Cuantas veces en nuestras
reuniones de familias nos encontramos con la pregunta de ¿cómo transmitir la fe
a nuestros hijos?, expresiones frecuentes y que la mayoría de las veces nos desanima y nos lleva a la impotencia de verlos como se alejan de
lo que en casa siempre han visto, nosotros no tenemos la respuesta, y ni
siquiera nos atrevemos a dar una opinión, a veces lo único que decimos es “hacemos lo que podemos”, aunque
reconocemos que la familia es la primera escuela en la que nuestros hijos
aprenden la primera lección.
Estamos tan acostumbrados, tan dentro de la cultura que nos rodea que es como la historia de la raza y el agua caliente.
Lo cierto es que la única que construye, la realidad que mueve la vida: “el amor”. Y si hay un maestro, alguien a quién preguntarle cómo hacer , alguien que haya amado hasta el final, alguien que haya dado la vida por sus amigos, ese es Jesús. Jesús es el mejor maestro para enseñarnos a amar. Es El único que tiene una respuesta a nuestra pregunta ¿Qué hacer con nuestros hijos?
Estamos tan acostumbrados, tan dentro de la cultura que nos rodea que es como la historia de la raza y el agua caliente.
Lo cierto es que la única que construye, la realidad que mueve la vida: “el amor”. Y si hay un maestro, alguien a quién preguntarle cómo hacer , alguien que haya amado hasta el final, alguien que haya dado la vida por sus amigos, ese es Jesús. Jesús es el mejor maestro para enseñarnos a amar. Es El único que tiene una respuesta a nuestra pregunta ¿Qué hacer con nuestros hijos?
Le hemos pedido prestadas sus
palabras al Cardenal Francisco Xavier Nguyen Vanthuan cuando escribe en su
libro “Testigos de Esperanza” que “el mundo es de quien lo ama”. A veces nos
lamentamos que el cristianismo, en la sociedad de hoy, tiene una presencia cada
vez más marginal, de que es difícil trasmitir la fe a los jóvenes, de que las
vocaciones disminuyen. Y se podrían seguir enumerando motivos de
preocupación... y nosotros queremos que el mundo sea de Jesús.
No es raro que, en el
mundo actual, nos sintamos perdedores. Pero la aventura de la esperanza nos
lleva más allá. "El mundo es de quien lo ama y mejor sabe mostrarlo".
En el corazón de las personas hay una sed infinita de amor, y nosotros con el
amor que Dios ha infundido en nuestros corazones (cf. Rm 5,5), podemos
saciarla.
Pero es preciso que nuestro amor
sea "arte", un arte que supera la capacidad de amar simplemente
humana. Mucho, por no decir todo, depende de esto.
Aunque seamos expertos en materia
de religión, corremos el riesgo de tener una teoría del amor y no poseer
suficientemente su arte, y Jesús era como nadie, maestro de éste. Por eso nosotros como familia, queremos proponeros ir a la escuela de Jesús, asistir a sus clases, hacer el curso para aprender a amar como Él, a contemplar los elementos del arte de amar que nos enseña y que es la fuente de esplendor y
fascinación de la vida cristiana, como diría el Cardenal Vanthuan.
El libro “testigos de Esperanza” y
lo podéis encontrar en la Editorial Ciudad Nueva
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