El pasado miércoles, 22
de enero a las 19:00 h., en la Universidad Francisco de Vitoria, tuvo lugar la presentación
del libro “La teología feminista. Significado y valoración”, de Manfred
Hauke. La edición española ha sido preparada por Mons. Félix Ochayta Piñeiro.
Esta obra, publicada
por la editorial de la Conferencia Episcopal Española Biblioteca de
Autores Cristianos(BAC), nos introduce en el movimiento feminista desde los
orígenes, proporcionando tanto una descripción de la teología feminista en sus
distintos aspectos como una valoración crítica que nos ayuda a comprender los
postulados de la teología católica. Se puede considerar una valiosa
contribución a lo que el papa Francisco ha llamado “una teología de la mujer”. El
libro incluye una interesante presentación de Mons. Juan Antonio Reig Pla
titulada De la «teología feminista» a la «teología de la mujer».
El acto fue presidido
por Mons. Juan Antonio Reig Pla, obispo complutense y D. Clemente López,
vicerrector de la Universidad Francisco de Vitoria.
Intervinieron el Dr.
Manfred Hauke, autor del libro, catedrático de Patrología y Dogmática en la
Facultad de Teología de Lugano (Suiza) y miembro de la Pontificia Academia
Mariana Internacional, Dña. María Lacalle, directora del Centro de Estudios de
la Familia y D. Carlos Granados, director de la Biblioteca de Autores
Cristianos.
Mons. Reig, en su
intervención, explico que «en el origen del feminismo radical hay que mencionar
la transposición de la lucha de clases a la “dialéctica de los sexos” por parte
del marxismo. Al mismo tiempo hay que destacar la influencia del
existencialismo de Simone de Beauvoir, que une las raíces marxistas al
liberalismo entendido como exaltación del individuo autónomo partiendo de la
libertad individual como determinante de todo. Las revueltas estudiantiles del
mayo del ´68 francés supusieron una ejemplarización de este pensamiento que se
vinculaba a la “revolución sexual” anclada en el pensamiento de Kinsey, Wilhem
Reich y Herbert Marcuse. A todo este “cocktail” se unió la “ideología de
género” con su pretensión “deconstructivista” inspirada en el pensamiento de
Michel Foucault y Jacques Derrida entre otros, y los productos derivados de la New
Age y el ecologismo.
Lejos de ser una
realidad simple, el “feminismo” es una realidad compleja, con distintos
matices, pero con una pretensión clara: presentarse como el paradigma cultural
hegemónico. Ello explica la deriva del pensamiento feminista hacia la Teología
con una voluntad de replantear desde la raíz todo el sistema teológico: el
concepto de Dios, la antropología, la cristología-soteriología, la mariología,
la eclesiología, la liturgia, la escatología, etc.
En el ámbito cultural
español el “feminismo radical” es más conocido por sus pretensiones políticas y
por sus vinculaciones con los movimientos que promueven el aborto, el ataque al
matrimonio monógamo e indisoluble, y a la maternidad. Sin embargo,
su capacidad de penetración en los mass media representa todo un reto
para el pensamiento cristiano.
Por otra parte conviene
indicar que el feminismo ideológico nos es más que un paso en el proceso de
deconstrucción de la persona. De hecho, los argumentos que sustentan el
pensamiento feminista, en sucesivas “evoluciones”, han propiciado la “ideología
de género” y las teorías Queer y Cyborg».
Por su parte, la
Iglesia ‒ según indicó ‒
propone una «una teología de la mujer». «Para no errar ‒
explicó Mons. Reig ‒ la profundización en
el ejercicio de los propios «dones» de la mujer debe hacerse con fidelidad a la
Sagrada Escritura, a la Tradición y al Magisterio de la Iglesia, y en
particular desde, al menos, cuatro verdades ineludibles: 1) «Cada uno de los
dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del
poder y de la ternura de Dios»; 2) La unidad sustancial cuerpo-espíritu. No
somos sólo cuerpo o sólo espíritu. Somos un espíritu encarnado; el cuerpo no es
una prótesis de la persona, es sacramento de la persona, su visibilización; 3)
la diferencia sexual no es un accidente, es constitutiva de la persona. Somos
persona-varón o persona-mujer por voluntad de Dios, y desde esa diferencia
somos llamados al amor. Nuestro cuerpo tiene una dimensión nupcial, está creado
para el don, para amar, y en el ámbito del matrimonio se hace lenguaje del amor
en el abrazo conyugal abierto a la posibilidad del don de una nueva vida; 4) La
profundización de la contribución de la mujer no pasa por su
‘clericalización’».
El Obispo de Alcalá de
Henares concluyó su intervención explicando que “«a lo largo de la
historia las mujeres han sufrido a menudo un escaso aprecio de sus capacidades
y, a veces, incluso desprecio y prejuicios injustos. Se trata de una situación
que a pesar de algunos cambios significativos, perdura desgraciadamente aún hoy
en numerosas naciones y en muchos ambientes del mundo». Por ello hay que dar
las gracias a todas aquellas personas (mujeres y varones) que, a veces con gran
dificultad y persecuciones, han orado y trabajado por los legítimos derechos de
las mujeres y el desarrollo de la vocación que encierra su femineidad. Más aún,
«la Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del «genio»
femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y
de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga
a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios, por todas las victorias que
debe a su fe, esperanza y caridad; manifiesta su gratitud por todos los
frutos de santidad femenina» (Juan Pablo II, Mulieris dignitatem, 31).
La Iglesia también
tiene una palabra para las personas que defienden los postulados del feminismo
radical; a ellas se les debe, desde la verdad, respeto y amor; hay que
proponerles, con caridad, la verdad y orar por ellas. «Amor y verdad son dos
nombres de la misma realidad, dos nombres de Dios»”.
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