TEXTO
COMPLETO DE LAS PALABRAS DEL PAPA, TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
«Queridos hermanos y
hermanas: Hoy es el tercer domingo de Adviento, denominado también ‘domingo
Gaudete’, domingo de la alegría. En la liturgia resuena en repetidas ocasiones
la invitación a la alegría, a alegrarse, porque el Señor está cerca. ¡La
Navidad está cerca! El mensaje cristiano se llama "evangelio", es
decir "buena noticia", un anuncio de alegría para todo el pueblo; ¡la
Iglesia no es un refugio para personas tristes, la Iglesia es la casa de la
alegría! Y aquellos que están tristes, encuentran en ella la alegría.
Encuentran en ella la verdadera alegría.
Pero la del Evangelio no es una alegría
cualquiera. Encuentra su razón en el saberse acogidos y amados por Dios. Como
nos recuerda hoy, el profeta Isaías (cf. 35,1-6ª. 8a.10), Dios es el que viene
a salvarnos y presta socorro especialmente a los descorazonados. Su venida
entre nosotros nos fortalece, nos da firmeza, nos dona coraje, hace exultar y
florecer el desierto y la estepa, es decir, nuestra vida cuando se vuelve
árida. ¿Y cuándo se hace árida nuestra vida? Cuando está sin el agua de la
Palabra de Dios y de su Espíritu de amor. Por grandes que puedan ser nuestros
límites y nuestra confusión y desaliento, no se nos permite ser débiles y
vacilantes ante las dificultades y ante nuestras propias debilidades.
Por el contrario, se
nos invita a fortalecer nuestras manos, a hacer firmes nuestras rodillas, a
tener coraje y a no temer, porque nuestro Dios muestra siempre la grandeza de
su misericordia. Él nos da la fuerza para ir adelante. Él está siempre con
nosotros para ayudarnos a ir adelante. ¡Es un Dios que nos quiere tanto, nos
ama, y por eso está con nosotros, para ayudarnos, para fortalecernos, e ir
adelante! ¡Coraje, siempre adelante!
Gracias a su ayuda,
siempre podemos empezar de nuevo. ¿Cómo comenzar de nuevo? Alguno me puede
decir: “No padre, soy un gran pecador, soy una gran pecadora, yo no puedo
recomenzar de nuevo”. ¡Te equivocas! ¡Tú puedes recomenzar de nuevo! ¿Por qué?
¡Porque Él te espera! ¡Él está cerca de ti! ¡Él te ama! ¡Él es misericordioso!
¡Él te perdona! ¡Él te da la fuerza de recomenzar de nuevo! ¡A todos! Podemos
volver a abrir los ojos, superar la tristeza y el llanto, y cantar un canto
nuevo.
Y esta alegría
verdadera permanece siempre también en la prueba, incluso en el sufrimiento,
porque no es superficial, sino que llega a lo más profundo de la persona que se
encomienda a Dios y confía en Él.
La alegría cristiana,
como la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en la certeza
de que Él mantiene siempre sus promesas. El profeta Isaías exhorta a aquellos
que han perdido el camino y se encuentran en la desesperación, a confiar en la
fidelidad del Señor porque su salvación no tardará en irrumpir en sus vidas.
Cuantos han encontrado a Jesús, a lo largo del camino, experimentan en el
corazón una serenidad y una alegría, de la que nada ni nadie puede privarlos.
¡Nuestra alegría es
Cristo, su amor fiel e inagotable! Por lo tanto, cuando un cristiano se vuelve
triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús. ¡Pero entonces no hay que
dejarlo solo! Tenemos que rezar por él y hacerle sentir la calidez de la
comunidad.
Que la Virgen María nos
ayude a acelerar nuestros pasos hacia Belén para encontrar al Niño que ha
nacido para nosotros, para la salvación y la alegría de todos los hombres. A
Ella el Ángel le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo" (Lc 1, 28 ). Ella nos obtenga vivir la alegría del Evangelio en
las familias, en el trabajo, en las parroquias y en todos los ambientes. ¡Una
alegría íntima, hecha de estupor y ternura. La misma que siente una mamá cuando
mira a su niño recién nacido y siente que es un don de Dios, un milagro que
sólo puede agradecer!
Y después del rezo a la
Madre de Dios y del responso por los difuntos, felicitando a los peregrinos por
su valentía, al permanecer a pesar de la lluvia que en esos momentos caía en
Roma, el Papa Francisco renovó este domingo la entrañable cita para la
bendición de las imágenes del Niño Dios - los Bambinelli - que fue inaugurada
por Pablo VI en diciembre de 1969, y que desde entonces los pequeños y pequeñas
del Centro Oratorios Romanos, llevan a la Plaza de San Pedro, para que el
Obispo de Roma las bendiga y luego colocarlas en los pesebres de sus hogares.
El Santo Padre les dedicó su primer saludo, les pidió que recen por él, así
como él reza por los niños:
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