Ayer
escuchaba unas palabras que me hicieron pensar, eran de Iñaki Gabilondo: “Los
héroes de hoy son los que hasta ahora no tenían relevancia alguna”.
Ha tenido
que venir una situación dolorosa para ponernos a cada uno en nuestro lugar,
para descubrirnos que todos somos muy necesarios y que solos no vamos a ningún
sitio. En esta sociedad que habíamos creado, los que tenían renombre, fama,
poder, control y dominio de la situación eran siempre un grupo pequeño dentro
de cada realidad, pero ahora nos toca descubrir una cosa diferente.
Se ha
hecho, inmensamente, más necesario el que antes más escondido estaba, el que
menos se le veía, con el que menos se contaba, al que sólo le llegaban ordenes
y cargar con todas las leyes sin demasiada defensa.
Hoy hemos
descubierto como la sociedad tenía una base mucho más rica de lo que nos
imaginábamos, aunque fuesen los que tuvieran sueldos más bajos, estuviesen
siendo más explotados, se les tratase en ocasiones con la punta del dedo… esa
base que ahora descubrimos grande y extensa, es la que hoy nos da ejemplo de
constancia, responsabilidad, entrega, esfuerzo, de sobreesfuerzo… Esa base
tiene muchas profesiones de las que, muchas veces, se ha dudado de su eficacia,
necesidad, de su profesionalidad, a las que muchos no han querido incorporarse.
Y claro,
me gustaría poder mirar ese fenómeno desde nuestro prisma de la fe. Jesús
nos enseñó que en los sencillos y pobres es donde más se da la riqueza de Dios.
Él mismo fue creciendo en ese ambiente, en una sociedad humilde, una
familia humilde, con una profesión humilde. Además, de los que se fue rodeando
fueron personas de esa base que no era la élite. Y hemos escuchado una y otra
vez como su mensaje llegaba más y mejor a los humildes que a los sabios, a los
sencillos que a los poderosos, a los abatidos que a los sanos...
Esta
vuelta de la pirámide nos conecta con el mensaje de Jesús, nos hace ver con más
claridad la riqueza del ser humano, nos hace descubrir lo que realmente
construye a la persona: más que sus emociones, sus virtudes; más que sus
poderes, su capacidad de servicio; más que su pura humanidad, su vida vista
desde la trascendencia; más que sus deseos, sus hechos; más que sus costumbres,
sus anhelos profundos; más que sus prioridades, las del otro.
El
evangelio, a quien lo vive lo transforma y a quien lo descubre, le cambia la
vida. Nuestra sociedad estaba cansada de palabras y han tenido que ser los
hechos los que le hayan dado sentido a las palabras; palabras, que desde aquí
en adelante, seguro tendrán una profundidad mayor porque han sido vividas con
firmeza y fortaleza.
Ahora
busquemos todos una certeza, la pirámide no es lo importante. Lo que
verdaderamente importa es el saber quién eres, quién es tu vecino, quién está
cada día a tu servicio (esos son miles y miles), a los que conoces y a los que
no conoces, y a todos les une una necesidad: construir unas relaciones nuevas
para poder ser lo que fuimos, PERSONAS CREADAS A IMAGEN Y SEMEJANZA
DEL DIOS DE LA VIDA Y DEL AMOR.
No
dudemos en ponerlos a la tarea, el lugar no importa.
Pastoral
Familiar
ALM
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