Ante la noticia de un embarazo,
se unen sentimientos de alegría y momentos de dudas o de miedo
PUBLICADO
POR CATHOLIC.NETFAMILIA Y VIDA
el 16 de julio 2016.
FUENTE ZENIT.
Ser madre es hermoso aunque no faltan
dificultades. Ante la noticia de un embarazo, se unen sentimientos de alegría y
momentos de dudas o de miedo. Inician semanas y meses llenos de esperanzas, de
preguntas y, en ocasiones, de zozobras y de angustia.
Maternidad - Pixabay |
Ser madre, además, es una aventura
compartida: si hay una mamá es obvio que hay un papá. La maternidad no puede
ser vista como un asunto exclusivo de la mujer, como algo que ella debe
“gestionar” autónomamente. Necesita el apoyo del esposo que también inicia una
experiencia maravillosa: la paternidad
Empezar a ser madre y ser padre supone
emprender una aventura que abre a futuros inciertos. Mientras en el noviazgo la
pareja puede conocerse y aceptarse con mayor o menor conciencia, en una
decisión de tanta fuerza que lleva a ese compromiso de amor que se llama
matrimonio, ocurre algo distinto cuando nace un niño, con todos los misterios
que le rodean.
Las preguntas surgen continuamente. ¿Cómo
viene, cómo nacerá? ¿Corresponderá a los sueños y esperanzas que se tienen
sobre él? ¿Tendrá los ojos negros o azules? ¿Estará sano o enfermo? ¿Llorará
por las noches o será un bebé modelo?
Ante tanto riesgo y aventura, hay quienes se
sienten tentados a la renuncia: mejor no tener hijos (o los menos posibles)
para así no estar continuamente en vilo; mejor la seguridad del ser solamente
esposos que el viaje a lo desconocido de cada nuevo embarazo.
Existe la posibilidad de pensar así, y hay
quienes así piensan de hecho. Pero, ¿es que el mismo vivir no es un riesgo
continuo? ¿O será que, a base de miedos, los esposos pierden ocasiones
irrepetibles para amar y para dar?
Las personas empiezan a ser mejores cuando se
abren y acogen con generosidad y amor el misterio de cada nueva vida. Los hijos
que hoy nacen desde padres generosos y “arriesgados” serán mañana quienes
continuarán en el mundo la aventura de la existencia humana.
Otros, nuestros padres, un día se abrieron a
nosotros. Ahora toca a cada nueva generación compartir esa experiencia
maravillosa como señal de gratitud hacia los propios padres, y como esperanza
que se ofrece a cada nuevo hijo para que inicie a caminar en este mundo y hacia
lo que inicia a cada uno tras la muerte.
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