Una propuesta de coordinación
pastoral de la familia, la parroquia y la escuela
MADRID, 20 de
mayo de 2013 (Zenit.org)
- La Conferencia Episcopal Española ha publicado el documento
"Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia
y la escuela en la transmisión de la fe". Se trata de un texto cuyo autor
es la XCVII Asamblea Plenaria. La última Comisión Permanente, de 25 de febrero,
le dio el visto bueno definitivo.
Elaborado por
la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, el documento acoge las
orientaciones dadas por Benedicto XVI acerca de la llamada “emergencia
educativa” y propone como una de las primeras respuestas de la Iglesia el
“aunar esfuerzos, compartir experiencias, dedicar personas y priorizar
recursos, con el fin de coordinar objetivos y acciones entre los diversos
ámbitos: familia, parroquia y escuela, en orden a la transmisión de la fe,
hoy”.
Las Orientaciones
pastorales que ahora se publican “quieren ayudar a los padres de familias en su
difícil y hermosa responsabilidad de educar a sus hijos; a los sacerdotes y
catequistas en las parroquias en la paciente y apasionante misión de iniciar en
la fe a las nuevas generaciones de cristianos; así como a los profesores de
religión en los centros de enseñanza, estatales y de iniciativa social,
católicos o civiles, preocupados y entregados a la noble tarea de formación de
niños y jóvenes”.
El documento
está estructurado en cinco capítulos: en el primero, se hace un breve análisis
de las necesidades, dificultades y posibilidades de la transmisión de la fe en
la familia cristiana, la catequesis parroquial y la enseñanza religiosa
escolar; en el segundo, se trata de los responsables de la coordinación de
objetivos y acciones; en el tercero, se exponen los servicios distintos y
complementarios que corresponden a los diversos ámbitos; en el cuarto, se
señalan las dimensiones específicas de estos servicios en la transmisión de la
fe; y, en el quinto, se ofrecen aquellos medios que favorecen y ayudan a la
transmisión de la fe, hoy, según las distintas situaciones de los destinatarios
y las diversas responsabilidades de padres, catequistas y profesores.
Una propuesta en el contexto de la “nueva evangelización”
El primer
capítulo comienza analizando los distintos factores que hoy “son signo y causa
de un radical cambio de mentalidad respecto al valor de lo recibido por
herencia y tradición” (dispersión, fragmentación de la persona, modelos de
referencia poco consistentes, etc.). Todo ello ha repercutido de manera
significativa en los lugares de transmisión de la fe: familia, escuela,
ambiente, e incluso, en grupos de identidad eclesial. “Más allá de la
resignación, el lamento, el repliegue o el miedo, los papas alientan a la
Iglesia a revitalizar su propio cuerpo, poniendo en el centro a Jesucristo, el
encuentro con él y la luz y la fuerza del Evangelio”.
El texto que
ahora ofrecen los obispos se enmarca en este contexto de “nueva
evangelización”. Aun reconociendo las dificultades que plantea la coyuntura
actual, “estamos persuadidos –subrayan- de que desde una sana antropología, los
niños, adolescentes y jóvenes poseen un gran depósito de bondad, de verdad y de
belleza que los antivalores reseñados no pueden ocultar ni destruir. De hecho
se advierte una sed generalizada de certezas, de valores y de objetivos
elevados que orienten la propia vida”.
Responsables de la coordinación
En el segundo
capítulo las Orientaciones pastorales inciden en que “transmitir o comunicar la
fe es responsabilidad propia de todos los creyentes de cualquier edad y
condición. Podemos decir que se trata de una tarea de corresponsabilidad entre
los pastores de la Iglesia, padres de familia, catequistas, profesores,
animadores de grupos, etc.”
Los obispos
recuerdan el papel especial e insustituible que los laicos cristianos tienen en
la comunicación de la fe, la importancia de que el empeño educativo se realice
en comunión al servicio de la misión, y de esta manera va recorriendo las
diferentes responsabilidades que se tienen en la parroquia, en el
arciprestazgo, o en la escuela; en particular, en la escuela católica, que
“debe ser un referente educativo no solo en su acción formativa, sino en el
testimonio de las personas consagradas y profesores cristianos laicos. Este
testimonio solo será eficiente si se realiza dentro de la espiritualidad de
comunión eclesial”.
El servicio de la familia, la parroquia y la escuela
El tercer
apartado es un capítulo central en el documento y en él se especifica cuál es
el servicio de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la
fe. En él se reconoce a la familia como “primera escuela” e “iglesia
doméstica”. “Los padres son los principales y primeros educadores. Ellos son el
espejo en el que se miran los niños y adolescentes (…) La iniciación en la fe
cristiana es recibida por los hijos como la transmisión de un tesoro que sus
padres les entregan, y de un misterio que progresivamente van reconociendo como
suyo y muy valioso. Los padres son maestros porque son testimonio vivo de un
amor que busca siempre lo mejor para sus hijos, fiel reflejo del amor que Dios
siente por ellos”.
Como “iglesia
doméstica” que es, la función educadora de la familia no se queda en el testimonio,
de por sí imprescindible, sino también en la presentación de los contenidos de
la fe, adecuados a la edad de los hijos, y en ser el marco propicio donde se
descubran, asuman y practiquen las virtudes cristianas, más aún en un ambiente
social desfavorable.
Respecto a la
acción catequética en la parroquia, se señala que “en la situación actual, todo
el proceso de iniciación cristiana exige una atenta reflexión sobre su
significado y su forma de realización”. Concierne a la parroquia promover el
primer anuncio de llamada a la fe (no debe presuponerse siempre que el
despertar religioso ha surgido en el seno de la familia), y se invita a que
exista una relación, que resulta básica, entre iniciación cristiana familiar y
catequesis parroquial.
Con respecto a
la enseñanza religiosa en la escuela, en el documento se recuerda que se trata
de “un derecho y un deber de los padres y alumnos católicos”, y en concreto en
este capítulo se explica en qué consiste la peculiaridad de esta enseñanza:
“presenta el mensaje y acontecimiento cristianos en sus elementos
fundamentales, en forma de síntesis orgánica y explicitada de modo que entre en
diálogo con la cultura y las ciencias humanas, a fin de procurar al alumno una
visión cristiana del hombre, de la historia y del mundo, y abrirle desde ella a
los problemas del sentido último de la vida”.
La religión no
es solo una realidad interior, aunque esto para el creyente sea lo decisivo; la
religión ha sido a lo largo de la historia, como lo es en el momento actual, un
elemento integrante del entramado social humano y un ineludible hecho cultural.
“Por ello, los contenidos fundamentales de la religión dan claves de
interpretación de las civilizaciones. Y si la religión es un hecho cultural
importante que subyace en el seno de nuestra sociedad, es evidente que su
incorporación a la escuela enriquece y es parte importante del bagaje cultural
del alumno”.
Frente a
algunas voces que cuestionan la presencia de la religión en la escuela, en el
texto se ofrecen algunos motivos que autorizan su presencia, como son por
ejemplo el hecho de que sea necesaria para “comprender la civilización europea
en la que estamos sumergidos”, el que esta enseñanza, bien realizada, “favorece
la unidad interior del alumno creyente”, y el hecho de que “brinde al alumno
motivos para vivir, le ofrezca valores morales a los que adherirse y le indique
caminos para orientar su comportamiento”.
Por último, la
enseñanza de la religión tiene también una evidente dimensión evangelizadora.
“Siguiendo las orientaciones de Benedicto XVI,hemos de subrayar que la enseñanza religiosa, lejos de ser
solamente una comunicación de datos fácticos, informativa, la verdad amante del
Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida, es performativa. Por ello, esta materia no puede reducirse a un mero tratado de religión o
de ciencias de la religión, como desean algunos; debe conservar su auténtica
dimensión evangelizadora de transmisión y de testimonio de fe. Por ello, los
profesores deben ser conscientes de que la enseñanza religiosa escolar ha de
hacer presente en la escuela el saber científico, orgánico y estructurado de la
fe, en igualdad académica con el resto de los demás saberes, haciendo posible
el discernimiento de la cultura que se transmite en la escuela y respondiendo a
los interrogantes de los alumnos, en especial a la gran pregunta sobre el
sentido de la vida”.
Elementos al servicio de la transmisión de la fe
El cuarto
capítulo recoge, de forma práctica, los elementos al servicio de la transmisión
de la fe en la familia, la parroquia y la escuela. “Uno de los elementos a
tener en cuenta a la hora de coordinar la educación cristiana –comienza
diciendo el texto- es el de las dimensiones específicas de cada institución y
es particularmente necesario en lo que se refiere a los contenidos. Cuidando lo
característico y propio, se favorece mejor lo complementario”.
La familia debe
cuidad el despertar religioso del niño, su capacidad de admiración y
ayudarle a descubrir a Dios, también en la oración. La catequesis debe tener en
cuenta la síntesis de la fe desde la vivencia y la escuela, por su parte, la
síntesis de fe desde el saber.
El texto
propone una serie de contenidos que orientan un itinerario orgánico y
sistemático; ofrece un itinerario marco para la formación religiosa de los
adolescentes; y detalla referencias concretas a la psicología de la
adolescencia, dado que el mensaje cristiano es sembrado en una “tierra abonada
de elementales necesidades y de sorprendentes posibilidades”, donde conviene
tener en cuenta de manera muy especial cuestiones como la libertad, la
confianza, la amistad, la compañía y la celebración.
Las
Orientaciones pastorales terminan con un capítulo dedicado a los medios y modos
para la coordinación en la transmisión de la fe. Repasa las situaciones que hay
que tener en cuenta a las distintas edades; urge a los padres, catequistas,
profesores y alumnos a dar testimonio cristiano; y repasa los medios y
servicios mutuos que hay que tener en cuenta y prestar en los distintos
ámbitos. “Los catequistas, profesores y padres, interrelacionados, han de
ofrecer un testimonio coherente y concorde con los valores que la enseñanza
religiosa propone y fundamente, así como han de valorarse positivamente en
aquello que cada uno realiza según su función”.
“Invitamos a
todas las instituciones implicadas –concluyen los obispos- a colaborar en este
proyecto al servicio de la transmisión de la fe. Formar a las nuevas
generaciones siempre ha sido una labor ardua, pero gratificante. En las
circunstancias actuales que nos toca vivir, podemos afirmar a que es un tarea
difícil, pero apasionante. Hoy, necesitamos educadores en la fe que sean
maestros y testigos: o, mejor, testigos para ser maestros” (…) Es una ocasión
para fomentar, de nuevo, la educación cristiana a todos los niveles y ofrecerla
como alternativa a otras. La Conferencia Episcopal Española estudiará las
posibilidades de un proyecto educativo católico que contemple una visión
coherente, armónica y completa del hombre, con objetivos, acciones y medios adecuados,
y que sirva como marco de referencia para todas las instituciones educativas
católicas. En palabras del beato Juan Pablo II, somos conscientes de que está
en juego el futuro de la transmisión de la fe y su realización”.