"La
acogida, el amor, la estima, el servicio múltiple y unitario -material,
afectivo, educativo, espiritual- a cada niño que viene a este mundo, debería
constituir siempre una nota distintiva e irrenunciable de los cristianos,
especialmente de las familias cristianas; así los niños, a la vez que crecen
"en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres",
serán una preciosa ayuda para la edificación de la comunidad familiar para la
misma santificación de los padres. (Familiaris Consortio, 1981)"
Juan
Pablo II
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