciones públicas es deseable por los intereses de la
familia. E indicó que los cristianos deben tratar de crear estructuras
económicas de apoyo para ayudar a las familias que están particularmente
golpeadas por la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la falta de
asistencia socio-sanitaria o son víctimas de la explotación.
Por otro
lado, a propósito de los matrimonios en
crisis, del acompañamiento y la integración eclesial señaló que la misión
del Iglesia hacia aquellos que viven una situación matrimonial o familiar
problemática es “delicada y exigente”. Es importante tener, al menos a nivel
diocesano, “centros de escucha que por una parte puedan ayudar ya en los
momentos de la crisis, pero también sucesivamente”. Otro tipo de consulta,
igualmente importante, es la de ofrecer a los divorciados "una ayuda para
poder aclarar la eventual invalidez de su matrimonio naufragado”.
A propósito
de los divorciados vueltos a casar civilmente
debe haber “un acompañamiento pastoral misericordioso el cual no deja duda
sobre la verdad de la indisolubilidad del matrimonio enseñado por el mismo
Jesucristo”.
Y recordó
que “no es el naufragio del primer matrimonio, sino la convivencia en la segunda relación lo que impide el acceso a la
eucaristía”. Precisó también la importancia de escuchar a los hijos
“víctimas de estas situaciones” y de “animar a los cónyuges que quedan solos
tras un fracaso, de perseverar en la fe y en la vida cristiana”.
Del mismo
modo indicó los desafíos que comportan los matrimonios mixtos, o sea entre
cristianos de diversas confesiones y los celebrados con la dispensa por el
impedimento de disparidad de culto, entre un católico y un no bautizado.
Otro tema
abordado en este punto fue la acogida y cercanía a las personas con tendencia homosexual. El Sínodo reitera que “toda
persona es respetada en su dignidad independientemente de su tendencia sexual”
y desea que “los programas pastorales reserven una atención específica a las
familias en las que viven personas con tendencia homosexual y a estas
personas”. Pero el cardenal advirtió que “no existe fundamento alguno para
asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones
homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia”.
A propósito
de la transmisión de la vida en la
familia recordó que “la apertura a la vida es una exigencia intrínseca del amor
conyugal. La generación de la vida, por tanto, no se reduce a una variable de
la proyección individual o de pareja”. La visión individualista de la
procreación --añadió-- puede contribuir a la fuerte caída de la natalidad,
debilitar el tejido social, comprometer la relación entre las generaciones y
hacer más incierta la mirada hacia sobre el futuro. Del mismo modo, subrayó que
la tarea de la familia es “acoger la vida naciente y cuidarla en su última
fase”.
Sobre el
drama del aborto, la Iglesia
reafirma “el carácter inviolable de la vida humana”, “ofrece consulta a las
embarazadas, sostiene a las madres jóvenes, asiste a los niños abandonados y se
hace compañera de aquellas que han sufrido el aborto y han tomado conciencia de
su error”. Igualmente reafirma “el derecho a la muerte natural, evitando al
mismo tiempo tanto el encarnizamiento terapéutico como la eutanasia”.
Finalmente,
el prelado concluyó encomendando los trabajos del Sínodo a la Santa Familia de
Nazaret, e invocó un despertar comunitario para afrontar los desafíos de la
familia de hoy, pidiendo “la luz del Espíritu Santo para que nos indique
también los pasos concretos que debemos dar”.
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