A propósito de la misericordia:
Amar más
Con
demasiada frecuencia recibimos noticia de la muerte de mujeres a manos de sus
parejas, acompañada de manifestaciones de repulsa, minutos de silencio e
instrucciones en las que se insta a las mujeres a denunciar en el juzgado a sus
maltratadores y utilizar un teléfono de ayuda.
Pero lo
cierto es que estos hechos lamentables no disminuyen, por lo que quizás habría
que reflexionar sobre la cuestión, encuadrándola en la situación general de las
rupturas de pareja que alcanzan cifras escandalosas: más de 100.000 en 2014,
duplicando las que se producían en 2004, a causa de la Ley de divorcio exprés
que introdujo el gobierno como una medida “progresista”.
Las rupturas
sangrientas nos conmueven, pero en cambio nadie parece preocuparse de la
extrema fragilidad de las uniones conyugales y sus causas, que a mi parecer estriba
en la aceptación social de que la vida en pareja solo se mantiene mientras
duran las mutuas satisfacciones, pero en cuanto surgen dificultades de
convivencia no hay voluntad ni preparación para superarlas. Cada uno por su
lado intentará una nueva relación, que se espera más satisfactoria, aunque
resulte muchas veces tan efímera como la anterior.
Pero las
rupturas suelen ser a menudo traumáticas, no hay mutuo acuerdo, cuando existen
hijos, bienes a repartir o sentimientos de ultraje, de humillación de uno de
los miembros de la pareja, de infidelidad o de engaño, que pueden resultar
insoportables.
Llevamos
muchos años transmitiendo la idea de que hay que “vivir la vida” aunque ello
represente para cada uno usar del otro como mero objeto de usar y tirar. Con goce
si responsabilidad ni ataduras es imposible construir una familia que necesita
estabilidad.
En la
falsificación del lenguaje que padecemos se dice “hacer el amor” al mero
ejercicio de la sexualidad, cuestión de la que se instruye en el colegio. Pero
el amor es otra cosa, para la que no se educa. El amor es salir de sí mismo
para darse al otro y encontrar la felicidad en la propia donación. ¿Verdad que
suena raro a los oídos actuales?
Pienso que
si se redujeran las rupturas de pareja, también disminuiría la llamada
violencia de género. El machismo no es más que la falta de amor llevada al
paroxismo. Nadie puede ser obligado a amar pero solo el amor es lo que nos hace
personas.
Buscar
activamente el bien de quien se ama y encontrar en ello la felicidad es el
ideal a proponer a la juventud en lugar del actual goza, disfruta y vive solo
para ti mismo.
Idear un
proyecto de vida en común, ─de toda la vida─, estar dispuestos a superar las
dificultades, decididos a transmitir la vida y el amor en la familia. Esta es
una tarea para hombres y mujeres de verdad, capaces de dominarse a sí mismos,
capaces de vivir la integridad y la fidelidad.
Si no
robustecemos los valores que nos constituyen en personas responsables, la
violencia de género será una lacra difícil de extirpar a pesar de todas las
medidas judiciales y policiacas que se les ocurran a nuestros gobernantes. Eso
es lo que pienso.
Francisco Rodríguez Barragán
Francisco
Rodríguez Barragán nació en Granada el año 1938, está casado y tiene cinco
hijos. Es Licenciado en Geografía e Historia y Derecho. Ha pertenecido al
Cuerpo Técnico de la Seguridad Social hasta su jubilación. Ha obtenido la
Medalla al Mérito Civil y formó parte de la primera Corporación Municipal
democrática de Granada. Actualmente es miembro del Movimiento Familiar
Cristiano y colabora como voluntario en Proyecto Hombre Granada. Publica la
columna de opinión 'Ver, juzgar y actuar' todos los miércoles en SIGLO XXI.
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