sábado, 30 de mayo de 2015

EL PAPA FRANCISCO HABLA A LOS NOVIOS: “LA ALIANZA DEL MATRIMONIO NO SE IMPROVISA”.

El Santo Padre reflexiona sobre el noviazgo, un tiempo de conocimiento recíproco, para compartir un proyecto. No va el matrimonio exprés y es necesario trabajar en el amor. Es un camino de maduración hasta el momento del matrimonio
Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 27 de mayo de 2015
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estas catequesis sobre la familia, hoy quisiera hablar de noviazgo. El noviazgo --se escucha en la palabra (en italiano se dice ‘fidanzamento’ ndr.)-- tiene con ver con la confianza, la confidencia, la fiabilidad. Confianza con la vocación que Dios dona, porque el matrimonio es sobre todo el descubrimiento de una llamada de Dios. Ciertamente es una cosa bella que hoy los jóvenes puedan elegir casarse sobre la base de un amor recíproco.
Pero precisamente la libertad de la unión requiere una consciente armonía en la decisión, no solo un simple entendimiento de la atracción o del sentimiento de un momento, de un tiempo breve. Requiere un camino. El noviazgo, en otros términos, es el tiempo en el que los dos están llamados a hacer un buen trabajo sobre el amor, un trabajo partícipe y compartido, que va a la profundidad.
Se conocen el uno al otro: el hombre entiende a la mujer aprendiendo de esta mujer, su novia; y la mujer entiende del hombre aprendiendo este hombre, su novio. No infravaloremos la importancia de este aprendizaje: es un compromiso bonito, y el amor mismo lo requiere, porque no es solamente una felicidad sin preocupaciones, una emoción encantada… El pasaje bíblico habla de toda la creación como un bonito trabajo del amor de Dios: “Dios miró, así dice el libro del Génesis, todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno”. Solamente al final, Dios “descansó”. De esta imagen entendemos que el amor de Dios, que dio origen al mundo, no fue una decisión improvisada. ¡No!, fue un bonito trabajo. El amor de Dios creó las condiciones concretas de una alianza irrevocable, sólida, destinada a durar.
La alianza de amor entre el hombre y la mujer, alianza para la vida, no se improvisa, no se hace de un día para otro, no hay matrimonio exprés: es necesario trabajar en el amor. Es necesario caminar. La alianza del amor entre el hombre y la mujer se aprende y se afina. Me permito decir, es una alianza artesanal. Hacer de dos vidas una vida sola. Es también casi un milagro. Un milagro de la libertad y del corazón, confiado a la fe.
Tendríamos quizá que comprometernos más en este punto, porque nuestras “coordinadas sentimentales” están un poco confusas. Quien pretende querer todo y enseguida, cede también todo --y enseguida-- a la primera dificultad, o a la primera ocasión. No hay esperanza por la confianza y la felicidad del don de sí, si prevalece la costumbre de consumar el amor como una especia de “integrador” del bienestar psico-físico. ¡El amor no es esto! El noviazgo se centra en la voluntad de cuidar juntos algo que nunca deberá ser comprado o vendido, traicionado o abandonado, por tentadora que pueda resultar la oferta.
También Dios, cuando habla de la alianza con su pueblo lo hace, algunas veces en la Biblia, en términos de noviazgo. En el libro de Jeremías, hablando al Pueblo cómo se había alejado de Él, dice así en el capítulo 2. ‘Yo recuerdo el tiempo de tu juventud, el tiempo de tu noviazgo’ Cuando el Pueblo era la novia de Dios y Dios ha hecho este recorrido de noviazgo.
Hace también una promesa, lo hemos oído, ahí, al inicio de la audiencia en el libro de Oseas. ‘Te haré mi esposa para siempre,  y te daré como dote el derecho y la justicia, en  el amor y la compasión. Te daré como dote mi fidelidad, y entonces conocerás al Señor’ . Es un largo recorrido que el Señor hace con su Pueblo en este camino de noviazgo. Al final Dios se casa con su Pueblo, en Jesucristo, se casa en Jesús con la Iglesia, el Pueblo de Dios es la esposa de Jesús.
Pero cuánto camino, y vosotros italianos, en vuestra literatura, tenéis una obra maestra sobre el noviazgo. Es necesario que los jóvenes lo conozcan, lo lean. Es una obra maestra donde se cuenta la historia de los novios que han sufrido mucho dolor, han hecho un camino de muchas dificultades hasta llegar al final, al matrimonio. Pero no dejéis de lado esta obra maestra sobre el noviazgo que la literatura italiana os ha ofrecido. Es necesario ir adelante, leerlo y ver la belleza, también el sufrimiento, pero la fidelidad de los novios. (se refiere a I promessi sposi de Alessandro Manzoni)
La Iglesia, en su sabiduría, cuida la distinción entre el ser novios y ser esposos, precisamente en vista de la delicadeza y la profundidad de esta verificación. Estemos atentos a no despreciar a la ligera esta sabia enseñanza, que se nutre también de la experiencia del amor conyugal felizmente vivido. Los símbolos fuertes del cuerpo conservan las claves del alma: no podemos tratar los vínculos de la carne con ligereza, sin abrir alguna herida duradera en el espíritu. (1 Cor 6,15-20).
Cierto, la cultura y la sociedad de ahora se han convertido lamentablemente indiferentes a la delicadeza y a la seriedad de este pasaje. Y por otro lado, no se puede decir que sean generosos con los jóvenes que tienen serias intenciones de formar una familia y a traer hijos al mundo. Es más, a menudo ponen mil obstáculos, mentales y prácticos.
El noviazgo es un recorrido de vida, que debe maturar, como la fruta. Es un camino de maduración, el amor. Hasta el momento en el que se convierte precisamente en matrimonio.
Los cursos prematrimoniales son una expresión especial de la preparación. Y nosotros vemos muchas parejas, que quizá llegan al curso un poco sin ganas. ‘Estos sacerdotes nos obligan a hacer este curso, pero ¿por qué? Nosotros ya sabemos...’ Lo hacen sin ganas. Pero después están contentos y dan las gracias, porque de hecho han encontrado allí una ocasión --a menudo la única-- para reflexionar sobre su experiencia en términos no banales.
Sí, muchas parejas están juntos desde hace mucho tiempo, quizá también en la intimidad, a veces viviendo juntos, pero no se conocen verdaderamente. Parece extraño, pero la experiencia demuestra que es así. Por eso, se debe revalorar el noviazgo como tiempo de conocimiento recíproco y de compartir un proyecto.
El camino de preparación al matrimonio viene configurado en esta perspectiva, valiéndose también del testimonio simple pero intenso de los cónyuges cristianos. Y dirigiéndose también aquí sobre lo esencial: la Biblia, de redescubrir juntos, de forma consciente; la oración en su dimensión litúrgica, pero también esa oración ‘doméstica’, de vivir en familia. Los sacramentos, la vida sacramental, la confesión, la comunión... El Señor viene a vivir en los novios y les prepara para recibirles verdaderamente el uno con el otro con la gracia de Cristo; y a la fraternidad con los pobres y con los necesitados, que nos invitan a la sobriedad y a compartir. Los novios que se comprometen en esto, ambos, esto lleva a preparar una bonita celebración del matrimonio. De forma distinta, no mundana, sino de forma cristiana.
Pensemos en estas palabras de Dios que hemos escuchado cuando Él habla a su pueblo, como el novio a la novia. ‘Te haré mi esposa para siempre,  y te daré como dote el derecho y la justicia, en el amor y la compasión. Te daré como dote mi fidelidad, y entonces conocerás al Señor’.
Cada pareja de novios piense en esto y diga el uno al otro ‘te haré mi esposa, te haré mi esposo, espero ese momento’. Es un momento, es un recorrido que va despacio hacia adelante y que  es un recorrido de maduración. No deben quemarse las etapas del camino. La maduración se hace así, paso a paso.
El tiempo del noviazgo puede convertirse de verdad en un tiempo de iniciación, ¿a qué? a la sorpresa, a la sorpresa de los dones espirituales con los cuales el Señor, a través de la Iglesia, enriquece el horizonte de la nueva familia que se dispone a vivir en su bendición.

Ahora, invito a rezar a la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, José y María. Rezar para que la familia tenga este camino de preparación. Y rezar por los novios. Rezamos a la Virgen todos juntos, un Ave María por todos los novios para que puedan entender la belleza de este camino hacia el matrimonio. Ave María… "

jueves, 28 de mayo de 2015

ENCUENTRO COMPARTIR DE HIJOS DE HOGARES NUEVOS. ARCHIDIÓCESIS GRANADA

Transcribimos las reseñas de los últimos encuentros del Movimiento Hijos de Hogares Nuevos celebrados en Granada.

ENCUENTRO COMPARTIR DE HIJOS DE HOGARES NUEVOS.
Los días 28 y 29 de Marzo de 2015, en la casa-retiro de los padres Combonianos (Granada), un grupo de jóvenes tuvo un fin de semana diferente. Dijeron Sí a la llamada de Cristo, acudiendo  a este Encuentro Compartir al que fueron invitados.
Se les veía felices desde el primer día, pues prácticamente todos pertenecían ya a Hijos de Hogares Nuevos, y los que no, fueron recibidos con los brazos bien abiertos por sus compañeros de encuentro. Desde el equipo pudimos ver un grupo de jóvenes con ilusión, con energía, con ganas de acercarse a Cristo y nosotros, como equipo coordinador, estábamos más que dispuestos a ello, a transmitirles a estos jóvenes éste mensaje tan importante como es La Palabra de Dios.
Qué mejor forma de explicar el magnífico comportamiento de estos jóvenes y su maravillosa actitud que hacer mención al Padre de la casa-retiro, el cual fue personalmente a dirigirse a los jóvenes para felicitarles por su buen comportamiento durante su estancia en la casa.
Finalmente agradecer todas las adhesiones enviadas y todo el apoyo recibido para que este encuentro saliese adelante sin olvidarnos del apoyo del Padre y de María Reina de las Familias.

ENCUENTRO VIVIR DE HIJOS DE HOGARES NUEVOS.
El pasado 30-31 de Marzo y 1 de Abril tuvo lugar en Granada, el tercer Encuentro Vivir de esta diócesis. Vivimos tres hermosos días en la casa-retiro de los padres Combonianos en Granada donde fuimos acogidos y asistidos como si de nuestro propio hogar se hubiese tratado. Mencionar la abnegada disposición del padre Héctor para con nosotros, muchas gracias por todo.
Hijos de Hogares Nuevos en esta ciudad tuvo la suerte de contar con un grupo de chicos y chicas que dijeron sí a Cristo y asistieron a este encuentro. Los participantes llegaron con muchas ganas de compartir entre ellos, con una actitud abierta a la escucha y al diálogo, dispuestos a crecer y a conocer más sobre Hijos de Hogares Nuevos y el gran regalo que es hoy ser un joven cristiano.
El encuentro transcurrió en un clima de armonía, paz y alegría gracias a los dones que el Espíritu Santo nos brindó al equipo de Animadores, y a todos los participantes, los cuales marcharon con una gran satisfacción y dicha de haber compartido tanto en tan poco tiempo.
Solo podemos agradecer a nuestro Padre Dios y a María Reina de las Familias que nos hayan acompañado y asistido en los momentos felices y en aquellos donde nuestras fuerzas finitas flaquearon. Desde aquí, rezamos y pedimos por las intenciones de Hogares Nuevos y de Hijos de Hogares Nuevos, para que podamos seguir celebrando encuentros tan enriquecedores.

Señor, hasta la esquina, o hasta el confín de la Tierra.

sábado, 23 de mayo de 2015

¿QUÉ ES UNA FAMILIA?.

¿Que es una familia?
Fabrice Hadjadj

Un interesante libro de la Editorial Nuevo Inicio, a través del cual el escritor y filósofo francés, nos acerca a una novedosa visión de la familia que es anterior a las ideologías y al estado. ¿Y si la familia no fuera el “hogar cerrado” que siempre se ha pensado? ¿Y si fuera la “institución anarquista por excelencia”?...

Para más información o para adquirir el libro se puede visitar la página de la Editorial Nuevo Inicio.

viernes, 1 de mayo de 2015

PALABRA DE VIDA DE MAYO DE 2015

«Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo» (Ef 2, 4-5).
Cuando el Señor se apareció a Moisés en el Monte Sinaí, proclamó su propia identidad llamándose «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad» (Ex 34, 6). Para indicar la naturaleza de este amor de misericordia, la Biblia hebrea utiliza una palabra, rahâmîm, que se refiere al vientre materno, el lugar de donde proviene la vida. Al darse a conocer como «misericordioso», Dios muestra la solicitud que tiene por toda criatura suya, semejante a la de una madre por su niño: lo quiere, está cerca de él, lo protege, se preocupa de él. La Biblia usa también otro término, hesed, para expresar otros aspectos del amor-misericordia: fidelidad, benevolencia, bondad, solidaridad.
También María canta en su Magníficat a la misericordia del Omnipotente, que se extiende de generación en generación (cf. Lc 1, 50).
El propio Jesús nos habló del amor de Dios, a quien reveló como un «Padre» cercano y atento a cualquier necesidad nuestra, dispuesto a perdonar, a dar todo aquello que necesitemos, que «hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos» (Mt 5, 45). Su amor es en verdad «rico» y «grande», tal como lo describe la carta a los Efesios, de la que está tomada la palabra de vida:
«Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo».
Pablo casi grita de alegría al contemplar la acción extraordinaria que Dios ha cumplido con nosotros: estábamos muertos y nos ha hecho revivir, dándonos una nueva vida.
La frase comienza con un «pero» para indicar el contraste con lo que Pablo había observado anteriormente: la condición trágica de la humanidad, abrumada por culpas y pecados, prisionera de deseos egoístas y malvados, bajo el influjo de las fuerzas del mal, en abierta rebelión contra Dios. En esta situación merecería que se desencadenase su ira (cf. Ef 2, 1-3). Pero Dios, en lugar de castigar -y de ahí el gran estupor de Pablo- le da vida: no se deja guiar por la ira, sino por la misericordia y el amor.
Jesús ya había revelado este actuar de Dios al relatar la parábola del padre de los dos hijos que recibe con los brazos abiertos al más joven, sumido en una vida inhumana. Y lo mismo con la parábola del pastor bueno que va a buscar a la oveja perdida y se la carga sobre los hombros para llevarla de nuevo a casa; o la del buen samaritano, que le cura las heridas al hombre que había caído en manos de unos bandidos (cf. Lc 15, 11-32; 3-7; 10,30-37).
Dios, Padre misericordioso, simbolizado en las parábolas, no solo nos ha perdonado, sino que nos ha dado la misma vida de su hijo Jesús, nos ha dado la plenitud de la vida divina.
De ahí el himno de gratitud:
«Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo».
Esta palabra de vida debería suscitar en nosotros la misma alegría y gratitud que en Pablo y en la primera comunidad cristiana. Dios también se muestra «rico en misericordia» y «grande en el amor» por cada uno de nosotros, dispuesto a perdonar y a devolvernos la confianza. No hay situación de pecado, de dolor o de soledad en la que Él no se haga presente, no se ponga a nuestro lado para acompañamos en nuestro camino, no nos dé confianza, la posibilidad de rehacernos y la fuerza para volver a empezar siempre.
El 17 de marzo de hace dos años, en su primer Ángelus, el papa Francisco comenzó a hablar de la misericordia de Dios, un tema que luego se ha hecho habitual en él. En aquella ocasión dijo: «El rostro de Dios es el de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia… nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonamos…». Y concluyó aquel breve saludo recordando que «Él es el Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos».
Esta última indicación nos sugiere un modo concreto de vivir la Palabra de vida.
Si Dios con nosotros es rico en misericordia y grande en el amor, también nosotros estamos llamados a ser misericordiosos con los demás. Si Él ama a personas malas, que son sus enemigas, también nosotros tendremos que aprender a amar a quienes no son «amables», incluidos los enemigos. ¿No nos dijo Jesús: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7)? ¿No nos pidió que fuésemos «misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6, 36)? También Pablo invitaba a sus comunidades, elegidas y amadas por Dios, a revestirse «de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia» (Col 3, 12).
Si hemos creído en el amor de Dios, también nosotros podremos amar a nuestra vez con ese amor que hace suya cualquier situación de dolor y de necesidad, que todo lo excusa, que protege, que sabe ocuparse.
Viviendo así podremos ser testigos del amor de Dios y ayudar a todos aquellos con quienes nos encontremos a descubrir que, también con ellos, Dios es rico en misericordia y grande en el amor.

FABIO CIARDI